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La lección del Papa a España: «No olvidéis vuestra historia»

Francisco alerta del peligro de «arrinconar a Dios en la vida privada» en su primer encuentro con los obispos españoles. El Santo Padre ensalza el trabajo de Cáritas

El Papa Francisco (izda) escuchando al presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela
El Papa Francisco (izda) escuchando al presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varelalarazon

La visita «ad limina apostolorum», que comenzaron los obispos españoles el lunes 24 de febrero y que concluirá el sábado, alcanzó ayer su momento culmen con la audiencia que el Papa Francisco mantuvo en el Palacio Apostólico con los 83 pastores de nuestro país. En el discurso que les entregó, el Pontífice pidió una Iglesia en «verdadero estado de misión permanente» y volcada con los alejados de la fe y, en particular, con los niños. Para ello propuso una «atención particular» al proceso de iniciación de la vida cristiana, teniendo en cuenta que la fe no es «una mera herencia cultural, sino un regalo, un don que nace del encuentro personal con Jesús y de la aceptación libre y gozosa de la nueva vida que nos ofrece». El Papa comenzó recordando la próxima celebración del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús, motivo por el cual ha sido invitado a visitar nuestro país en 2015, y lamentando los reveses que, a su juicio, sufre hoy la Iglesia española. «Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia», les dijo a los obispos.

Les pidió que no ahorrasen esfuerzos para abrir «nuevos caminos al Evangelio», recordándoles que debían escuchar a todos «de corazón a corazón, con ternura y misericordia», buscando así «lo que verdaderamente une y sirve a la mutua edificación». «Nadie puede quedar excluido de la viña del Señor», advirtió. Para ello el obispo no debe estar ni sentirse solo. Ha de tener los oídos abiertos hacia «la grey, que tiene olfato para las cosas de Dios». A continuación, citó Francisco en quién tiene que apoyarse el pastor de una diócesis para desempeñar con maestría su responsabilidad. Primero debe escuchar a sus sacerdotes, quienes cuentan con la experiencia del «estrecho contacto con los fieles, con sus necesidades y desvelos cotidianos». Luego citó a los religiosos, de quienes destacó su «entrega misionera y apostólica en numerosos campos». Por último habló de los laicos, quienes, desde sus distintas posiciones, «llevan adelante el testimonio y la misión de la Iglesia».

Francisco exaltó el papel de la familia como «lugar nativo de convivencia en el amor, célula originaria de la sociedad, transmisora de vida e iglesia doméstica donde se fragua y se vive la fe». La consideró además un valioso «agente de evangelización», pues irradia «las maravillas que Dios ha obrado en ella» al tiempo que promueve el nacimiento de vocaciones al sacerdocio y a al vida religiosa. Sobre este último asunto, recordó el documento realizado el año pasado al respecto por el episcopado español y dijo que debe ser «absolutamente prioritario» para un obispo. «Ha de ponerlo en su corazón, llevándolo a la oración, insistiendo en la selección de los candidatos y preparando equipos de buenos formadores y profesores competentes», propuso.

No quiso el Papa pasar la ocasión para aplaudir la labor de Cáritas y de otras organizaciones benéficas eclesiales, aún más evidente desde que se inició la crisis económica. «Han merecido gran reconocimiento, de creyentes y no creyentes. Me alegra mucho, y pido al Señor que esto sea motivo de acercamiento a la fuente de la caridad, a Cristo», dijo. Solicitó a los obispos que muestren aprecio y cercanía con quienes dedican su tiempo y su esfuerzo a los desfavorecidos recordando que «el amor y el servicio a los pobres es signo del Reino de Dios que Jesús vino a traer». Para terminar, les pidió que se pusieran al frente de «la renovación espiritual y misionera» de sus Iglesias particulares para que fueran así «hermanos y pastores» tanto de los fieles como de aquellos que nunca lo fueron o que se olvidaron de serlo.