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30 días clave para el papado de Francisco

Con el fin de la Epifanía, el Papa afronta un mes decisivo para la Iglesia: deberá rematar la cumbre antiabusos de febrero, preparar la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá y reconfigurar su gabinete de comunicación.

El Papa Francisco ofició la tradicional misa de la Epifanía ante miles de personas en la plaza de San Pedro
El Papa Francisco ofició la tradicional misa de la Epifanía ante miles de personas en la plaza de San Pedrolarazon

Con el fin de la Epifanía, el Papa afronta un mes decisivo para la Iglesia: deberá rematar la cumbre antiabusos de febrero, preparar la Jornada Mundial de la Juventud de Panamá y reconfigurar su gabinete de comunicación.

En el día en los que miles de niños juegan con los regalos que sus majestades los Reyes Magos les dejaron la noche anterior en sus casas, la atención del Papa fue a parar, sin embargo, para los migrantes que llevan dos semanas varados en el Mediterráneo. «Hago un llamamiento a los líderes europeos para que demuestren solidaridad concreta hacia estas personas», dijo Francisco durante el Ángelus de la fiesta de la Epifania.

La crisis migratoria, no obstente, no es lo único que le quita el sueño a Bergoglio en este recién estrenado 2019. Su pontificado en este año está encaminado a marcar un nuevo rumbo. Del alcance de su éxito dependerá que vuelva a abanderar la batuta del cambio o que deba seguir remando en medio de diferentes corrientes internas. Si un tema ha provocado la apertura de esas grietas han sido los abusos sexuales en el clero, hasta el punto de que el arzobispo Carlo Maria Viganò llegó a pedir su renuncia, acusándolo de haber encubierto algunos casos. Las denuncias por pederastia que han ido apareciendo en distintos países han enturbiado la imagen de la institución, por lo que un sector ultraconservador se sumó a la inédita sublevación de Viganò. De ahí que la respuesta de Bergoglio resulte fundamental para cambiar el paso. Ésta llegará con la cumbre convocada entre el 21 y 24 de febrero, cuando se reunirán en el Vaticano los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo. Se trata de una cita novedosa tanto en el fondo como en la forma. Por un lado, Francisco intenta dar un golpe en la mesa para sentar las bases de la prevención y la respuesta ante un tema capital. Y por otro, la nueva forma de reunión, sentando a los máximos representantes de la Iglesia de cada país, supone un nuevo ejemplo de la organización colegiada que defiende el Papa argentino. Francisco ha multiplicado las peticiones de perdón a las víctimas de estos abusos sexuales. Y muestra de que este asunto es la máxima prioridad es que este año ha comenzado como terminó el anterior, con una nueva carta a los obispos estadounidenses en la que reclama que «la lucha contra la cultura del abuso» suponga un estímulo para «despertar y dar confianza en la construcción de un proyecto común, amplio, humilde, seguro, sobrio y transparente».

Pero antes de este momento clave, el Pontífice viajará a Panamá del 23 al 27 de enero para clausurar una nueva edición de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ). Será un evento menos multitudinario que en anteriores citas, aunque servirá para medir el pulso de la Iglesia en América, el continente con mayor número de católicos y en el que las confesiones evangélicas van ganando terreno. El papel de la mujer, las expectativas de los jóvenes o el medio ambiente serán los temas de la JMJ.

Apenas unos días después de volver de Panamá, el Papa volverá a subir a un avión para acudir a Abu Dhabi, a un encuentro centrado en el diálogo entre religiones del 3 al 5 de febrero. Será la primera vez que un Pontífice visite la Península Arábiga y supondrá otro acercamiento de Bergoglio al mundo musulmán. A finales de marzo, completará este mensaje de concordia con un viaje a Marruecos.

Del 5 al 7 de mayo, virará la brújula para volver a las periferias europeas. Las próximas paradas serán Bulgaria y Macedonia, donde el Pontífice se referirá a las minorías católicas en ambos países de mayoría ortodoxa. En la segunda mitad del año se espera la confirmación de un viaje a Japón y a Madagascar. Aunque antes de todo, deberá hacer frente a un relevo inesperado: el de sus portavoces, tras la renuncia de Greg Burke y la española Paloma García Ovejero. La renovación en el aparato informativo era otra de las prioridades del pontificado. Tras la salida de Dario Viganò del Dicasterio para la Comunicación, su sustituto Paolo Ruffini ha cambiado al director de «L’Osservatore Romano» y ha creado un nuevo departamento editorial.

A lo largo del año es previsible que el último Sínodo sobre los jóvenes tome forma en una nueva exhortación apostólica. Y en octubre se celebrará un Sínodo sobre la Amazonía, que tendrá mayor interés debido a las primeras medidas del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, que dan marcha atrás en la protección de la selva. El Consejo de Cardenales, el órgano creado por Francisco para la renovación de la Curia, se volverá a reunir a finales de febrero. Esto y el hecho de que haya dejado ya mayor huella que sus predecesores en el Colegio Cardenalicio dan muestras de que esas reformas han quedado en segundo plano. El Papa se lo juega ahora todo en el campo de los abusos y la cumbre de febrero será determinante.