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Condenada como mártir en la horca por una «blasfemia»

La Razón
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«Mientras siga viva habrá esperanza de que salga de prisión», asegura a LA RAZON Kamran Shahzad, abogado cristiano y amigo de la familia de Asia Bibi. Su juicio sigue pendiente de apelación tras el recurso presentado por sus abogados en el Tribunal Superior de Lahore. Han pasado más de tres años desde que esta campesina cristiana paquistaní, de 47 años, fue condenada a morir en la horca por un caso de blasfemia. Su salud se ha deteriorado, «su pelo negro se ha llenado de canas y su delgado rostro, surcado de arrugas», detalla Shahzad, que habló con Ashiq Masih, su esposo, el lunes. Su letrado asegura que «Asia está tranquila, tiene mucha fe en Dios y reza todos los días». Aún recuerdo la primera vez que vi a Masih, el 11 de noviembre de 2010: estaba asustado y desconfiaba de la Prensa. No quería dar demasiados detalles sobre la condena de muerte de su mujer porque temía las represalias. Sólo habían pasado tres día desde que el juez Muhammed Naveed Iqbal dictó su veredicto. Pero después, Masih se dio cuenta de que solamente si el caso de su mujer era conocido internacionalmente habría una posibilidad de salvación. Desde nuestra primera visita, la familia de Asia Bibi, y las organizaciones cristianas que los ayudan, han mantenido una relación cercana con LA RAZÓN. En la última vivienda en la que se refugiaron, cerca del colegio Don Bosco, que lo dirige el Padre Ángel, hay colgada una fotografía de sus tres niñas que le hicimos en una de nuestras visitas a Sheikhupura. Desde que ocurrió la terrible injusticia, la mañana del 14 de junio de 2009, la familia de Bibi, no ha regresado a su aldea, Ittanwali.

Aquel día, Bibi firmó su sentencia de muerte, después de que unas compañeras musulmanas con la que trabajaba en los campos, la denunciaran al mulá Muhamed Salam. Ella estaba labrando la tierra cuando su capataz le ordenó traer agua. Cargada con un barreño, derramó un poco sobre las ropas del capataz. Una campesina le dijo: «Aparta tus sucias manos de cristiana; vas a contaminar nuestra agua porque los de tu religión sois impuros». Entonces Bibi, cansada de aguantar insultos y agresiones de sus compañeras, profirió, presuntamente, una blasfemia contra Mahoma. Lo único que hizo Bibi fue defender que Jesús no estaría de acuerdo con las provocaciones de estas mujeres. Asia no tuvo ni siquiera el derecho de poder defenderse en el juicio. Según la versión del clérigo musulmán, Bibi había blasfemado deliberadamente contra el Profeta y el sagrado libro del Corán. Antes de que llegara la Policía a detenerla, «decenas de vecinos vinieron a mi casa y amenazaron con matarnos si no nos convertíamos al Islam», nos explicó entonces el marido de la condenada. Durante estos tres años, la familia de Bibi ha esperado a que se haga Justicia. Pero todo aquel que ha intentado ayudarla en Pakistán lo ha pagado muy caro.

El primero en apoyar su inocencia fue el gobernador de Punjab, Salman Taseer, asesinado por su guardaespaldas el 4 de enero de 2011. Poco después, el ministro de Minorías del país, el cristiano Shahbaz Bhatti, también fue asesinado por unos islamistas por defender su inocencia.