El pontificado de Francisco

Cardenales que ya no son «príncipes de la Iglesia»

El Papa pide a los 14 nuevos purpurados que no caigan en «intrigas palaciegas» ni en «arreglos y acomodos».

El Papa Francisco impone la birreta cardenalicia al religioso claretiano español Aquilino Bocos
El Papa Francisco impone la birreta cardenalicia al religioso claretiano español Aquilino Bocoslarazon

El Papa pide a los 14 nuevos purpurados que no caigan en «intrigas palaciegas» ni en «arreglos y acomodos».

Hasta hace pocos años, los cardenales eran los auténticos «príncipes de la Iglesia». De hecho, esta era la forma habitual de llamarlos. Pero desde que Francisco accedió al papado, uno de sus principales empeños ha sido el de acabar con esta expresión y con la actitud que quizás alguno de ellos tenía.

La basílica de san Pedro albergó en la tarde de ayer un Consistorio en el que el Papa creó 14 nuevos purpurados, entre ellos dos españoles: Luis Francisco Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el claretiano Aquilino Bocos.

En los anteriores, Francisco ha pedido siempre a los nuevos cardenales servir a los demás y estar siempre del lado del más débil. Esta vez, el Pontífice también lanzó este mensaje, pero con un enérgico llamamiento a no vivir atrapado en intrigas asfixiantes puesto que ninguno de nosotros debe sentirse ‘superior’ a nadie. «Ninguno de nosotros debe mirar a los demás por encima del hombro, desde arriba. Únicamente nos es lícito mirar a una persona desde arriba hacia abajo, cuando la ayudamos a levantarse» afirmó el obispo de Roma.

El Pontífice recordó que los primeros discípulos albergaban en su corazón la búsqueda de los primeros puestos, celos, envidias, intrigas, arreglos y acomodos. En definitiva, una lógica que no solo carcome y corroe desde dentro las relaciones entre ellos, sino que además los encierra y enreda en discusiones inútiles y poco relevantes.

Francisco entonces preguntó: «¿De qué sirve ganar el mundo entero si se está corroído por dentro?, ¿de qué sirve ganar el mundo entero si se vive atrapado en intrigas asfixiantes que secan y vuelven estéril el corazón y la misión? En esta situación se podrían vislumbrar ya las intrigas palaciegas, también en las curias eclesiásticas», advirtió.

Pero en su homilía también hubo espacio para exhortar a no dejarse derrotar y encerrar por lógicas mundanas que desvían la mirada de lo importante y resaltar lo que es la Iglesia: «La reforma de la Iglesia siempre es y será en clave misionera, pues supone dejar de ver y velar por los propios intereses para mirar y velar por los intereses del Padre» compartió Francisco. El Papa añadió que la conversión significa superar los egoísmos y tener plena disponibilidad a crecer en fidelidad y disponibilidad para abrazar la misión.

La ceremonia vivió su momento álgido cuando Francisco leyó la fórmula de creación y nombró uno por uno a los nuevos cardenales, y su título o diaconía, la parroquia de Roma a la que serán asignados como símbolo de unidad con la Iglesia de Roma.

El rito se completó con la profesión de fe y el juramento y de rodillas, tras el cual recibieron el capelo y el anillo distintivos de los cardenales. «Cuando nos olvidamos de la misión, cuando perdemos de vista el rostro concreto de nuestros hermanos, nuestra vida se clausura en la búsqueda de los propios intereses y seguridades», añadió en la homilía. Y como ha hecho en otras ocasiones, alertó del peligro de crecer el resentimiento, la tristeza y la desazón ya que poco a poco queda menos espacio para los demás, para la comunidad eclesial, para los pobres, para escuchar la voz de Dios. «Así se pierde la alegría, y se termina secando el corazón», explicó.

Por otro lado, recordó que la Iglesia está llamada a sanar heridas y revitalizar la esperanza mil veces dañada y subrayó que la única autoridad creíble es la que nace de ponerse a los pies de los otros para servir a Cristo. «Esa es la mayor condecoración que podemos obtener, la mayor promoción que se nos puede otorgar: servir a Cristo en el pueblo fiel de Dios, en el hambriento, en el olvidado, en el encarcelado, en el enfermo, en el tóxico-dependiente, en el abandonado, en personas concretas con sus historias y esperanzas, con sus ilusiones y desilusiones, sus dolores y heridas», dijo rotundo el Pontífice.

Ayer también se realizó la visita oficial a Benedicto XVI en el Monasterio Mater Eclessiae en el que reside desde que renunció a su pontificado. Ha pasado ya tiempo desde que se pudiera ver al Papa Emérito públicamente. La última vez fue junto al Papa Francisco en la apertura del Jubileo de la Misericordia. Sin embargo, se ha convertido ya en tradición que los nuevos purpurados visiten al Papa emérito tras la ceremonia en la que son creados. Los 14 cardenales junto a Francisco saludaron al Papa alemán y rezaron con él en la capilla del monasterio. Algunos purpurados mostraron a La Razón su emoción por el momento vivido junto a Benedicto y revelaron que, aunque frágil, los escuchó atentamente y aseguró oraciones por su misión en la Iglesia.