JMJ de Río
Reunión de urgencia del Gobierno para blindar los actos papales
La policía duplica sus efectivos
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, mantuvo ayer junto a cuatro de sus ministros una reunión para tratar la visita del Papa a su país. Según la Asesoría de Prensa de la Presidencia, el encuentro, que no estaba previsto, sirvió para «revisar la lista de procedimientos» de seguridad de la Jornada Mundial de la Juventud y ultimar detalles de la participación de Rousseff, que hoy se reunirá con Francisco en Río de Janeiro. El plan inicial preveía la movilización de 12.000 militares y policías, sin embargo, la cifra se ha visto incrementada como consecuencia de las manifestaciones y protestas violentas que se han sucedido en los últimos días en 2.000 efectivos –duplicando el despliegue inicial previsto por el Ministerio de Defensa brasileño–, de los cuales 10.200 son miembros de las Fuerzas Armadas. Asimismo, el operativo cuenta con personal del Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea; las Policías Civil, Militarizada, Federal y de Carreteras; el Cuerpo de Bomberos, las Guardias Patrimonial de la ciudad de Aparecida y la Metropolitana de Río de Janeiro, así como la Guardia Suiza. La presencia de los militares en las calles de Río se puede observar desde hace varios días. Se espera que durante esta semana se empleen diez helicópteros y 380 vehículos. También se contará con seis barcos, 20 buques de apoyo y tres aviones. Desde hace tiempo, el Gobierno brasileño ha trabajado en colaboración con los responsables de la guardia de seguridad de la Santa Sede para implantar medidas que «no desagraden al Papa». «No se hará nada que no agrade a Francisco», se aseguró desde la Secretaría General de la Presidencia. Por otra parte, la principal discrepancia ha girado en torno a la implantación de un escudo en el «papamóvil», después de que el Pontífice expresara su deseo de aparecer públicamente en un vehículo descubierto. Por ello, desde el Gobierno de Brasil se ha insistido en la necesidad de instalar en el coche cristales a prueba de balas, debido a que el jeep puede dejar al Santo Padre «muy expuesto». Tal es la intención de evitar cualquier percance que se ha debatido la posibilidad de utilizar agentes armados para escoltar el vehículo o aumentar la cantidad de policías de paisano entre la multitud. No obstante, el padre Lincoln de Almeida, miembro del personal de seguridad en el comité organizador reconoce que «tal vez eso último no sea necesario», porque «en la Plaza de San Pedro los guardias siguen a pie el ''papamovil''», que va a poca velocidad.
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