
Santoral
¿Qué santo se celebra hoy, 20 de septiembre? Esto es lo que debes saber del santoral de la Iglesia Católica
En el día de hoy se conmemoran las figuras de San Andrés Kim Taegön y compañeros, mártires en Corea, y de

El santoral, también conocido como calendario litúrgico, es un libro religioso que contiene la lista de los santos reconocidos por la Iglesia Católica y que se celebra cada día del año. Más allá de una simple lista de nombres, el santoral representa un viaje fascinante a través de la fe, la historia y la cultura cristiana.
¿Qué santos se celebran hoy 20 de septiembre?
- Santo Adelpreto de Arco: obispo, mártir. Tutor de pobres y defensor de la libertad de la Iglesia, que, acechado por los enemigos, murió cruelmente herido.
- San Dorimedonte de Sínada: mártir del S. III en Sínada, de Frigia.
- Santo Francisco de Posadas: sacerdote, mártir. Presbítero de la Orden de Predicadores, que durante cuarenta años predicó a Cristo en su región, sobresaliendo por su humildad y caridad.
- San Juan Carlos Cornay: mártir, religioso. Presbítero de la Sociedad Parisiense de Misiones para Extranjeros. Murió degollado después de ser torturado y tras haber confesado su fe, por orden del emperador Minh Mang.
- Santos Lorenzo Han I-hyong y compañeros: santos Lorenzo Han I-hyong, catequista, más seis compañeros: Pedro Nam Kyong-mun, catequista; Teresa Kim Im-i, virgen; Susana U Sur-im y Agueda Yi Kan-nan, viudas; Catalina Chong Ch‘or-yom y José Im Ch’i-baeg, bautizado en la cárcel. Fueron mártires en Seúl, Corea, ahorcados en diversas cárceles. Su memoria se celebra hoy juntamente con los demás mártires de estas regiones.
San Andrés Kim Taegön y compañeros: vida y martirio
Cada 20 de septiembre la Iglesia recuerda a San Andrés Kim Taegón, primer sacerdote coreano, y a sus compañeros mártires, testigos de la fe en tiempos de dura persecución.
Nacido en agosto de 1821 en Tchyoung-tcheng (Corea), Andrés creció en una familia cristiana marcada por el martirio: su padre, Ignacio Kim, fue ejecutado en 1839 por profesar su fe. Dotado de gran inteligencia y profunda vocación, el joven fue enviado a Macao en 1836 para formarse al sacerdocio bajo la guía de san Pedro Maubant, misionero de las Misiones Extranjeras de París.
Tras años de estudio, fue ordenado sacerdote el 17 de agosto de 1845 por el obispo Ferréol, convirtiéndose en el primer presbítero coreano. Su regreso al país natal estuvo marcado por la clandestinidad: debía abrir caminos secretos para introducir misioneros, en medio de una feroz represión contra los cristianos. En junio de 1846 fue arrestado, encarcelado en Seúl y sometido a torturas. Fiel a su vocación, resistió a halagos y amenazas. Desde la prisión escribió cartas de aliento a los fieles y aseguró a su obispo su plena fidelidad al Evangelio. El 16 de septiembre de 1846 fue decapitado a los 25 años.
Su memoria se celebra junto a la de San Pablo Chong Hasang y 101 compañeros, entre ellos obispos, sacerdotes y laicos de todas las edades, que entre 1839 y 1867 ofrecieron su vida por Cristo. Canonizados en 1984 por San Juan Pablo II, los mártires coreanos son ejemplo de una fe joven, valiente y fecunda, semilla de una Iglesia hoy vibrante en Corea.
San Eustaquio de Roma: vida, leyenda y martirio
El 20 de septiembre la Iglesia recuerda a San Eustaquio de Roma, mártir venerado desde hace siglos tanto en Oriente como en Occidente. Aunque su historia se envuelve en elementos legendarios, su figura ha inspirado la fe de generaciones, al punto de contarse entre los Catorce Santos Auxiliadores y ser patrono de cazadores. Desde el siglo VIII, su nombre da título a una iglesia cardenalicia en Roma.
Según la tradición, Eustaquio se llamaba originalmente Plácido, un joven general del ejército del emperador Trajano, célebre por su valor y éxito en las campañas. Durante una cacería en los montes de Guadagnolo, se le apareció un ciervo con una cruz luminosa entre sus astas, mientras una voz lo llamaba a seguir a Cristo. Conmovido, Plácido se convirtió con toda su familia, recibiendo en el bautismo el nombre de Eustaquio, junto a su esposa Teopistis y sus hijos Agapito y Teopisto.
Tras la conversión, sufrió numerosas pruebas: la pérdida de sus bienes, la separación forzada de su familia y años de vida humilde. Más tarde, fue reclamado por el emperador para comandar al ejército, logrando una gran victoria que culminó en el reencuentro con su esposa e hijos. Sin embargo, bajo el nuevo emperador Adriano, se negó a ofrecer sacrificios a los dioses en acción de gracias. Esa fidelidad lo llevó al martirio: él y su familia fueron ejecutados en un toro de bronce ardiente. Es patrón de los cazadores españoles.
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