Francisco, nuevo Papa
El Papa Misionero
El testimonio de aquel misionero fue suficientemente elocuente para justificar la visita, a todas luces inopinada, del Papa. Juan Pablo II había desafiado no pocos riesgos para llegar a un lugar escondido de África. Cuando se le preguntó sobre esta visita, su respuesta no admitía duda: «El Papa ha venido a confirmar en la fe a quienes trabajamos en estos lugares recónditos de la tierra. Ha venido a decirnos con su presencia que es verdad lo que estamos haciendo». Es un gesto más del compromiso misionero del Papa. Desde el 30 de noviembre, fecha del primer documento misionero – la carta Maximun Illud de Benedicto XV– hasta el día de hoy ha sido numeroso el Magisterio Pontificio sobre la actividad misionera de la Iglesia. La doctrina está clara y el camino es evidente, aunque no por ello seguimos necesitando nuevas luces para dar respuesta a los actuales requerimientos del anuncio del Evangelio.
Juan Pablo II y Benedicto XVI han sumado a este magisterio sus viajes a muchos territorios de misión. Se han hecho presentes con su palabra y su testimonio en los ámbitos territoriales donde la fe cristiana está aún en sus comienzos, y donde la labor de los misioneros es absolutamente imprescindible para el nacimiento y la consolidación de las comunidades cristianas. Su presencia también ha roturado otros ámbitos sociales y culturales no menos necesitados del anuncio kerigmático de la fe. A la palabra han sumado el testimonio de su presencia. Han sido los primeros misioneros, junto a tantos otros testigos de la fe que, en su momento, la Iglesia les envió a hacer presente el amor de Dios.
Desde el umbral mismo de este nuevo Pontificado se vislumbra en el horizonte la silueta de quien ha sido constituido como nuevo Pastor de la Iglesia. Su rostro, su mirada, sus expresiones, su modo de hacer serán distintos a los de sus predecesores, pero el encargo recibido es el mismo: «Id y anunciad...», e inalterable la tarea encomendada. «Dadles vosotros de comer...» Porque el mandato misionero no ha perdido actualidad. Estamos seguros de que su nuevo ardor, sus nuevas expresiones e, incluso, sus nuevos métodos serán un revulsivo para fortalecer en la fe a quienes están en la frontera de la misión. Sus palabras iniciales apunta en esta dirección. La Iglesia está llamada a salir de sí misma para ir a la otra orilla y el Papa, como buen pastor, se ha puesto a la cabeza. Sólo resta que quienes somos confirmados por él en la fe, demos razón de nuestra esperanza a quienes se encuentran construyendo con nosotros el Reino de Dios. Quienes trabajamos en el servicio Pontificio de las Obras Misionales nos ponemos a su disposición para que la Palabra de Dios llegue a todos los hombres, a través de los misioneros que están en la otra orilla.
* Director de Obras Misionales Pontificias
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