Catolicismo
Madre y maestra
La misión de la Iglesia es ser sacramento universal de salvación; ser, en suma, prolongación y sacramento de la persona y de la misión de Jesucristo, el Buen Pastor. Para ser fiel a esta misión, la Iglesia ha de conjugar verdad y amor, misericordia y justicia, su condición de maestra con la de madre. Jamás se encontrará ningún pronunciamiento oficial del magisterio eclesial en que se diga que los divorciados vueltos a casar están excomulgados. Y ni Juan Pablo II, ni Benedicto XVI, ni, por supuesto, Francisco han inducido jamás en pensar en ello. Es el sacramento del bautismo quien nos introduce en la comunidad y en la vida de la Iglesia.
El Papa Francisco nos lo ha dicho y repetido, como lo hizo ayer mismo, en la catequesis de la audiencia general del miércoles 5 de agosto: los divorciados vueltos a casar «no son excomulgados, no están excomulgados, y no van absolutamente tratados como tales; forman parte siempre de la Iglesia».
¿Cómo proceder ante ellos y con ellos? Con acogida, escucha, comprensión y misericordia; mediante un discernimiento atento y un sabio acompañamiento pastoral, sabiendo que no existen «recetas simples»; con la mirada y el corazón de sus niños, de sus hijos pequeños, que «son quienes más sufren estas situaciones»; creando redes y lazos de encuentro y de reencuentro en una Iglesia de puertas abiertas, «donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas».
Estamos en las vísperas de un nuevo Sínodo de los Obispos sobre el matrimonio y la familia. El Papa escuchará a todos y después decidirá. El cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina, ha declarado recientemente que el Sínodo buscará y encontrará «vías pastorales para una integración más fuerte en la comunidad para las personas que se encuentran en situaciones difíciles», como los divorciados vueltos a casar.
Y todo ello, sin fariseísmos ni maniqueísmos, sin intransigencias ni relativismos, del cuño que sean. El Papa Francisco acaba de pedir de nuevo a toda la Iglesia disponibilidad para acoger y animar a estos hermanos a fin de que «vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la frecuencia a la liturgia, la educación cristiana de los hijos, la caridad y el servicio a los pobres y el compromiso por la justicia y la paz».
*Director de Ecclesia
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