Ciudad del Vaticano

El Sínodo de Obispos, el nuevo «parlamento» de la Iglesia

El Santo Padre, ayer, en la plaza de San Pedro, la cual recorrió durante casi una hora a bordo del Papamóvil
El Santo Padre, ayer, en la plaza de San Pedro, la cual recorrió durante casi una hora a bordo del Papamóvillarazon

El Sínodo de los Obispos va a ser la primera organización de la Santa Sede en ser reformada por el Papa Francisco. En las reuniones entre el Pontífice y los ochos purpurados del «Consejo de Cardenales» que concluyen hoy, se ha tratado la necesidad de cambiar esta institución para que deje de ser un lugar de debate poco fructífero y se convierta en una verdadera caja de resonancia de las inquietudes de los obispos de todo el orbe católico, a la que el Papa pueda acudir para escuchar y pedir consejo. Se pretende que sea un auténtico órgano colegial.

Francisco ha dado varias indicaciones en los últimos meses de que quería cambiar este organismo. En junio, cuando recibió a los miembros del Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, ya dijo que iba a sufrir cambios para «favorecer aún más el diálogo y la colaboración» entre los prelados y entre ellos y el Pontífice. En esta línea reformista hay que entender la reciente sustitución en su Secretaría, que deja el croata Nikola Eterovic y asume el italiano Lorenzo Baldisseri.

Fue el portavoz vaticano, Federico Lombardi, quien confirmó ayer que esta reforma estaba entre las primeras tratadas en las reuniones del Papa con el Consejo de Cardenales. La urgencia viene dada porque Francisco quiere organizar cuanto antes un Sínodo, que podría estar dedicado a la pastoral de la familia, y cree necesario aclarar su nueva estructura antes de la convocatoria. Dentro de pocas semanas se espera que el Pontífice haga públicos cuáles son sus planes para esta institución vaticana.

Según informó Lombardi, otro de los asuntos tratados en estos días de reuniones ha sido la reforma de la Curia romana, en particular la relación entre los distintos dicasterios vaticanos y entre éstos y la Secretaría de Estado. «Se trata de temas muy amplios y el resultado de las conversaciones podría verse a largo plazo. No debemos esperar conclusiones decisivas en estas primeras reuniones», comentó el portavoz, quien insistió de nuevo en que las reformas irán llegando a lo largo de un camino de discernimiento que no será corto. La gran cantidad de propuestas recogidas por los miembros del Consejo de cardenales prolongará aún más los tiempos. Los debates, explicó Lombardi, comenzaron con una reflexión teológica y eclesiológica sobre lo que supuso para la Iglesia el Concilio Vaticano II.

En uno de los pocos momentos de trabajo de estos días en que no estuvo reunido con los miembros del Consejo de Cardenales, el Pontífice se dio un baño de masas en la habitual audiencia general de los miércoles. Ante las miles de personas congregadas en la plaza de San Pedro y en la Vía de la Conciliazione, el Papa comentó que la santidad de la Iglesia le hace acoger siempre a los pecadores. Entre ellos se encuentran todos los mortales: «Sacerdotes pecadores, monjas pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, Papa pecador. Todos. ¿Cómo puede ser santa una Iglesia así?».

Él mismo respondió a esta pregunta en una intervención muy articulada y que luego, resumida en las distintas lenguas, explicaba el por qué de la santidad de la comunidad cristiana: «La Iglesia es santa porque Dios es Santo, es fiel y no la abandona nunca al poder de la muerte y del mal; es santa porque Jesucristo, el Santo de Dios, se ha unido a ella indisolublemente; es santa porque el Espíritu Santo la purifica, la transforma y la renueva constantemente; es santa, no por nuestros méritos, sino porque Dios la hace santa».

A continuación le pidió a todos los católicos que aspirasen a la santidad, lo que «no consiste en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar que Dios obre en nuestras vidas con su Espíritu, en confiar en su acción que nos lleva a vivir en la caridad, a realizar todo con alegría y humildad, para mayor gloria de Dios y bien del prójimo». «Ustedes pueden ser santos», dijo el Papa a modo de despedida.