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Las monjas españolas que cuidan de Témara

Francisco visita un centro regentado por tres Hijas de la Caridad, un oasis católico para niños que viven en chabolas: «Les decimos que tienen que ser buenos musulmanes».

Sor Gloria recibió al Papa Francisco a su llegada al centro que regenta junto a sor Magdalena y sor María Luisa
Sor Gloria recibió al Papa Francisco a su llegada al centro que regenta junto a sor Magdalena y sor María Luisalarazon

Francisco visita un centro regentado por tres Hijas de la Caridad, un oasis católico para niños que viven en chabolas: «Les decimos que tienen que ser buenos musulmanes».

La ciudad de Témara ha experimentado un gran cambio en los últimos años. Gracias a su cercanía con Rabat, la capital marroquí, y a su extensa costa, se ha convertido en un moderno centro turístico con puerto deportivo, campo de golf y centro ecuestre. Pero si a algún turista se le ocurre alejarse tan solo 20 kilómetros encontrará una realidad muy distinta: las chabolas desperdigadas por el poblado de Mers El Kheir, sin luz ni agua corriente, donde las familias –a menudo numerosas– duermen en el mismo habitáculo, ofrecen un paisaje desolador, de pobreza y violencia, de un futuro poco halagüeño para los niños que corretean por sus calles. Pero si el turista sigue interesándose y pregunta por un oasis en medio de aquel lodazal, le dirigirán a un centro regentado por tres monjas Hijas de la Caridad. Sor Gloria, sor Magdalena y sor María Luisa, todas mayores de 60, dirigen un dispensario para quemados y un colegio, donde también se imparten clases para la promoción de la mujer marroquí.

Sor Gloria cuenta a LA RAZÓN que desde que se establecieron en esta zona las Hijas de la Caridad, allá por 1975, la relación con la población, en su mayoría musulmana, ha sido de fraternidad y respeto mutuo. «Para las madres traer a sus hijos es un respiro porque les alejan del ambiente insano de las chabolas. Saben que no hacemos proselitismo. Nuestra labor es meramente asistencial, respetando su religión». «Les digo que ellos tienen que ser buenos musulmanes y yo una buena católica», apostilla. Porque este centro es un ejemplo de convivencia entre cristianos y musulmanes, y de asistencia al desfavorecido, el Papa decidió hacer una parada en su visita a Marruecos para conocerlo. A su llegada saludó a cada uno de los niños que han sido curados en el centro sin dejar de hacerlo también a sus familias. Francisco inició su discurso saludando al Consejo Ecuménico de las Iglesias y subrayó que «manifiesta visiblemente la comunión que se vive aquí en Marruecos entre cristianos de diversas confesiones, en el camino de la unidad». Sobre el ser cristiano destacó que «no es el que se adhiere a una doctrina, a un templo o a un grupo étnico. Ser cristiano es un encuentro. Somos cristianos porque hemos sido amados y encontrados, y no gracias al proselitismo». En su alocución también mencionó a los hermanos y hermanas cristianos que han elegido ser solidarios con un pueblo hasta dar la propia vida. Agradeció que encontraran en el diálogo, en la colaboración y en la amistad los instrumentos para sembrar futuro y esperanza.

Antes de abandonar el centro, los niños del coro que estudian en la escuela del centro le fueron a saludar. El Papa les dejó un regalo especial: un icono de la Sagrada Familia, Este regalo no es casual, porque la imagen representando a la Sagrada Familia, no solo representa el indestructible vínculo de la unión social, sino sobretodo simboliza la ejemplaridad de la vida cotidiana.