Coronavirus

Covid-19: gestionar la incertidumbre

A man wearing a protective face mask gets his temperature checked before entering a shopping mall in Almaty
A man wearing a protective face mask gets his temperature checked before entering a shopping mall in AlmatyPAVEL MIKHEYEVReuters

La alerta sanitaria internacional por la pandemia causada por el coronavirus procedente de China, genera una obligación a todos los gobiernos del mundo para articular una respuesta preventiva y asistencial de enorme magnitud. En este caso, no se recuerda fácilmente una situación con los enormes impactos sociales y económicos como los que la gestión del Covid-19 nos está mostrando a nivel internacional.

Las alertas pandémicas del tipo de la causada por el Covid-19 conllevan de manera inevitable la necesidad de gestionar la incertidumbre. La incertidumbre es una característica propia de la aparición de una nueva enfermedad causada por un nuevo microorganismo que ha mutado al pasar de animal a la especie humana y del que, en las primeras etapas de su contagio, se desconocen muchas de las características clínicas y epidemiológicas.

Esto implica medir cuidadosamente las respuestas para evitar articular una excesiva movilización de recursos sanitarios o una excesiva limitación de la movilidad y las libertades de la ciudadanía o de las relaciones comerciales o del funcionamiento de las empresas. También, hay que evitar que las respuestas sean insuficientes y que ello condiciones daños evitables en la salud, en la vida social y en la economía.

Cuatro criterios

Esta es una cuestión clave en la gestión de este tipo de alertas. La mejor forma de actuar para acercarse lo más posible al punto de equilibrio es responder con medidas que cumplan, al menos, con cuatro criterios: por una parte, criterios basados en las evidencias científicas (que pueden cambiar a medida que se conocen más aspectos del nuevo coronavirus). En segundo lugar, articular medidas que tengan el respaldo de las organizaciones profesionales y científicas; en tercer lugar, decidir acciones con el consenso unánime de las autoridades sanitarias nacionales y autonómicas y finalmente, en cuarto lugar, asegurar una transparencia absoluta en la comunicación de la información sobre la situación que haga posible que no quede ninguna pregunta sin respuesta.

A pesar de ello, aun cumpliendo con todos esos requisitos, nadie puede garantizar que al analizar de forma retrospectiva la gestión de crisis sanitaria no se vayan a encontrar áreas de mejora en relación a las decisiones adoptadas. Este es uno de los mayores desafíos en la gestión de las alertas de salud pública de esta naturaleza. La gestión está sujeta a escrutinio público y a evaluación para tratar de perfilar las mejores prácticas que puedan aplicarse en futuras alertas que, previsiblemente, tendremos que afrontar en cualquier momento. Si aplicamos estos criterios a la gestión de la alerta sanitaria en España, podemos decir que se están aplicando estos criterios de manera indiscutible.

Cabe la posibilidad de nuevas y duras medidas. Ahora solo nos queda resaltar la importancia que tiene que cada persona aplique las medidas preventivas aconsejadas para hacer posible nuestra contribución como ciudadanos de a pie al éxito de las medidas aplicadas, que pretenden evitar contagios y hacer que el número de ellos sea el menor posible para que los servicios sanitarios no se colapsen y puedan atender con calidad y eficacia a los pacientes más vulnerables.