Salud
Medicamentos de marca y proveedores de confianza
Tribuna de opinión de Emili Esteve, director del Departamento Técnico de Farmaindustria
Anular el valor distintivo de las marcas en los medicamentos es un error. Sin marcas, la prescripción se haría por la denominación de su principio activo y entonces no sería el médico quien determinaría el envase que en cada circunstancia debería ser dispensado al paciente. Médico y paciente perderían la posibilidad de elegir una determinada presentación de medicamento, a pesar de que en nuestro país marcas y genéricos tienen el mismo precio en el sistema sanitario público.
La prescripción por marca tiene muchas ventajas, pero quiero empezar por destacar que el hecho de que haya marcas al mismo precio que los genéricos tiene una doble ventaja: permite que todos los ciudadanos tengan acceso a la marca sin un coste adicional y reduce el problema del riesgo de desabastecimientos, puesto que todos (originales y genéricos) se reparten por igual la obligación de suministro.
Si se generalizara un sistema en el que solo algunas presentaciones gozaran de dispensación preferente, sus fabricantes deberían ser capaces de abastecer todo el mercado. En ausencia de marcas, el proveedor de confianza pasaría a ser determinante. Aunque no sabemos qué pasaría con este nuevo modelo, la experiencia ha demostrado que es fácil que un genérico barato procedente de un fabricante internacional (sin implantación en nuestro país) o de un bróker (que negocia en un mercado global determinadas partidas de medicamentos) sea la mejor oferta.
Esta aproximación estará justificada para multitud de bienes desde el punto de vista meramente económico, pero en el ámbito sanitario merece una reflexión, porque no hace mucho hemos tenido algunos preocupantes precedentes que han evidenciado la importancia de tener proveedores de confianza en productos esenciales.
En los medicamentos es quizá más relevante porque no todos son siempre iguales, aun cuando tengan el mismo principio activo. Los medicamentos son parte esencial de los tratamientos de los pacientes, y la continuidad y seguimiento de la medicación es fundamental. A diferencia de cuando se prescribe una marca, la indicación sola del principio activo en la receta favorece el cambio de envases, lo cual está demostrado científicamente que perturba la adherencia a los tratamientos y en determinados casos es muy negativo para el paciente. Tenemos que añadir que la farmacovigilancia (es decir, el seguimiento del comportamiento del medicamento en la sociedad) es más fácil y de mucha mayor calidad cuando el medicamento está inequívocamente identificado con su denominación comercial completa en lugar de con el principio activo.
Además, las compañías que comercializan medicamentos de marca son por lo general las que los investigaron y registraron, para después ampliar el número de presentaciones hasta conformar toda una gama de productos (diferentes dosis y formas farmacéuticas orientadas a determinados colectivos de pacientes). Son, aunque no sean los únicos, los auténticos proveedores de confianza. Entre ellos hay muchas compañías radicadas en España que fabrican aquí sus medicamentos y comercializan toda la gama de cada medicamento, incluidas las presentaciones menos rentables. Ciertamente, este tipo de empresas (nacionales e internacionales) son las que han mantenido el suministro de medicamentos en la dura época del estado de alarma. Nada que ver con los operadores de oportunidad que sólo comercializan las presentaciones más rentables y que cuando se ha producido escasez de algunos medicamentos, incluidos los empleados en las UCI, han dejado de servirlos.
Parece cada vez más importante asegurar proveedores de confianza a nivel local. La pandemia ha constatado la necesidad de reflexionar sobre acciones pasadas. En nuestro país se han ido adoptando medidas que han minado el interés por conservar algunas marcas de medicamentos. La continua erosión del sistema de precios de referencia, la tendencia a minusvalorar la denominada innovación incremental (nuevas presentaciones orientadas a determinados colectivos de pacientes) y la reticencia a actualizar los precios de medicamentos clásicos nos han llevado a debilitar marcas hasta llegar a problemas de suministro o desaparición de estos productos, que entonces debemos importar a precios mucho mayores.
Las compañías de medicamentos de marca no sólo son proveedores de confianza, sino que cubren todo el espectro de las necesidades sanitarias. Muchas son de pequeño y mediano tamaño, pero suman buenos empleos y tejido productivo. Son las que comercializan los medicamentos que no tienen competencia genérica. En España hay unas 725 presentaciones de medicamentos que no tienen genérico. No porque no puedan tenerlo, puesto que los derechos de patente se han extinguido hace años, sino porque las compañías que comercializan genéricos no los consideran un mercado atractivo. Es más: en el sistema de precios de referencia, donde existe competencia genérica, hay otras 800 presentaciones que no han sido suficientemente atractivas y tampoco tienen competidor genérico.
En definitiva, disponer de plantas de producción de medicamentos en nuestro país es una fortaleza que debemos mantener y potenciar, pues un buen número de estas compañías comercializan medicamentos de marca a precio de genérico. Especular fomentando la prescripción del principio activo puede contribuir a depender de operadores más agresivos en precio, pero menos fiables en continuidad (asumiendo que la calidad de todos los medicamentos autorizados ha de ser la misma). Estas cuestiones están en pleno debate y sería bueno que se mantuvieran en este plano, puesto que con los medicamentos hay que ser muy cuidadoso en todo, incluidas este tipo de iniciativas.
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