Religion

El Papa pide ir en contra del egoísmo

Francisco, durante el Vía Crucis frente al Coliseo de Roma
Francisco, durante el Vía Crucis frente al Coliseo de Romalarazon

Francisco vive el Viernes de Pasión en una ceremonia en la que se dirigió a los jóvenes para recordarles que hay que mezclarse con el sufrimiento y la marginación como camino hacia Jesús.

El papa Francisco tildó de "vergüenza"que la actual generación "deje a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y las guerras", durante su oración en la celebración del Via Crucis de Viernes Santo frente al Coliseo de Roma.

El pontífice, como es tradición, acudió ante el Anfiteatro Flavio e invocó a Jesús de Nazaret: "Nuestra mirada está dirigida a ti, llena de vergüenza, arrepentimiento y esperanza", proclamó ante cientos de fieles que le escuchaban en recogimiento.

"Vergüenza porque nuestras generaciones están dejando a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y las guerras; un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los débiles, los enfermos y los ancianos son marginados", denunció el pontífice.

Antes de regresar, no obstante, el paso ha parado ante el Convento de las Trinitarias, desde una de cuyas ventanas le han cantado las monjas.

Aunque para muchas personas la Semana Santa es sinónimo de descanso, para la mayoría de los católicos no es así. Mucho menos para el Papa que esta tarde ha presidido la celebración de la Pasión del Señor y en la noche presidirá el tradicional Via Crucis en el Coliseo romano, símbolo de los mártires cristianos.

Es la única ceremonia en la que el Pontífice no interviene con su palabra, puesto que el que toma la palabra cada año en su lugar es el Predicador de la Casa Pontificia, el fraile capuchino Rainiero Cantalamessa. Silencio total en los miles de fieles, sacerdotes, cardenales y el Papa Francisco, que escucharon la reflexión del fraile sobre el momento en el que Cristo es crucificado y cómo testigo de ellos fue Juan, el discípulo más joven. Como todos los Viernes Santo, uno de los momentos más emotivos de la celebración fue cuando el Papa se postró en el suelo ante la cruz como signo de adoración a los pocos minutos de comenzar la ceremonia. Revestido con una casulla de color rojo que representa la sangre del martirio, Francisco realizó este gesto frente al altar de la basílica y permaneció en oración durante varios minutos. Después fue ayudado a levantarse por dos ceremonieros pontificios y comenzó la liturgia de la Palabra. El Papa escuchó con extremo recogimiento interior la primera lectura, el salmo responsorial y el Evangelio de la Pasión, cantado por tres diáconos.

«¿Por qué esta omnipresencia del Crucificado en nuestras iglesias, en los altares y en cualquier lugar frecuentado por cristianos?», se preguntó el fraile en su predicación. Cantalamessa recordó entonces que «Dios es amor», y «sólo en la cruz se hace manifiesto hasta dónde se abre paso esta capacidad infinita de auto-donación de Dios».

El capuchino quiso poner de relevancia «la presencia en el Calvario del discípulo que Jesús amaba», el joven Juan, y recordó que en la Iglesia este año los jóvenes serán protagonistas con el Sínodo de obispos que se celebrará el próximo octubre. «Tenemos todos los motivos para creer que Juan se adhirió a Jesús cuando todavía era bastante joven», fue «un encuentro personal, existencial», añadió.

«Justamente nos esforzaremos en este año por descubrir qué espera Cristo de los jóvenes, qué pueden dar a la Iglesia y a la sociedad. Lo más importante, sin embargo, es otra cosa: es hacer conocer a los jóvenes lo que Jesús tiene que aportarles. Juan lo descubrió estando con él: vida en abundancia, alegría plena», apuntó.

El predicador hizo suya el llamamiento de Francisco a evangelizar a los jóvenes, algo posible porque «Él está resucitado; es una persona viva, no un personaje». A su vez, alertó de los peligros que encierra el mundo actual, y recordando unas palabras del evangelista, aseguró que «mezclarse con este mundo del sufrimiento y de la marginación es, paradójicamente, el mejor modo de separarse del mundo, porque es ir allá donde el mundo evita ir con todas sus fuerzas. Es separase del principio mismo que rige el mundo, es decir, el egoísmo».

Dirigiéndose directamente a los jóvenes, pidió «ir contracorriente», a una «dirección opuesta» que «para nosotros, no es un lugar, es una persona, es Jesús nuestro amigo y redentor».

Según el fraile, esto conlleva «salvar el amor humano de la deriva trágica en la que ha terminado: el amor que ya no es don de sí, sino sólo posesión –a menudo violenta y tiránica– del otro». «Es necesario prepararse para donarse totalmente uno mismo a otra criatura en el matrimonio, o a Dios en la vida consagrada, empezando por donar el propio tiempo, la sonrisa y la propia juventud en la familia, en la parroquia, en el voluntariado», expresó.