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Fernando Simón: un experto entre dos aguas

“Es rocoso y aguanta lo que le echen” aunque le duele que le acusen de haber tenido un discurso favorable al actual gobierno

1.002 fallecidos y 19.980 infectados por coronavirus en España
Fernando Simón Soria es un gran epidemiólogo, a quien le ha tocado bailar con situaciones médicas trágicas bajo gobiernos de todo signo.Borja Puig de la Bellacasa/ MONCEFE

Dicen, quienes bien le conocen, que le molesta mucho la manipulación política. Para unos, es un hombre de derechas nombrado en su cargo por la entonces ministra de Sanidad del PP, Ana Pastor. Para otros, está en el lado contrario y obedece ahora a consignas del gobierno socialista. Lo cierto es que Fernando Simón Soria es un gran epidemiólogo, a quien le ha tocado bailar con situaciones médicas trágicas bajo gobiernos de todo signo. Trabajó con Ana Pastor, Trinidad Jiménez, Leire Pajín y ahora, con Salvador Illa. Por sus manos han pasado el virus del ébola, el zika, la gripe aviar y en estos momentos el letal Covid19, que le ha tocado en la llaga de una muestra positiva. Con su voz afónica, cabello acaracolado y jersey de estudiante anglosajón, ha sido siempre un experto entre dos aguas: la suya propia, la ciencia. Y la de los respectivos gobiernos, de diferente color político, que le han utilizado en momentos de graves crisis.

Nació en Zaragoza, en cuya Universidad se licenció en Medicina. Su padre deseaba que siguiera sus pasos y estudiara Psiquiatría. Pero a Fernando le apasionaban las enfermedades infecciosas y se especializó en Epidemiología y Medicina Tropical en Londres. Apasionado de la evolución en estas patologías en África, fue director del Centro de Enfermedades tropicales en Mozambique y el Hospital de Nitita, en Burundi. Fue en esta época cuando conoció a su esposa, María Romay Baraja, una científica también experta en estas dolencias con quien ha compartido publicaciones, viajes lejanos y experiencias. En 2012, dentro de la gran reorganización del Instituto Carlos III, fue nombrado Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, donde no ha tenido un minuto de respiro.

Entre sus compañeros tiene fama de ser un trabajador muy preparado e infatigable, aunque ahora muchos le achacan falta de previsión en el coronavirus al ser miembro del Centro Europeo para la prevención y control de enfermedades.

A pesar de sus jornadas de trabajo frenéticas, se considera un hombre muy familiar. Padre de tres hijos, está vinculado a su tierra y le gusta hacer escalada por el Pirineo aragonés y montar en moto. Con esa voz de garganta profunda, ronca, atiplada, y esa imagen de científico anglosajón, ha vivido en medio mundo: Monzambique, Burundi, Somalia, Cabo Verde, Togo, Guatemala, Bolivia, El Salvador…Cuando Ana Pastor le propuso crear la Unidad de Alertas y Emergencias Sanitarias trabajaba como epidemiólogo en París, y le hizo ilusión volver a España. Desde entonces, ha visto pasar a ministros de Sanidad de todo color político sin que nadie le mueva la silla. «Es rocoso y aguanta lo que le echen», dicen compañeros del Carlos III. Y ahora, aseguran en su entorno, le duele que le acusen de haber tenido un discurso favorable al actual gobierno. «Todos siempre le han respetado», advierten en su equipo.

Enjuto, con una mirada clara en lontananza, es hombre que duerme y come poco. De joven le gustaba acudir en Zaragoza a guateques y sigue siendo un aficionado a la música de Elvis Presley y Eric Clapton. Fervoroso del Zaragoza, tanto en fútbol como en baloncesto, le gusta hacer senderismo por el Pirineo de Huesca, cuyos rincones y algunos pueblos como Ainsa y Boltaña conoce de primera mano. Y en verano, su pasión es practicar la vela en aguas de Mallorca con sus tres hijos, una niña y dos varones, con quienes intenta olvidar los trágicos momentos actuales.

Ayer, tras dar positivo en la muestra del Covid-19 mandó un mensaje a su equipo de que se encontraba bien. Será extraño no verle durante un tiempo en las ruedas de prensa a este hombre tan sobreexpuesto mediáticamente. Disciplinado, cumplirá a rajatabla los protocolos que tan bien conoce. Es la suya una vida ante la opinión pública para noticias tristes, aunque ha intentado que siempre sean rigurosas. Pero como él mismo decía hace unos días, cuando la pandemia se extendía, nadie sabe nunca el alcance de sus consecuencias. Al menos, para un experto navegante en tantas aguas, le queda confianza en la investigación y su propia sabiduría.