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Un cardenal tímido

La Razón
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El cardenal Ricard Maria Carles, arzobispo emérito de Barcelona, fallecido hoy a los 87 años, fue un prelado considerado tímido, que se opuso a la creación de una Conferencia Episcopal catalana y que ofició la boda, en 1997, de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin.

Carles (Valencia, 1926), que mantuvo una relación cordial con las instituciones catalanas, pero que nunca fue visto proclive a los postulados nacionalistas, vio turbada su gestión cuando el fiscal jefe de Torre Annunciatta (Italia) le relacionó con un presunto caso de blanqueo de dinero, aunque nunca llegó a ser juzgado.

El cardenal era licenciado en Derecho Canónico por la Universidad Pontificia de Salamanca y fue ordenado sacerdote en 1951, antes de ser arcipreste de Tabernes de Valldigna (Valencia), en 1964.

Tras ocupar el cargo de director del Convictorio Diocesano para Diáconos, en 1969 fue nombrado obispo de Tortosa (Tarragona), donde comenzó a tomar contacto con la realidad eclesial de Cataluña, marcada por movimientos de base de carácter progresista y catalanista, con los que, según fuentes eclesiásticas, nunca llegó a comulgar del todo.

Fue presidente de la Subcomisión Episcopal para la familia y presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades, hasta que en 1990 fue nombrado Arzobispo de Barcelona, entonces la archidiócesis más grande de Europa tras la de Milán.

El nombramiento de Carles para sustituir a Narcís Jubany al frente de la archidiócesis no sentó bien en algunos sectores nacionalistas, que vieron en el obispo valenciano un intento de redirigir la gestión de Jubany.

De carácter afable y poco dado a salidas de tono, Carles tuvo que lidiar con la oposición de parte de los clérigos del arzobispado y de las asociaciones católicas más progresistas, que le acusaron de conservadurismo y "opacidad"en su gestión.

En el año 2001 tuvo que lidiar con una revuelta interna en el arzobispado barcelonés, donde más de 200 sacerdotes pidieron su dimisión y 34 de los 40 arciprestes firmaron un documento pidiendo cambios y la apertura del arzobispado.

Fuentes eclesiásticas han recordado que pese a su buena voluntad en la gestión, Carles arrastró el lastre de su fama de conservador y poco catalanista, sobre todo por oponerse a la creación de una Conferencia Episcopal Catalana independiente de la española.

Como miembro de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede estuvo en el ojo del huracán cuando se hablaba de las cuentas vaticanas y sobre todo cuando su nombre salió mencionado en una investigación del fiscal de Torre Annunciatta, una localidad del sur de Italia, por un presunto y rocambolesco blanqueo de divisas.

Carles, que en 1998 acompañó a Juan Pablo II en su viaje apostólico a Cuba, fue elegido el 2 de marzo de 1999 vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española.

El 24 de septiembre de 2001, al cumplir 75 años, Carles presentó su renuncia al gobierno pastoral de la Archidiócesis de Barcelona, pero Juan Pablo II decidió prorrogar su mandato hasta 2003.

Tras 14 años al frente de la diócesis, el 15 de junio de 2004 Ricard M.Carles fue sustituido en la sede metropolitana de Barcelona por Lluís Martínez Sistach, un cambio que coincidió con la decisión del Vaticano de desmembrar la archidiócesis en tres sedes: Barcelona, Terrassa y Sant Feliu de Llobregat, en lo que se interpretó que fue una decisión suya para restar poder al arzobispado barcelonés.

Probablemente, el acto que más relevancia popular le dio fue como oficiante del enlace de la infanta Cristina con Iñaki Urdangarin, el 4 de octubre de 1997 en la catedral de Barcelona.

La polémica acompañó a Carles hasta después de jubilarse ya que recibió críticas por trasladarse a vivir a un palacete en un barrio acomodado de Barcelona.