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Juan Antonio Reig Plà

Dos signos de la Providencia

La Razón
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Todo parece ya preparado para el anuncio de la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Ambos con sus características singulares y diferentes han sido signos o señales concretas de la Providencia de Dios que gobierna la historia. A la modernidad que endiosa la razón y a la postmodernidad que enaltece el emotivismo les resulta difícil aceptar la presencia de Dios en la historia de los hombres. A la razón moderna porque se reafirma desde el cientificismo con autonomía radical, y al sentimiento postmoderno porque es incapaz de construir más allá de las emociones puntuales una historia encaminada hacia la plenitud humana.

Juan XIII, desde su sencillez y espiritualidad clásica y conservadora, ha sido el Papa bueno cuyo espíritu estaba abierto a dejarse sorprender por el Espíritu Santo. Su magisterio muy centrado en la Iglesia (Mater et magistra) y en la construcción de la paz (Pacem in terris) le llevó a impulsar el acontecimiento eclesial más importante del siglo pasado: el Concilio Vaticano II. A través de este acontecimiento se hacía patente la Providencia de Dios invitando a los pueblos a volver la mirada hacia Cristo presente en la Iglesia (Lumen gentium) para la salvación del mundo (Gaudium et spes).

Juan Pablo II, curtido entre los grandes totalitarismos (nazismo y comunismo) ha sido la voz de la Providencia divina que centró el postconcilio en Cristo (Redemptor hominis) y en la antropología adecuada expuesta en sus Catequesis sobre el amor humano y en su afán por defender la dignidad de la vida humana (Evangelium vitae), el valor central del matrimonio y el bien social de la familia (Familiaris consortio).

Ambos, a su modo, nos han recordado que el misterio del hombre sólo se esclarece a la luz de Cristo y que sin Dios no es posible salvaguardar los derechos del hombre.

Las encíclicas sociales del Papa Juan Pablo II (Laborem exercens, Sollicitudo rei socialis y Centesimus annus) y sus palabras pronunciadas en los cinco continentes han sido como lluvia del cielo para esta tierra extenuada que es nuestro mundo. Juan XIII ha sido fiel a su lema «Oboedientia et pax». Juan Pablo II confió todo su ministerio a la Santísima Virgen María «Totus tuus». La canonización de los dos papas servirá de estímulo y de consuelo para quienes, sedientos de Dios, esperamos el alivio del Cielo.