Polémica de Belorado
«Sedevacantismo»: el otro bombón de las monjas cismáticas
Las clarisas de Belorado se han sumado a una corriente sectaria que se ha recrudecido en la era Francisco
El bombón de mojito con el que las clarisas de Belorado se convirtieron en las estrellas de la feria gastronómica Madrid Fusión en 2020 parece atragantarse a medida que se remata la semana, después de que el pasado lunes decidieran «borrarse» de la Iglesia católica y ponerse bajo el amparo del falso obispo excomulgado Pablo de Rojas.
Su salida del redil vaticano se sirve fruto de un particular cóctel donde se configuran varios ingredientes, entre ellos la trifulca generada por una cuestionada operación inmobiliaria que incluía la venta de un convento en Derio y la compra de otro en Orduña, con un «sacerdote» barman ejerciendo como portavoz de fondo.
Todo ello, aderezado por una sobredosis ideologizante que representaría la llamada Pía Unión de San Pablo Apóstol, organización fundada por De Rojas y que se considera a sí misma como la auténtica «Iglesia apostólica, católica y romana». Negacionista del Concilio Vaticano, este jienense reconoce como último Papa a Pío XII, considerando a los demás sucesores de Pedro como ««usurpadores».
Aunque a priori estas tesis puedan sonar a estrambóticas y residuales, lo cierto es que corresponden a una corriente que, sin ser mayoritaria, parece calar en un sector de creyentes. Es el «sedevacantismo». «Es una minoría muy pequeña de católicos que considera que en cierto momento de la historia reciente se ha interrumpido la sucesión del papado simplemente porque lo que dicen los Papas siguientes no está acorde con su propia visión de la fe católica», sentencia Luis Santamaría, teólogo y el mayor experto en sectas en España, y que lleva años analizando este fenómeno, tal y como expuso de forma pormenorizada en un Pliego de la revista Vida Nueva, que se publicó con cierto aire profético justo un mes antes de antes de desatarse el «cisma» del monasterio Belorado.
Las primeras dosis de «sedevacantismo» se inyectaron ya a mitad del siglo XIX ante el Concilio Vaticano I, pero se forjaron durante el pontificado de Pío XII, cuando grupos ultracatólicos le cuestionaron por abrirse a la planificación natural de los matrimonios para prevenir la concepción. Fue la excusa para considerar a Pío XI como último Papa legítimo. Curiosamente, De Rojas sí amnistía a Pío XII, y establece en él la nota de corte sobre la catolicidad de pata negra, enviando al ostracismo desde a Juan XXIII hasta a Francisco. Los «sedevacantistas», por tanto, solo reconocen la misa tridentina, en latín y de espaldas al pueblo, con las correspondientes vestiduras preconciliares y su concepto clericalizado del poder y las mujeres.
Santamaría no tiene duda al definir a la Pía Unión de San Pablo Apóstol como una secta, dentro de aquellas que «se presentan como el pequeño reducto fiel frente a la deriva de la Iglesia católica contemporánea». Según el propio De Rojas la conforman dos «obispos», siete «sacerdotes» y doscientos «numerario», haciendo suya la nomenclatura del Opus Dei. Sin embargo, el especialista en sectas sí admite un cierto resurgir reciente de estos colectivos: «Hoy se da una mezcla explosiva: el pontificado de Francisco y la existencia de las redes sociales que son un altavoz que magnifica sus posturas extremistas más allá del seguimiento real que tienen y son capaces de llegar a los rincones más insospechados a través de las pantallas para que sus discursos de la conspiración aniden en personas que viven en la confusión o que ven con desconcierto algunos planteamientos del Papa y se echan en brazos de estos personajes». De ahí, su preocupación por el hecho de que «todas estas ideas que difunden personas que han roto con el catolicismo están influyendo en amplios sectores de la propia Iglesia». Este caldo de cultivo vendría alimentado por una polarización política que también está calando en foros eclesiales. Un marcaje ideológico que el propio fundador de la Pía Unión expuso presidenta de la Federación de Clarisas de Nuestra Señora de Arantzazu en su primera comparecencia pública con Ana Rosa Quintana en «Tardear», cuando negó el Holocausto y se presentó como «un gran admirador de la doctrina social que Franco impuso en España».
Pero, ¿cómo llegaron a captar a las clarisas de Belorado para su causa? Para Santamaría, se suman varios factores: «En primer lugar, hay que tener en cuenta que las sectas siempre se nutren de la vulnerabilidad de las personas». En este sentido, matiza que ser vulnerable no tiene por qué ser sinónimo de analfabeto, esto es, vincular esa fragilidad con una falta de formación en las monjas, pero sí con algunas de las peculiaridades del aislamiento de la clausura: «Este tipo de líderes y sus organizaciones no les convencen racionalmente, sino por la vía emocional». A la par, ve «una gran complicidad entre el líder sectario y la abadesa, sor Isabel, sobre la cual, algunas fuentes autorizadas de la Iglesia han apuntado a un posible abuso de poder hacia sus hermanas de comunidad», añade el investigador.
Con ese ambiente enrarecido de las resistencias a Francisco que le asedian en estos once años de pontificado, el virus del «sedevacantismo» por la vía De Rojas caló en las contemplativas burgalesas en apenas un año, siguiendo el relato que ellas mismas han compartido. Eso sí, se fue contagiando de forma silenciosa, puesto que no levantaron sospecha alguna ante el propio capellán de las religiosas que diariamente ha celebrado la misa con ellas hasta la semana pasada. Quien dio la voz de alerta de la radicalización de las hermanas fue la presidenta de la presidenta de la Federación de Clarisas de Nuestra Señora de Arantzazu, la hermana María Soto, lo que propició la apertura de una investigación, con el visto bueno de Roma, del Arzobispado de Burgos y los obispados de Vitoria y Bilbao, donde se encuentran los conventos de Belorado, Orduña y Derio.
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