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Nos gusta el Papa

El Papa León reflexionó sobre una de las enfermedades actuales: La tristeza.

Al finalizar la audiencia de León XIV, tres madrileñas comentaron a La Razón: "Este Papa nos gusta mucho".

Una vez más y como ya es habitual, cada miércoles las colas para llegar hasta la Plaza San Pedro y asistir a la Audiencia General del Santo Padre son larguísimas. Por más que se madrugue, el conseguir estar cerca de la Basílica de San Pedro es difícil aún llegando dos horas antes de que el Santo Padre haga su recorrido en el papa móvil que suele ser entre las 9.30 a 10.00 hrs. aproximadamente, por lo que se aconseja llegar alrededor de las siete de la mañana para asegurarse un buen lugar.

Hoy el Papa reflexionó sobre la tristeza.

Estas fueron algunas de las palabras que pronunció en español:

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy continuamos reflexionando sobre la resurrección de Jesucristo. Este acontecimiento central de nuestra fe puede curar una de las enfermedades de nuestro tiempo, que es la tristeza. Se trata de un sentimiento de pena, de vacío, que nos lleva a perder el sentido y la fuerza de la vida, provocando en nuestros corazones desolación y desesperanza.

Un ejemplo de cómo Jesús sana nuestra tristeza podemos encontrarlo en el relato de los discípulos de Emaús. Después de la muerte de Jesús, ellos se van de Jerusalén. En el camino, el Señor sale a su encuentro, escucha su aflicción y, como la tristeza no les deja reconocerlo, les explica las Escrituras, para que comprendan el misterio de la cruz y sus corazones se abran a la esperanza. Por eso, a pesar de que cae la noche, los discípulos le piden que se quede con ellos y, al reconocerlo en la fracción del Pan, renace la alegría. Jesús ha resucitado y eso cambia todo. Él nos ha salvado y nos salva, infundiendo una nueva esperanza en nuestras vidas.

El Pontífice en su audiencia tocó estos temas:

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025.

Jesucristo, nuestra esperanza.

La resurrección de Cristo y los desafíos del mundo actual.

La resurrección de Cristo, respuesta a la tristeza del ser humano

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días! ¡Y bienvenidos todos!

La resurrección de Jesucristo es un acontecimiento que nunca termina de ser contemplado y meditado, y cuanto más se profundiza en él, más nos quedamos llenos de asombro, atraídos como por una luz deslumbrante y al mismo tiempo fascinante. Fue una explosión de vida y alegría que cambió el sentido de toda la realidad, de negativo a positivo; sin embargo, no ocurrió de manera espectacular, y mucho menos violenta, sino de forma suave, oculta, podríamos decir humilde.

Hoy vamos a reflexionar sobre cómo la resurrección de Cristo puede curar una de las enfermedades de nuestro tiempo: la tristeza. Invasiva y generalizada, la tristeza acompaña los días de muchas personas. Se trata de un sentimiento de precariedad, a veces de profunda desesperación, que invade el espacio interior y parece prevalecer sobre cualquier impulso de alegría.

La tristeza le quita sentido y vigor a la vida, que se convierte en un viaje sin dirección y sin significado. Esta experiencia tan actual nos remite al famoso relato del Evangelio de Lucas sobre los dos discípulos de Emaús. Ellos, desilusionados y desanimados, se alejan de Jerusalén, dejando atrás las esperanzas puestas en Jesús, que ha sido crucificado y sepultado. En sus primeras frases, este episodio muestra como un paradigma de la tristeza humana: el final del objetivo en el que han invertido tantas energías, la destrucción de lo que parecía esencial en la propia vida. La esperanza se ha desvanecido, la desolación se ha apoderado de su corazón. Todo ha explosionado en muy poco tiempo, entre el viernes y el sábado, en una dramática sucesión de acontecimientos.

La paradoja es realmente emblemática: este triste viaje de derrota y retorno a la normalidad se realiza el mismo día de la victoria de la luz, de la Pascua que se ha consumado plenamente. Los dos hombres dan la espalda al Gólgota, al terrible escenario de la cruz aún grabado en sus ojos y en sus corazones. Todo parece perdido. Es necesario volver a la vida anterior, manteniendo un perfil bajo, esperando no ser reconocidos.

En cierto momento, un viandante se une a los dos discípulos, tal vez uno de los muchos peregrinos que han estado en Jerusalén para la Pascua. Es Jesús resucitado, pero no lo reconocen. La tristeza les nubla la mirada, borra la promesa que el Maestro había hecho varias veces: que tenía que morir y que al tercer día resucitaría. El desconocido se acerca y se muestra interesado en lo que están diciendo. El texto dice que los dos «se detuvieron, con el semblante triste». El adjetivo griego utilizado describe una tristeza integral: en sus rostros se refleja la parálisis del alma.

