Iglesia Católica

Los años en que «perdió» a Dios

Una profunda crisis le sobrevino en la década de los 60 y aunque nunca quiso hablar de ella, quedó reflejada en una serie de cartas.

Los años en que «perdió» a Dios
Los años en que «perdió» a Dioslarazon

Una profunda crisis le sobrevino en la década de los 60 y aunque nunca quiso hablar de ella, quedó reflejada en una serie de cartas.

Madre Teresa también tuvo su «noche oscura». Como sucedió en otros grandes santos de la historia –muchos de ellos relacionados con la mística–, la religiosa que dedicó por completo su vida a los más pobres «perdió» o se «alejó» de Dios durante algún tiempo. O más bien, ella pensaba que fue Dios el que la había dejado a ella. Un sufrimiento que vivió durante 50 años.

Esta crisis de fe que tuvo la que hoy será proclamada santa por Francisco se conoce gracias a su correspondencia privada dirigida a sus confesores y directores espirituales y que fue conservada por los jesuitas a pesar de que ella misma pidió que se quemaran. Gracias a ella se conoce el lado más desconocido de su personalidad y de lo que ocurría en su interior.

El postulador de la causa de canonización, el P. Brian Brian Kolodiejchuk, conoció a la religiosa durante varios años en los que sufrió esta sequedad espiritual. Fue precisamente él quien recuperó estas cartas, las ordenó y las publicó en el libro «Ven, se mi luz».

«Esta oscuridad que sufrió la hizo depender de la misericordia de Dios y al saber que había experimentado esta misericordia era consciente de tener que darla a los demás». «Hizo votos de no rechazar jamás a Jesús. Comprendía qué significaba para ella la oscuridad», aseguró a LA RAZÓN el sacerdote.

Incluso la Superiora General actual de las Misioneras de la Caridad y segunda sucesora de la Madre Teresa ha revelado que a sus más cercanos nunca les contó lo que le ocurría. «Ella no hablaba de esta experiencia de oscuridad, al menos a mí, pero no nos sorprende porque el amor y la profundidad de este abandono a Dios era una experiencia muy importante y personal. Abandonarse a Dios por ella era importantísimo», explicó Sor Prema Pierick.

La crisis le sobrevino en los años 60, aunque ya en en 1937, cuando aún no había fundado la congregación y formaba parte de las misioneras de Loreto, le sobrevinieron las dudas.

Pero esta sensación de soledad se radicalizó al empezar la obra con los pobres y la fundación de la congregación. El padre Brian asegura que ella «siempre dijo que la mayor pobreza era no sentirse amado, no sentirse querido, sentirse solo, rechazado... Ella sintió esto en su alma. Por eso su noche oscura podría llamarse ‘‘noche oscura de amor’’. Esto es lo específico suyo».

«La Madre vivió su consagración religiosa como unión de amor, como entrega de esposa a Jesús, unión por la que ella comparte todo con el amado, con Jesús, un amor de esposa y un amor redentor: un amor que se identifica especialmente con el dolor de Jesús en el Huerto de Getsemaní y el abandono de su Padre que Cristo experimenta en la cruz».

Uno de sus confesores fue el padre Neuner, jesuita, quien en 1962 intentó dar consuelo a la Madre Teresa y explicarle que esa oscura noche era el lado espiritual de su trabajo apostólico.

El postulador cree que en su espiritualidad hubo dos aspectos: por un lado «estaba paradójicamente unida con Jesús, es decir, Jesús podía compartir con ella su dolor más difícil, más profundo, como en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní, y también en la cruz cuando dijo ‘‘Padre, Padre, ¿por qué me has abandonado?”». «Se sentía no amada, no querida, sola», aseguró. El otro aspecto «era su labor apostólica». «Ella decía que ‘‘la pobreza más grande en el mundo de hoy, lo normal, es ser no querido y estar solo’’ y ella estaba sufriendo precisamente este tipo de pobreza interior».

«En mi alma siento ese terrible dolor de la pérdida, que Dios no me quiere, que Dios no es Dios, que Dios no existe realmente», escribió la propia religiosa en una de sus cartas.

Con el paso del tiempo llegó a entender que este sufrimiento era también parte de su apostolado, ya que le ayudaba a identificarse con el sufrimiento de los pobres a los que atendía. «Rece para que siga sonriendo», dijo en una de sus cartas a su director espiritual.

Según revelan también las misivas, a pesar de todo, nunca descuidó su vida espiritual. La Madre Teresa de Calcuta era la primera en llegar a la capilla de su casa cada día a las 5 am para iniciar el día en oración. «Durante la oración de la mañana, a las 5 am, ella era siempre la primera en llegar a la capilla para demostrar a Jesús cuánto lo amaba», ha revelado la superiora.

«Después de la oración y la misa ella estaba preparada para ayudar a todos. Dedicaba todo el tiempo a dar instrucciones a las hermanas de cómo vivir en modo práctico esta experiencia de espiritualidad, de abandono frente al Señor», agregó.