Roma
Infancia Misionera, una apuesta de futuro
Esta obra de la Iglesia saca adelante más de 3.000 proyectos al año en todo el planeta
Más de 4.000 proyectos de ayuda a los niños de los cinco continentes, sobre la mesa de las Obras Misionales Pontificias. «Nos llegan más iniciativas de las que podemos financiar. Aun así, estamos ante un trabajo ilusionante y sacamos adelante unas 3.000 propuestas», explica la secretaria general de Infancia Misionera en Roma, Baptistine Ralamboarison, que ayer estuvo en Madrid para presentar esta jornada de animación que la Iglesia celebra el próximo 27 de enero. «Los principales proyectos son aquellos que van dedicados a la educación, así como a la salud. Pero lo más importante es que los niños que reciben esa ayuda son conscientes de que no es sólo una obra de caridad. Si a ellos les ayudan hermanos de una Iglesia como la española, saben que ellos pueden corresponderles con su oración», aclara Ralamboarison. Así, los niños españoles aportaron el pasado años 2,3 millones de euros para este fin.
Y mientras, desde Roma estudian cada uno de los proyectos a los que van destinados los 15,1 millones de euros de los que dispone la Infancia Misionera; sobre el terreno son los misioneros quienes ven de primera mano las necesidades de los más pequeños. «Los niños son un don, un regalo de la vida. Pero en las sociedades de subsistencia, son considerados mano de obra y, como tal, tienen que ganarse su lugar en la familia», denuncia Marta Barral, que coordina un centro diocesano de enfermos de sida en Chad. «En África, antes de cumplir los cinco años, tienen mucho que batallar para que se cuente con ellos en la sociedad debido a la alta mortalidad».
El reto es aún mayor con aquellos que han contraído el VIH. «Nuestro programa garantiza la cobertura sanitaria, pero también realizamos un seguimiento para asegurarnos de que siguen en las escuelas, además de un acompañamiento personal para que no se sientan excluidos, sino valorados».
«Nosotros trabajamos desde el aula por una educación integral de los niños y jóvenes», relata Antonio López García-Nieto, religioso del Sagrado Corazón, que está al frente de un colegio en la isla de Tanna, al sur del archipiélago de Vanuatu (Oceanía). Uno de los retos con los que se enfrenta es cómo profundizar más sobre la fe en una región donde no conocieron el cristianismo hasta mediados del siglo XX. «Otro desafío que se nos presenta ahora es cómo enseñarles a vivir en plenitud ante una realidad cambiante, pues de forma muy rápida están pasando de una sociedad tradicional a un mundo global con el consumismo por bandera», comenta sobre una isla con 230.000 habitantes, de los que 68.000 son menores en edad escolar.
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