Jesús los escucha, les deja desahogar su desilusión. Luego, con gran franqueza, los reprende por ser «duros de entendimiento para creer en todo lo que han dicho los profetas», y a través de las Escrituras les demuestra que Cristo debía sufrir, morir y resucitar. En los corazones de los dos discípulos se reaviva el calor de la esperanza, y entonces, cuando ya cae la tarde y llegan a su destino, invitan al misterioso compañero a quedarse con ellos.

Jesús acepta y se sienta a la mesa con ellos. Luego toma el pan, lo parte y lo ofrece. En ese momento, los dos discípulos lo reconocen... pero Él desaparece inmediatamente de su vista. El gesto del pan partido reabre los ojos del corazón, ilumina de nuevo la vista nublada por la desesperación. Y entonces todo se aclara: el camino compartido, la palabra tierna y fuerte, la luz de la verdad... De inmediato se reaviva la alegría, la energía vuelve a fluir en los miembros cansados, la memoria vuelve a ser agradecida. Y los dos regresan deprisa a Jerusalén, para contarlo todo a los demás.

«Es verdad, ¡el Señor ha resucitado!». En este adverbio, «verdaderamente», se cumple el destino seguro de nuestra historia como seres humanos. No por casualidad es el saludo que los cristianos se intercambian el día de Pascua. Jesús no resucitó con palabras, sino con hechos, con su cuerpo que conserva las marcas de la pasión, sello perenne de su amor por nosotros. La victoria de la vida no es una palabra vana, sino un hecho real, concreto.

Que la alegría inesperada de los discípulos de Emaús sea para nosotros un dulce recordatorio cuando el camino se hace difícil. Es el Resucitado quien cambia radicalmente la perspectiva, infundiendo la esperanza que llena el vacío de la tristeza. En los senderos del corazón, el Resucitado camina con nosotros y por nosotros. Testimonia la derrota de la muerte, afirma la victoria de la vida, a pesar de las tinieblas del Calvario. La historia todavía tiene mucho que esperar en el bien.

Reconocer la Resurrección significa cambiar la mirada sobre el mundo: volver a la luz para reconocer la Verdad que nos ha salvado y nos salva. Hermanas y hermanos, permanezcamos vigilantes cada día en el asombro de la Pascua de Jesús resucitado. ¡Él solo hace posible lo imposible!

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que sepamos reconocer su presencia en el camino de nuestra vida, especialmente en los momentos de tristeza y oscuridad, y que la alegría de la Pascua sea el distintivo de nuestro compromiso misionero. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Encuentro con tres madrileñas en la Plaza San Pedro

Al finalizar la Audiencia General tuve la ocasión de charlar con tres españolas que venían de Madrid: Luz Matilla, Asunción Varela y Marian Carvajal. Llegaron a Roma ayer jueves. La idea del viaje es ganar el Jubileo y ver al Papa. Llegaron a las 9:30 a la Plaza San Pedro y pudieron verlo de lejos: “Lo vimos pasar en el papa móvil y en la pantalla. Teníamos que haber sacado ayer unos tickets que había reservado on line en España para poder sentarnos en las sillas y verle desde la primera fila” comenta Marian: ”Pensábamos que esta mañana se podía hacer pero no lo conseguimos por lo que solo le vimos de lejos y oímos la audiencia”. Sus planes durante su estancia en Roma son ganar el Jubileo por lo que tienen planeado visitar la Basílica de Santa María la Mayor, San Pablo Extramuros y la Basílica de San Juan de Letrán. "Tenemos que sacarnos la credencial de peregrino”.

Sobre el Papa León han comentado que les gusta mucho porque no se involucra tanto en la política. Luz Matilla también afirmó que le parece mucho mejor este Papa León XIV.

¿Qué es lo que os gusta del Papa León?

Asunción Varela respondió: “Que ha tenido una experiencia de misionero importantísima, que ha estado muchos años en Perú y eso es maravilloso, eso tiene mucho mérito”

Marian Carvajal quiso también comentar: “A mi me gusta mucho las cosas que leo de él. He leído catequesis y leo de él cosas maravillosas. Me parece una persona extraordinaria” Asunción quiso agregar: “Yo lo admiro por su formación porque la tiene a todos lo niveles”, Luz subrayó: “Y habla español y muchos idiomas, con acento inglés pero nos encanta, es una alegría para nosotros”.

Tienen pensado pasar por todas las puertas santas porque como aseguran: “A eso hemos venido”.