Roma

«¡Qué buen día el que desmonten las armas!»

«¡Qué buen día el que desmonten las armas!»
«¡Qué buen día el que desmonten las armas!»larazon

«Recemos por ellos, también por los médicos y los investigadores. Que todo enfermo, sin excepción, pueda acceder a los cuidados que necesita».

«¿En camino hacia dónde? ¿Hay una meta común? ¿Cuál es esta meta?». Éstas tres interrogantes las lanzó ayer Francisco desde los apartamentos apostólicos a la multitud de fieles que se congregaban en la Plaza de San Pedro para iniciar el nuevo año litúrgico. Ese peregrinar que se inicia con el Adviento, el Papa lo presentó como un tiempo para redescubrir a Cristo como «la guía y al mismo tiempo la meta», además de relatar que «con su luz también los otros pueblos pueden caminar hacia el Reino de la justicia y de la paz».

Este punto de partida le permitió al Santo Padre reflexionar sobre la necesidad de «partir nuevamente, levantarse nuevamente, encontrar el sentido de la meta de la propia existencia. Así para la gran familia humana es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados. ¡El horizonte de la esperanza! ¡Ese horizonte para hacer un buen camino!». De esta manera, subrayó que «el Señor nunca desilusiona. Él es fiel y Él nunca desilusiona. Pensemos y sintamos esta belleza».

Francisco se detuvo en una de las lecturas del día, la del profeta Isaías, en la que apunta que «romperán sus espadas y las harán arados», para expresar un deseo: «Qué buen día sería ése, el día en el que las armas se desmonten para transformarse en instrumentos de trabajo. Qué buen día será ése, porque esto es posible. Apostemos por la esperanza, por la paz, que será posible».

Tras el rezo del Ángelus, el Papa quiso tener presente a los enfermos de Sida, al celebrarse la Jornada Mundial de lucha contra el VIH. «Expreso mi cercanía especialmente a los niños, una cercanía que es muy concreta a través del empeño silencioso de tantos misioneros y operadores. Recemos por todos, también por los médicos y los investigadores. Que cada enfermo, ninguno excluido, pueda acceder a las curaciones que necesita».

Por la tarde, Francisco ejerció de Obispo de Roma y puso rumbo hacia uno de los enclaves simbólicos y físicos de referencia de su Pontificado: las periferias. Así, se desplazó hasta la parroquia de San Cirilo de Alejandría, en el barrio romano de Tor Sapienza, al este de la ciudad, situado dentro del anillo de la autopista, a unos seis kilómetros del centro. Allí, el Santo Padre celebró la Eucaristía y confirmó a nueve adolescentes y advirtió del peligro de que la Confirmación se transforme en el «sacramento del adiós» después del cual uno se aleja de la Iglesia. «¡No debe ser así!», dijo. «Ustedes, queridos jóvenes, con el sigilo del Espíritu Santo, ahora tendrán más fuerza y coraje para ir hacia Jesús», explicó Francisco, que pidió a los confirmados que «sean valientes, no tengan miedo, la vida es este camino. Y recuerden que el regalo más lindo es encontrar a Jesús. Adelante y coraje».