Papa

¡Nos van a desgastar al Papa!

El Papa, durante la audiencia a los periodistas internacionales en el aula Pablo VI
El Papa, durante la audiencia a los periodistas internacionales en el aula Pablo VIlarazon

Contagiar. Basta un gesto. Una palabra. Francisco. Desde cualquiera de las butacas del aula PabloVI se percibe su sonrisa. Y lo que pocas personas logran ante un foro: complicidad. Un «tú a tú» entre seis mil. Comienza su alocución sobre la misión de los plumillas, invitándonos a trabajar en búsqueda de la verdad, la belleza y la bondad. Palabra que suena y resuena. No sólo en las paredes. Lágrimas sobre la libreta del que apunta. Mirada de felicidad plena del Padre Ángel –Mensajeros de la Paz– y de Lucio Ángel Vallejo Balda, secretario de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede. Comparten bancada. Tras esta primera catequesis, el Santo Padre deja los papeles. Un día más. La alegría serena que antes ha contagiado desde la meditación, ahora la contagia con el arma de la espontaneidad, que domina como pocos. Espontaneidad, no prudencia. Aplausos al relatar la razón de llamarse Francisco –los pobres, los preferidos de Dios–, carcajadas al evocar a aquel Clemente que quiso acabar con los jesuitas y no pudo. En ese instante, se produce el «feedback» con la audiencia mediática allí presente. Conexión de ida y vuelta con cambio de roles. Los periodistas no preguntan al Papa. Es él quien les –nos– interpela. Y los redactores responden con su escucha atenta a todos los detalles. Quienes tienen la oportunidad de saludarle de tú a tú entierran el término «besamanos» y le abrazan. Le vuelven a abrazar. «¡Nos van a desgastar al Papa!», bromea Ángeles desde la grada. Francisco no se gasta, se entrega. Y al finalizar, sorpresa. El Papa cierra su primera audiencia pública con una bienaventuranza para el siglo XXI. Una bendición hecha a la medida de ese Atrio de los Gentiles del que se habla en lenguaje de Iglesia, que no es otra cosa que el mundo secularizado: felices los no creyentes, los que no tienen fe, porque ellos también son hijos de Dios. Y bendice en silencio. Sin necesidad de más. Otro gesto que contagia de un Papa periodista que sabe cómo trasladar la Buena Noticia.