Roma

Padre Ángel: «Pablo VI fue un hombre de Dios que defendió a los hombres»

Fundador de Mensajeros de la Paz

Pablo VI
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No hay quien pare al padre Ángel. Y viene de lejos. Su deseo de salir al encuentro de los niños y los ancianos que viven al margen de la sociedad le ha llevado a presentarse en Roma ante los cuatro últimos Papas, para mostrarles esa Iglesia de los necesitados que él hace palpable a través de Mensajeros de la Paz. Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini, que hoy sube a los altares como Pablo VI, no fue una excepción.

–Daba por supuesto que su Papa era Francisco y veo que es Pablo VI...

–Lo es y lo sigue siendo, aunque a Bergoglio le quiero y admiro de forma especial porque le conocía antes de que fuera elegido en el Cónclave. Sin embargo, Pablo VI es especial para mí y para Mensajeros de la Paz. Cuando la asociación estaba prácticamente en pañales y yo era un sacerdote recién ordenado, nos recibió con el cardenal Tarancón, que entonces era arzobispo de Oviedo. Sólo teníamos una casa en Asturias, pero eso no fue óbice para que nos recibiera con todos los niños cantando. Antes, habíamos hablado con el secretario particular de Montini desde España. Yo, que era muy osado, le pedí audiencia en español, él me insistía en que le hablara en italiano y yo me lancé a decirle que él tenía que atenderme en castellano porque era su deber atender a un cura de pueblo. Lejos de enfadarse, le hizo gracia y nos abrió las puertas del Vaticano.

–¿Qué recuerda de aquel encuentro?

–Después de recibirnos en el Aula Magna, se bajó de la silla gestatoria y, uno a uno, abrazó y besó a los chavales. Recuerdo perfectamente sus palabras: «Que seáis como grano de mostaza». Él también lo fue: un hombre de Dios que salía en defensa de los hombres. Tuvo valentía para actuar en un tiempo difícil para España. Enérgicamente, le llevó a exigir al régimen franquista que detuviera los fusilamientos, lo que generó un verdadero problema diplomático. Por aquel entonces, fue también cuando el Gobierno de Arias Navarro se planteó expulsar del país al obispo Añoveros, y Tarancón llegó a escribir una carta de excomunión a Franco que yo pude ver.

–Se habla de oposición a Francisco. Sin embargo, no fue poca la que tuvo Pablo VI en el seno de la Iglesia por aplicar el conflicto.

–Se le amenazó incluso con un cisma. Es cierto que quien puso los pilares del Vaticano II fue Juan XXIII, pero fue Pablo VI quien lo desarrolló. La Iglesia tiene siempre a los Papas que necesita en cada momento histórico y él no fue una excepción. Me atrevería a decir –y es más fácil hacerlo a toro pasado– que Pablo VI se encontró con más oposición que ahora Francisco. Fue el Papa de los obreros, de los desfavorecidos, de los que tenían todo perdido.

–Con esta beatificación, ¿se hace justicia con Pablo VI?

–Muchos esperábamos y ansiábamos que se hiciera justicia. Sin duda, habrá tenido sus fallos, pero también hay que beatificar a los que han sido pecadores, porque por encima de ello han sido buenos y han sido ejemplos. Sueño con el día en el que a Tarancón le reconozcan como Siervo de Dios.

–En estos días de Sínodo, no hay que olvidar que fue Pablo VI quien recuperó este instrumento de colegialidad de los obispos.

–Él vio la necesidad de que la Iglesia se viviera como una asamblea, como una institución cercana, donde no sólo tuvieran la palabra los padres conciliares, sino también los obispos de todo el planeta. Tarancón le copió esa idea y no estaría más que ahora el presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, lo retomara invitando a las asambleas no sólo a los prelados, sino también a los curas, a los religiosos y a los laicos.

–¿Estamos ante un Sínodo valiente?

–Sin duda alguna, porque está ayudando para que la Iglesia se abra al mundo. Hay quien se muestra escéptico porque no ve que muchas de las ideas que se plantean se vayan a materializar. La realidad es que desde hace un año ya se están cumpliendo, desde el momento en el que Francisco dijo que él no era nadie para juzgar a un gay o a una divorciada. Hoy, no hay nadie en la Iglesia que se atreva a maldecir a un homosexual considerándolo enfermo o echar a una mujer de una parroquia porque no esté canónicamente casada. A veces, los curas hemos expulsado a quien no cumplía la Ley, pero esto ya está cambiando. Yo lo noté aquel 16 de marzo, cuando el Papa se dirigió a los periodistas que habían seguido el cónclave y los bendijo a todos, «tanto a los que creéis como a los que no creéis». Es mucho más que un gesto.

– ¿Cuál es la mayor urgencia que tiene el padre Ángel hoy?

–Una iglesia abierta las 24 horas en el centro de Madrid. Es cierto que hay algunas para la adoración nocturna, pero los curas deberíamos estar más dispuestos para atender a aquel que está herido. Si hay comisarías, prostíbulos y hamburgueserías abiertas día y noche, ¿cómo no vamos a estar nosotros disponibles para el que lo necesite?