Historia

Rusia

No salvaron su vida a cualquier precio

La Razón
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En el siglo XX, la noche ha sido para el cristianismo muy larga y oscura. La persecución religiosa ha sido un componente permanente en los países liberales y, de manera especial, en la política soviética en sus diversas versiones. Todos los cristianos han sido considerados enemigos en los diversos regímenes comunistas. Motivaciones antropológicas, ideológicas y simbólicas han nutrido el trasfondo de estas persecuciones. Para sus componentes, los clérigos y las comunidades religiosas debían desaparecer para dar paso a una sociedad nueva, sin «alienación religiosa». Para ellos, el pueblo era esclavo de la Iglesia y había que destruirla.

Muchos de estos mártires no mueren directamente por la fe sino por las actitudes que han asumido como consecuencia de su fe, por la coherencia de vida mantenida en su apostolado. Su vida, generalmente, era sencilla, oculta y pasaba desapercibida, pero su solo estar constituía un recordatorio de una opción, Esto explica que se asesinara con igual rencor a pobre gente y desconocidos o famosos predicadores, a beneméritos luchadores a favor de la justicia social como a ocultos y desconocidos cartujos. Para algunos, a semejanza de cuanto sucedía en Rusia, los religiosos fueron percibidos como una amenaza que obstaculizaba el objetivo de conseguir el dominio ideológico del país.

En los mártires se combinan integridad interior y fragilidad, en el sentido de inseguridad interior. La Iglesia nunca ha aprobado la búsqueda del martirio y la heroicidad no exige una valentía llamativa. Se puede ser consecuente y ejemplar aun cuando el camino hacia la guillotina sea recorrido con temor y angustia. Llama la atención el que a pesar de no pocos casos en los que se les ofreció la posibilidad de salvarse si se casaban o rompían el voto de castidad, no encontramos casos de abandono de sus ideales. A bastantes sacerdotes y religiosos y a algunos obispos se les dio la oportunidad de escapar, pero casi todos decidieron permanecer con el pueblo que les había sido confiado.

En el concepto de martirio entran las expresiones de solidaridad y la implicación en la causa humana, en defensa de valores tales como justicia, amor y solidaridad, no siempre entendidos de la misma manera por las ideologías dominantes del momento. Resulta sugerente y clarificador el planteamiento del martirio como un intento de eliminar el cristianismo en cuanto reserva de fe y de interpretación de la humanidad, no compartida, obviamente por quienes los persiguen. Estos martirios habría que integrarlos también en la lucha del siglo XX en defensa de los derechos humanos y de la libertad.

Es verdad que muchos martirios han sido realizados por incontrolados, pero no se puede olvidar una prolongada y organizada campaña de publicidad negativa, de mitos y propaganda escandalosa, que acusaba a los religiosos de toda clase de culpas y crímenes falsos. El carácter absurdo de una publicidad prolongada y de unas acusaciones maliciosas en los momentos más dramáticos, no les impidió que fuesen creídos. El odio demostrado en muchos asesinatos sólo puede explicarse por una gran incultura y por un bombardeo de propaganda negativa. Los folletos anticlericales prerrevolucionarios y los existentes durante la revolución francesa, con enorme éxito en aquellos momentos, permiten explicarnos lo sucedido a lo largo de los siglos XIX y XX.

Estos mártires no estaban dispuestos a salvar su vida a cualquier precio. Creyeron y esperaron, anunciaron el Evangelio, amaron a la Iglesia y mantuvieron sus trabajos a favor del bien común y su testimonio de vida con naturalidad, incluso con peligro de su vida, porque su vocación se sobrepuso al temor.

*Filósofo, teólogo y doctor en Historia de la Iglesia