Escritores
Universal y nuestro particularmente
Como la copla, la anécdota corría ayer por Valdebebas, de boca en boca: alguien llama a un hotel del centro para reservar y el recepcionista le responde que imposible: «Estamos llenos». La culpa la tiene «el concierto que da en la Ciudad Deportiva del Real Madrid un cantante llamado Álvaro». Un chascarrillo que habrá hecho partirse de risa al nuevo beato, cuyo sentido del humor le acompañó hasta el último día de su vida. No se imaginó don Álvaro que subiría a los altares en una ceremonia multitudinaria, celebrada por 17 cardenales y 170 obispos de todo el mundo, ante decenas de miles de fieles de 80 países. Mejor reconocimiento imposible para alguien que recorrió los cinco continentes aupando la vida, con esa presencia amable y discreta que le caracterizaba. El que ha dado en el clavo ha sido Francisco: «Álvaro del Portillo estaba muy metido en Dios y, por eso, muy cerca de los hombres». Dicen los que le conocieron que era imposible salir de estar con él sin más alegría que antes de haber entrado. Fue buena gente. Quiso y se hizo querer. Pero sin pelos en la lengua. Como cuando se refería a los defensores: «Sí, sí, cumplo y miento», advertía don Álvaro, para que nadie se llevara a engaño. Estos del Opus son serios, muy serios. Se lo curran hasta la extenuación y no dan puntada sin hilo. Lo han vuelto a demostrar, este fin de semana, con este madrileño universal, y «particularmente nuestro» en palabras de Rouco.
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