Roma
Frente a la Revolución francesa, una Iglesia más libre
El cónclave del que salió elegido Pío VII duró más de tres meses y se celebró en Venecia
Por circunstancias ajenas a sus respectivas personas Pío VI (1775-1799) y su sucesor, Pío VII (1800-1823) acabaron siendo claves en la historia de los cónclaves. Pío VII fue elegido en el Quirinal. Los cardenales, ante el temor de enfermar y ante las escasas comodidades que los palacios apostólicos ofrecían al colegio cardenalicio, decidieron abandonar el Vaticano para trabajar más tranquilos y seguros en la colina del Quirinal, actual residencia del Presidente de la República italiana.
La segunda mitad del dilatado pontificado del Papa Braschi estuvo altamente condicionada por los efectos y consecuencias de la Revolución Francesa. Antes de que Roma, la capital de la Iglesia, fuese proclamada República, el Papa se vio obligado a refugiarse en la Cartuja del Galluzo en Florencia. Meses más tarde, «secuestrado» por el mismo Napoleón, moría en Valencia, en junio de 1799, abandonado de todos. Era el primer papa de los tiempos modernos que fallecía lejos de su sede. No fueron pocos los que ante la pujanza del neogalicanismo y del llamado episcopalismo católico, pensaron que el papismo había terminado.
Dos años antes de su muerte, Pío VI había publicado la bula Christi Ecclesiae regendae munus. Previendo lo que podría suceder en tan calamitosos tiempos, el papa y sus colaboradores se adelantaron a los acontecimientos. Si por razones de seguridad no era posible reunir el cónclave en Roma, correspondía al colegio cardenalicio, siempre bajo la dirección de su decano, decidir el lugar y el tiempo del cónclave. Éste debía celebrarse dentro del territorio de un estado católico.
Confirmada la necesidad de la mayoría tradicional de los dos tercios de los votos a la hora de elegir un nuevo papa, se insistía por medio de una nueva bula en la responsabilidad que asistía a los cardenales electores y en la necesidad de entablar negociaciones abiertas entre ellos para llevar a buen puerto su elección.
Frente a la insinuante y recurrente invitación del emperador austriaco, el nuevo cónclave se organizó en el monasterio benedictino de San Giorgio de Venecia, territorio dependiente de Austria.
El cónclave del que saldría elegido el benedictino Chiaramonti, quien adoptaría el nombre de su antecesor, el futuro Pío VII, fue largo. Duró tres meses y medio. Frente al veto de austriacos, franceses y españoles, gracias a la habilidad del secretario del cónclave Ercole Consalvi, salió elegido el ilustrado y tachado de jansenista, el arzobispo de Imola, asiduo lector de la Encyclopédie y sagaz por su capacidad de discernimiento.
Entre los méritos del nuevo Papa y de su secretario de estado, Consalvi, cabe destacar la firma el año 1801 del Concordato de la Santa Sede con la Francia revolucionaria. Pese a los inconvenientes de su accidentada redacción y frente a las alteraciones que pocos días después sufriría, el nuevo Concordato, modelo de los que se firmarían a lo largo del siglo XIX, reconocía inesperada e implícitamente el primado del Papa. El Papa era el único representante de la Iglesia universal. Su autoridad máxima.
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