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Fernando Sebastián: «Nunca me preocupó ser cardenal»

El emérito de Pamplona, décimo cardenal español

Fernando Sebastián: «Nunca me preocupó ser cardenal»
Fernando Sebastián: «Nunca me preocupó ser cardenal»larazon

En el momento en el que el Papa pronunció su nombre desde la ventana de los apartamentos pontificios, su móvil comenzó a recibir llamadas. Sin respuesta. No en vano, Fernando Sebastián estaba en el altar de la catedral de Málaga concelebrando la eucaristía con el obispo diocesano Jesús Catalá. En un momento de la misa, Catalá le pidió permiso para anunciar a los feligreses la buena nueva. La reacción del arzobispo emérito de Pamplona fue inmediata: «¿Qué noticia?». «La de su nombramiento como cardenal», le respondió.

Con una alegría comedida, recibió la enhorabuena de su hermano en el Episcopado. Fue sólo la primera. «Al llegar a la sacristía ya tenía el teléfono lleno de llamadas. Los primeros en felicitarme han sido los malagueños congregados en la catedral que estaban celebrando conmigo». A partir de ahí, el teléfono no pararía a lo largo del día. Roma, Madrid, Pamplona... Todos aquellos lugares donde tuvo un gesto, una palabra, una misión.

El nombramiento como purpurado le llega con 80 años, lo que le impide formar parte de un futuro cónclave. Algo que no le preocupa. Quizá, porque Francisco busca en él esa voz de consejo, la misa que acompañó al cardenal Tarancón durante todos los años de la Transición, esa en la que ambos buscaban la manera de que la imagen de la Iglesia no estuviera ligada a la etiqueta de «franquista». Aunque si algo no le ha preocupado precisamente al claretiano aragonés es que le encajaran en uno u otro grupo.

En aquellos primeros años de responsabilidades episcopales algunos le tachaban de «progre» por ser el interlocutor directo con el Gobierno socialista de Felipe González con el que negoció de primera mano los acuerdos Iglesia-Estado. No en vano, sus años como secretario general de la Conferencia Episcopal fueron más que fructíferos en lo que negociaciones políticas y aporte a la estabilidad social del país se refiere. Más tarde, otros le calificarían de conservador cuando abordó de su puño y letra el problema de los nacionalismos en el documento de referencia del Episcopado «Orientaciones morales ante la situación de España». No le tembló en pulso. Ni en ese cometido, pero tampoco cuando les planteó a los obispos vascos que si había un muerto en un atentado oficiaría el funeral. Y así lo hizo, cada vez que su diócesis sufría un envite de la banda terrorista, lo dejaba todo para acudir a los cuarteles de la Benemérita que eran atacados.

Esa misma firmeza de convicciones le llevaba a dialogar con los sacerdotes navarros que veían en él una amenaza. «A uno le dije muy claramente que a mí me nombraba el Papa, no el Gobierno», y planteó a los curas que ejercían presión contra él con una filosofía clara: «A mí me preocupaba no que hubiera algunos curas más o menos nacionalistas, sino que la mentalidad nacionalista influyera en criterios y actuaciones eclesiales». Su profunda humildad y exquisitez fue la que le llevó a dejar Pamplona una vez que tomó el relevo en la diócesis Francisco Pérez.

Un preciado bagaje

Con esa experiencia acumulada a las espaldas y un bagaje intelectual del que pocos prelados pueden presumir en nuestro país, vive su nueva etapa malagueña. Alejado de las responsabilidades, pero no del mundo. Cada día revisa la prensa en su iPad desde la Casa Diocesana de Espiritualidad donde reside. Allí comparte conversaciones con el emérito de la diócesis andaluza, Antonio Dorado. Y desde este lugar –que no retiro, pues continúa dando conferencias y dirigiendo ejercicios espirituales– espera trabajar para este nuevo cometido que le encarga la Iglesia: «Yo tengo que seguir siendo el mismo y seguir viviendo de la misma manera. Aunque supongo que sí tendré algunas obligaciones en relación con el Papa, como es el asistir a algunos actos en Roma, pero la verdad es que todavía no lo sé muy bien porque no me había preocupado para nada de semejante hipótesis y aún no he tenido tiempo de hacerlo desde que me lo han anunciado».

De Francisco, el Papa que le entregará la birreta, destaca su sencillez, honestidad y una capacidad comunicativa que para él es reflejo «de la alegría del Concilio». Pero, sobre todo, Fernando Sebastián tiene para el Obispo de Roma la palabra que más repitió en el día de ayer: «Gracias». «Siento agradecimiento al Santo Padre por este gesto de estima, gratuito, que yo no tengo ningún mérito para recibir, y también quiero agradecerlo al Señor y pedirle la gracia de seguir en su servicio mientras esté en este mundo», comenta.