Santoral

¿Qué santo se celebra hoy, 22 de agosto? Todo lo que debes saber del santoral de hoy

Hoy se conmemora la figura de Santa María Reina, fiesta litúrgica establecida por el Papa Pío XII en 1954

Santa Maria Reina
Santa Maria Reina Catholic.net

El santoral, también conocido como calendario litúrgico, es un libro religioso que contiene la lista de los santos reconocidos por la Iglesia Católica y que se celebra cada día del año. Más allá de una simple lista de nombres, el santoral representa un viaje fascinante a través de la fe, la historia y la cultura cristiana.

¿Qué santos se celebran hoy, viernes 22 de agosto?

  • San Fabricio de Toledo: Mártir cristiano venerado en Toledo.
  • San Felipe Benicio (Benizio): Prior general de los Siervos de María en el siglo XIII, conocido por su humildad y reforma en la Orden.
  • San Juan Kemble: Sacerdote mártir inglés del siglo XVII que mantuvo clandestino su ministerio durante la persecución religiosa y fue ejecutado a una edad avanzada.
  • San Juan Wall: Fraile franciscano y religioso mártir inglés que fue ahorcado y descuartizado en tiempos de Carlos II por ejercer su ministerio en secreto.
  • San Simfoniano (Sinforiano): Mártir de Autun (Galia).
  • San Timoteo de Roma: Mártir romano en la vía Ostiense; recordado por un relato que lo presenta como ferviente evangelizador ejecutado por orden del prefecto Tarquinio.

Santa María Reina: Vida y Pontificado

La figura de Santa María Reina no se comprende como la de una persona con un pontificado humano, sino como la Madre de Jesús que, por su unión íntima con Él, participa de su realeza. La vida de María, tal como la transmiten los Evangelios, se caracteriza por la sencillez y la fidelidad: desde la Anunciación en Nazaret, cuando aceptó ser la Madre de Dios, hasta su presencia silenciosa y firme al pie de la cruz.

Su existencia no se desarrolló en palacios ni en tronos terrenales, sino en el servicio cotidiano y en la entrega absoluta al plan divino. Con el tiempo, la Iglesia reconoció en ella la 'Reina Madre' del Rey de Reyes, una figura tomada de la tradición bíblica en la que la madre del rey de Israel tenía un lugar privilegiado en el palacio. El Papa Pío XII recogió esta enseñanza y en 1954, a través de la encíclica Ad Caeli Reginam, proclamó a María como Reina del Universo y estableció la fiesta litúrgica de Santa María Reina, celebrada cada 22 de agosto. Así, su pontificado no se entiende como gobierno terrenal, sino como la maternidad espiritual que ejerce sobre los fieles en unión con Cristo.

Canonización y Legado

A diferencia de otros santos, María no necesitó pasar por un proceso de canonización, pues desde los orígenes del cristianismo fue reconocida como Madre de Dios (Theotokos) y como modelo perfecto de santidad. Su título de Reina se añadió a los múltiples atributos que la piedad cristiana le ha otorgado: Inmaculada, Asunta, Madre de la Iglesia. Este reconocimiento no solo es teológico, sino también profundamente devocional y artístico. A lo largo de los siglos, las representaciones de María coronada, rodeada de ángeles y con manto real, se multiplicaron en mosaicos, retablos y coronaciones litúrgicas, expresando así la fe del pueblo que la contempla como Reina del Cielo.

Su legado permanece vivo en la oración del Rosario, en las letanías lauretanas donde se la invoca como 'Reina de los Apóstoles' y 'Reina de la Paz', y en la confianza de millones de fieles que recurren a su intercesión. Más que un título honorífico, la realeza de María expresa su cercanía a Cristo y su misión de acompañar a los creyentes en el camino hacia Dios.

Exilio y Muerte

En lo que respecta a su final, la tradición cristiana enseña que María no conoció un exilio ni un destino de destierro, como ocurrió con tantos santos perseguidos. Su vida concluyó de una manera única: al término de su existencia terrena fue llevada por Dios al cielo en cuerpo y alma, un misterio que la Iglesia definió como el dogma de la Asunción en 1950. En Oriente, este tránsito se celebra como la 'Dormición de María', subrayando que su paso a la vida eterna fue sereno y lleno de gracia.

Así, su muerte no se entiende como derrota, sino como plenitud de vida, porque en el cielo comparte la gloria de su Hijo y ejerce, desde allí, su realeza como reina de los ángeles y de los santos. La fiesta de Santa María Reina, celebrada pocos días después de la Asunción, completa este misterio y recuerda que la Madre de Cristo no fue abandonada en la corrupción del sepulcro, sino exaltada para siempre como intercesora y protectora del pueblo cristiano.