Francisco, nuevo Papa
El voto italiano clave para los 2/3
Francisco, que habría logrado 30 votos en el primer escrutinio, se ganó su apoyo por el rechazo a la teología de la liberación
Jorge Mario Bergoglio superó con creces los 77 votos necesarios para convertirse en el sucesor de Benedicto XVI. Tras la quinta votación, la última del segundo día del cónclave, cuando se alcanzaron las dos terceras partes de las papeletas necesarias.
Jorge Mario Bergoglio superó con creces los 77 votos necesarios para convertirse en el sucesor de Benedicto XVI. Tras la quinta votación, la última del segundo día del cónclave, cuando se alcanzaron las dos terceras partes de las papeletas necesarias, los cardenales empezaron a aplaudir y a congratularse porque tenían ya un nuevo obispo de Roma. El recuento, sin embargo, no había terminado y tuvo que retomarse cuando volvió el silencio en la Capilla Sixtina, según confirmaron ayer varios purpurados, como el estadounidense Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, y el brasileño Odilo Scherer, arzobispo de Sao Paulo.
Bergoglio ya se olía desde el pasado martes, el primer día del cónclave, que podría lograr los votos de la mayoría de los electores. Thomas Rosica, viceportavoz de la Santa Sede, contó ayer que se encontró con el todavía arzobispo de Buenos Aires en la noche del martes y que éste, visiblemente nervioso, le pidió que «rezara por él». Elisabetta Piqué, periodista del diario argentino «La Nación», escribió ese día que Bergoglio podría haber logrado 30 votos en el primer escrutinio del cónclave y que se avecinaba un efecto llamada que le podría colocar en el solio pontificio.
Francisco logró el respaldo de la inmensa mayoría de los cardenales de fuera de Europa, quienes tenían una idea clara de cómo querían que fuese el sucesor de Benedicto XVI: con experiencia pastoral fama de santidad y con capacidad para renovar la Curia romana y llevarle aires nuevos. El canadiense Thomas Collins, arzobispo de Toronto, hacía ayer este retrato robot de cómo había sido el Papa que buscaban en el cónclave. Su descripción excluía a varios de los presentes en todas las quinielas de papables, como el italiano Angelo Scola, arzobispo de Milán.
Aunque los purpurados insistían en que la geopolítica se queda fuera de la Capilla Sixtina, sí que buscaron un Papa no europeo. «Los tiempos estaban maduros para elegir un obispo de Roma que no fuera del Viejo Continente», comentaba Dominik Duka, arzobispo de Praga. El español Santos Abril y Castelló apuntaba que al elegir a un Pontífice latinoamericano se intentaba que estuviera mejor representada en el gobierno de la Iglesia universal la zona del mundo donde vive la mitad de los católicos. Esta mayor identificación puede resultar muy útil para el que es hoy el gran caballo de batalla de la Iglesia, la nueva evangelización. «Muchas más personas pueden estar más dispuestas a volver a interesarse por la Palabra de Dios con el nuevo Papa. Pueden sentirlo como que es más suyo», decía Abril y Castelló.
Bergoglio habría logrado convencer a una parte de los purpurados italianos, los más numerosos del Colegio, porque no representaba una apuesta arriesgada en lo doctrinal. Su sostén era imprescindible para alcanzar las dos terceras partes de los votos. Se los ganó por su manifiesto rechazo de la teología de la liberación, unido a su vocación por los más desfavorecidos y su sencillez. La demostró incluso después del cónclave, cuando rechazó la limusina que le esperaba para volver a la Domus Santa Marta, prefiriendo tomar el autobús con los otros cardenales.
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