Ereván

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El Papa Francisco durante su visita a Armenia.
El Papa Francisco durante su visita a Armenia.larazon

En su segundo día en Armenia, el Papa Francisco visitó el memorial del genocidio, un acontecimiento que «no sólo es oportuno, sino imprescindible recordar». «La memoria es fuente de paz y de futuro», explicó.

«Que no se repita nunca más». Así de contundente se mostró ayer Francisco durante la visita que realizó al memorial del genocidio que acabó con la vida de unos dos millones de cristianos armenios en 1915. El emotivo recuerdo a las víctimas que cayeron a manos de los otomanos es, junto con el ecumenismo, una de las principales razones que han llevado al Papa argentino a estas tierras durante tres días.

«Aquí rezo, con dolor en el corazón, para que nunca más haya tragedias como ésta, para que la humanidad no olvide y sepa vencer con bien el mal; Dios conceda al amado pueblo armenio y al mundo entero paz y consuelo. Que Dios custodie la memoria del pueblo armenio. La memoria no debe ser diluida ni olvidada; la memoria es fuente de paz y de futuro», escribió Francisco en el libro de honor del monumento del Metz Yeghern («el Gran Mal») o genocidio armenio.

Este lugar llamado Tsitsernakaberd se encuentra en la capital del país, Ereván, junto al Museo del Genocidio Armenio y su nombre significa «fortaleza de las golondrinas pequeñas».

Acompañado de su séquito y de diversas autoridades civiles y religiosas, entre ellas el presidente del país, Serzh Sargsián, y el líder de la Iglesia Armenia, Catholicós Karekin II, Francisco depositó una corona de flores blancas y amarillas, los colores vaticanos. Allí, el Pontífice rezó unos segundos en silencio por los fallecidos en el genocidio, al mismo tiempo que una banda de música interpretaba el himno del Vaticano.

El homenaje se completó cuando Francisco se dirigió al lugar de la «llama eterna», un recinto circular en donde dejó una rosa blanca, mientras que el presidente y el Catholicós dejaron rosas rojas. De nuevo, el Papa elevó una oración personal en silencio, tras lo cual se inició la liturgia preparada para la ocasión en la que se realizaron peticiones por el recuerdo de las víctimas.

Además de las palabras escritas en el libro, las únicas que pronunció el Papa fueron las de una solemne oración para pedir la intercesión a Dios de «todos tus santos» y «de aquellos de quienes hoy es la memoria».

Antes de abandonar el lugar, Bergoglio conversó con un grupo de descendientes de unos 400 niños armenios que fueron escondidos por el Papa Benedicto XV en la residencia veraniega de los Pontífices en Castelgandolfo, a las afueras de Roma.

El monumento que recuerda a los mártires del país caucásico cuenta con una estela de 44 metros de alto que simboliza el renacer de los armenios y se encuentra junto a doce losas de basalto que representan las doce provincias perdidas en el actual territorio de Turquía. Entre estas losas se ubica la «llama eterna» que, como su nombre indica, hace perdurar en el tiempo y en el espacio la memoria de la masacre. Además, el complejo monumental tiene una muralla en la que están inscritOs los nombres de las ciudades y aldeas armenias en las cuales se ejecutaron a las víctimas.

El Pontífice celebró poco después de esta significativa visita una multitudinaria misa en la ciudad de Gymri, donde tiene su sede la Iglesia católica en el país, en la que volvió a hablar de la tragedia para pedir a los armenios no dejarse llevar por la venganza. Para ello dividió su homilía en lo que llamó «tres pilares» sobre los que «edificar y reconstruir» la vida del cristiano. Estos son la «memoria, la fe y el amor concreto».

A los fieles les pidió no olvidar que, «incluso en medio de tremendas dificultades», Dios «se ha acordado de vuestra fidelidad al Evangelio, de las primicias de vuestra fe, de todos los que han dado testimonio, aun a costa de la sangre, de que el amor de Dios vale más que la vida», señaló.

A su vez, advirtió de la tentación de considerar la fe «como algo del pasado, como algo importante, pero perteneciente a otra época, como si la fe fuera un libro miniado para conservar en un museo». Respecto al amor, aseguró que «es la tarjeta de visita del cristiano» y denunció que «otras formas de presentarse son engañosas e incluso inútiles, porque todos conocerán que somos sus discípulos si nos amamos unos a otros».

En un evidente mensaje hacia la concordia, el Papa Francisco aseguró además que «estamos llamados, ante todo, a construir y reconstruir, sin desfallecer, caminos de comunión, a construir puentes de unión y superar las barreras que separan».

Por la tarde, ya en Ereván, el Papa volvió a referirse al genocidio armenio para afirmar que recordar las masacres «no es sólo oportuno, sino necesario». «No dejo de pensar en las pruebas terribles que vuestro pueblo ha experimentado. Apenas ha pasado un siglo del Gran Mal que se abatió sobre vosotros. Ese exterminio horrible y sin sentido», recordó.

Ante miles de armenios en el centro de la capital, añadió: «Este trágico misterio de iniquidad que vuestro pueblo ha experimentado en su carne permanece impreso en la memoria y arde en el corazón. (...) Vuestros sufrimientos nos pertenecen». Para Francisco, recordar los acontecimientos más trágicos sirve como «advertencia en todo momento, para que el mundo no caiga jamás en la espiral de horrores semejantes».