Roma
La noche en blanco con María
El Papa enviará su bendición a los asistentes y organizadores del acto. Hoy se celebra la Gran Vigilia por la que rezarán cerca de 700 conventos de clausura
La crisis de valores y la difícil situación económica que ahogan a la sociedad crean un vacío insufrible en los hombres. Ante esta circunstancia se necesita recurrir a esa fuente de esperanza de la que realmente emana la fe, y no hay mejor fecha en la que hacerlo que en la víspera de la celebración de la jornada en honor de la Inmaculada Concepción. Bajo el lema «Hágase en mí según tu palabra» la Gran Vigilia que se celebra hoy en toda España y Latinoamérica pretende ser una imitación de la postura de la virgen, un «sí» a la voluntad de Dios por parte de cada uno en su vida personal, y también una súplica a la Madre para que toda la humanidad dé igualmente un «sí» a lo que Dios disponga de cada uno en particular. Cerca de 700 conventos de almas contemplativas orarán para conseguir el mejor resultado de estos actos marianos, que se vienen celebrando ininterrumpidamente desde el año 1947, cuando fueron instaurados por el padre Tomás Morales, S. J., actualmente en proceso de canonización en Roma. Los actos marianos comenzaron en Madrid con la reunión de 300 personas en una antigua iglesia de la calle Zorrilla. Se fueron extendiendo por los distintos santuarios de la ciudad y más tarde se expandieron por todo el país.
El Papa Francisco dirigirá a los asistentes y organizadores su Bendición y su mensaje, que este año versará sobre el hecho de «ir saliendo a la calle de la mano de la Virgen en esta dura etapa que estamos viviendo y entender a ésta como fuente de esperanza además de proclamar sin miedo el Evangelio», adelanta Nicolás Arroyo, uno de los organizadores de la Gran Vigilia de la Inmaculada. Más de 50 años disponiendo y estructurando estos actos le llevan a afirmar que «venimos de un invierno y vamos caminando a una primavera real», lo que se traduce en que «está habiendo un despertar clarísimo hacia la fe, hacia las inquietudes religiosas». Para Arroyo, esta Vigilia es no menos que milagrosa, pues en ella ha visto «conversiones sorprendentes: desde gente de mediana y avanzada edad que hace años que no se encontraba con Dios y termina la misa llorando, postrada ante la virgen para pedir por su alma, hasta numerosos jóvenes que quieren hacerse fuertes en el ejercicio de la fe». Lo que diferencia a esta celebración de la Eucaristía del resto de las que se suceden cada día entre los fieles es que aquí «la virgen llama a la conversión, a la asistencia, al encuentro con Dios a través de los sacramentos, y eso es irresistible».
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