JMJ de Río
Una herencia clave para dos Papas
Algún «vaticanista» amante de las emociones fuertes vaticinó en su día las dificultades y tensiones que iba a crear a la Iglesia la «coexistencia de los dos Papas». Espero que ya se habrá dado cuenta de lo equivocado que estaba en sus previsiones. Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio conviven en el Vaticano uno cerca del otro – quinientos metros en línea recta– sin crear problema alguno y dando al mundo un admirable ejemplo de fraternidad y de continuidad apostólica.
Nada de extraño, al contrario, que antes de viajar a Río de Janeiro el Papa Francisco haya querido visitar en su casa al emérito Benedicto XVI para pedirle «que acompañe en los próximos días con la cercanía espiritual y la oración su viaje a Brasil y a los jóvenes reunidos para la Jornada Mundial». Casi tres cuartos de hora estuvieron «cordialmente» juntos los dos ancianos.
Tanto el Pontífice reinante como su predecesor recibieron «en herencia» una Jornada Mundial de la Juventud convocada por quien le había precedido en la cátedra de Pedro: el primer viaje internacional de Benedicto XVI tuvo como meta en mayo del 2005 la ciudad de Colonia donde Juan Pablo II había invitado a venir a la juventud del mundo para celebrar junto a él la alegría de ser cristianos. Francisco sale por primera vez como Papa fuera de las fronteras italianas para dirigirse a Rio donde Ratzinger había prometido que estaría presente para presidir la Jornada Mundial de la Juventud.
Este simple dato indica con precisión que más que la persona concreta – Karol Wojtyla, Joseph Ratzinger, Jorge Mario Bergoglio – lo que cuenta es el Papa en quien los jóvenes, y los no jóvenes, ven al Vicario de Cristo, al sucesor del apóstol Pedro, al obispo de Roma que «preside a todas las iglesias en el amor», al «siervo de los siervos de Dios». Cada Papa tiene desde luego su personalidad, su carisma propio, sus diferentes atractivos pero eso no es lo fundamental. Se evita así caer en el culto a la personalidad, tan característico de ciertos regímenes políticos ,en la papolatría infantil o sectaria ( la que hace distingos entre un magisterio papal u otro) , en la adhesión despersonalizada de las concentraciones masivas en torno a ídolos del deporte o de la música.
Siento una gran curiosidad por ver cómo va a desarrollarse esta Jornada Mundial de Rio de Janeiro –la segunda que se celebra en el continente latinoamericano después de la que tuvo lugar en Buenos Aires el 11 de abril de 1987 que duró un solo día– con el aliciente inesperado de que la presida un Papa nacido en Argentina. Soy de los que creen que las manifestaciones que pueden producirse – que seguramente se producirán– no alterarán el pulso y el clima de la JMJ. Ese millón de jóvenes brasileño «amigos» a través de Facebook y los cuatrocientos mil «followers» de Twitter hablan todos de «una gran esperanza que nos abre al mundo» y no van a dejarse arrastrar por una campaña desestabilizadora. La Jornada –ha dicho Marcio Queiroz, responsable de la comunicación– «podrá demostrar a los jóvenes que es posible cambiar el mundo a mejor manteniéndose unidos sobre valores que pueden regenerar la vida social, política, económica. Y sobre todo personal».
Francisco ya ha anunciado el «leit motiv» de sus discursos: ir contra corriente, salir de uno mismo para ir a las periferias geográficas y existenciales del mundo, abrirse a los grandes proyectos existenciales, encontrarse con la misericordia y la gracia de Dios en Jesucristo. Todo esto dicho con su lenguaje sencillo y claro, propositivo y no impositivo, liberatorio y no castrador.
Nos esperan grandes días, de eso estoy cierto.
Corresponsal de Antena 3
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