JMJ de Río
Francisco no quiere una Iglesia «restauracionista»
El Papa Francisco aprovechó hasta el último minuto de su estancia en Río de Janeiro. Pocas horas antes de tomar el avión que lo llevó de vuelta a Roma, el Pontífice se reunió con el comité de coordinación de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (Celam), encabezado por su presidente, el mexicano Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla. En un encuentro que no estaba previsto en el programa inicial y que fue introducido por petición papal, Francisco se vio con 45 obispos representantes de las 22 conferencias episcopales latinoamericanas. El Papa Bergoglio, quien ejerció un papel destacado en el Celam cuando era arzobispo de Buenos Aires, aprovechó la reunión para ahondar en su proyecto de Iglesia, denunciando algunos de sus más graves problemas.
Al hablar de las «tentaciones» en las que puede caer la comunidad eclesiástica, destacó la «ideologización del mensaje evangélico». Entre ellas, la «más fácil de descubrir» es el «reduccionismo socializante», que se manifiesta en los campos más variados, pasando del liberalismo de mercado hasta el marxismo. La teología de la liberación es hija de esta última interpretación. También habló Francisco de la «ideologización psicológica», evidente a través de la autorreferencialidad en la que tantas veces cae la Iglesia, y de los brotes de «restauracionismo».
No aferrarse al pasado
«Ante los males de la Iglesia se busca una solución sólo en la disciplina, en la restauración de conductas y formas superadas que, incluso culturalmente, no tienen capacidad significativa», denunció. En América Latina es evidente en algunas nuevas congregaciones religiosas, de ideología casi fundamentalista. «Basta con recuperar el pasado perdido», pidió Francisco.
Otra «tentación» de la Iglesia es la de pensar sólo con una lógica funcionalista, lo que la lleva a convertirse en una ONG. «Esta concepción no tolera el misterio, va a la eficacia. Lo que vale es el resultado constatable y las estadísticas. De aquí se va a todas las modalidades empresariales de Iglesia. Constituye una suerte de ''teología de la prosperidad'' en lo organizativo de la pastoral», lamentó.
La última de las tentaciones de la comunidad cristiana de las que habló el Papa fue el clericalismo. Dijo que en la mayoría de los casos se trata de una «complicidad pecadora», pues «el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo». En opinión de Bergoglio, este fenómeno explica, en gran parte, la «falta de adultez y de cristiana libertad en buena parte del laicado latinoamericano».
Por el contrario celebró la «forma de libertad laical» existente en América Latina por medio de la religiosidad popular. «Aquí se ve una mayor autonomía, sana en general, y que se expresa fundamentalmente en la piedad popular». El Documento de Aparecida, al que tanto se ha referido durante su estancia en Brasil, describe esta forma de religiosidad de manera profunda. «La propuesta de los grupos bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los consejos pastorales va en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la responsabilidad laical», manifestó.
No sólo hubo crítica en la alocución de Francisco. La terminó proponiendo una serie de ideas para superar esta situación. Pidió a los católicos que acudan a las periferias y a los sacerdotes y obispos que hagan de la cercanía a los fieles una máxima en su labor pastoral. Los invitó en particular a que reflexionen sobre sus homilías: «Una piedra de toque para calibrar la cercanía y la capacidad de encuentro de una pastoral es la homilía. ¿Qué tal son nuestras homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro Señor, que ''hablaba como quien tiene autoridad'' o son meramente preceptivas, lejanas, abstractas?». También pidió a los obispos que «conduzcan» pero no sean unos «mandones» y les ofreció su perfil ideal: «El sitio del obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su olfato para encontrar nuevos caminos».
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