Tribuna

Salud, economía, bienestar

La cooperación entre gobiernos, instituciones de investigación y compañías farmacéuticas para impulsar la mayor carrera investigadora de la Historia ha permitido que en menos de un año dispongamos de vacunas contra el coronavirus EFE/Raquel Manzanares
La cooperación entre gobiernos, instituciones de investigación y compañías farmacéuticas para impulsar la mayor carrera investigadora de la Historia ha permitido que en menos de un año dispongamos de vacunas contra el coronavirus EFE/Raquel ManzanaresRAQUEL MANZANARESEFE

La terrible pandemia que hemos vivido este 2020, trufada de dolor y muerte para muchos y, desde luego, inquietud para todos, no deja demasiado espacio para las buenas noticias. Pero cuando acaba el año y miramos con esperanza el nuevo que llega no está de más recordar la respuesta de los profesionales sanitarios, la movilización de tantas personas y organizaciones para ayudar en distintos ámbitos o la cooperación entre gobiernos, instituciones de investigación y compañías farmacéuticas para impulsar la mayor carrera investigadora de la Historia, que ha permitido que en menos de un año dispongamos de vacunas contra el coronavirus.

Y España ha tenido su papel. En pocos meses se convirtió en el primer país de Europa en número de ensayos clínicos contra el coronavirus. Es una excelente noticia. Porque no se trata de un hecho coyuntural, sino que España era ya un país de referencia mundial en la investigación de medicamentos. Es fruto del trabajo colaborativo que desde hace años desempeñan Administración sanitaria, hospitales, investigadores, pacientes e industria farmacéutica, y que permite que nuestro país forme parte los ensayos internacionales más punteros, que benefician sobre todo a nuestros pacientes. Y ahí tenemos una oportunidad; no sólo como sector, sino como país.

Esta capacidad para atraer ensayos clínicos puede ser determinante para que España avance en el cuidado de la salud, puesto que no cabe plantear un sistema sanitario moderno sin actividad investigadora, y también en el económico y social. Por su impacto en la salud, la investigación biomédica es, junto a la transición ecológica y la digitalización, uno de los ejes que definirá el futuro inmediato de la sociedad. El sector farmacéutico dinamiza las economías de los países al ayudar a tener modelos productivos más eficientes y competitivos basados en la innovación, la I+D y el conocimiento. Muchos gobiernos han tomado conciencia de esto y hacen lo posible por atraer este tipo de inversiones. La industria farmacéutica invierte en I+D alrededor de 150.000 millones de euros al año en el mundo.

Lecciones de la pandemia

La pandemia deja quizá dos grandes lecciones. Primero, ha mostrado algunas fortalezas de nuestro Sistema Nacional de Salud, pero también algunas de sus debilidades, que obligan a plantear con urgencia cambios para apuntalarlo. España llegó a destinar un 6,5% de su PIB a sanidad pública, que fue disminuyendo hasta quedarse en un 6%. Esto significa perder como media en torno a 5.000 millones de euros anuales durante una década. Hoy se habla de destinar al menos un 7% de nuestro PIB (siempre sobre cifras previas a la crisis), es decir, aumentar en unos 12.000 millones de euros el presupuesto anual. No es una cifra caprichosa, máxime si tenemos que recuperar el terreno perdido y que nuestros vecinos, con los que nos queremos comparar, destinan cifras superiores al 7,5%.

La segunda lección es la estrecha relación entre salud y economía, y también la condición de inversión, que no gasto, de los fondos destinados a la salud, entre ellos a la adquisición de fármacos. Tendemos a tachar de carga las partidas destinadas a sanidad, que no sólo contribuyen a proteger la salud y por tanto la esperanza y la calidad de vida, sino que impulsan el desarrollo económico y social. La evidencia científica publicada estima que un aumento de un año en la esperanza de vida en un país contribuye a aumentar su PIB un 4%.

Hoy más que nunca, hay que partir de la base de que la sanidad es una inversión, y una inversión muy rentable para la sociedad, y sobre ella hay que plantear las necesidades financieras y el esfuerzo que la sociedad está dispuesta a hacer en el sistema de salud.

Cuando miramos con esperanza el nuevo año, con la llegada de vacunas que nos permitirán poco a poco recuperar la normalidad, miremos también las enseñanzas de esta tragedia y hagámoslo en términos de oportunidad. España tiene que reforzar su sistema sanitario y reactivar una economía muy castigada por la crisis. En la investigación biomédica y la industria que la lidera tiene un sector estratégico, líder en producción y exportación de alta tecnología, en empleo de calidad y en inversión en I+D llamado a contribuir al impulso del país desde esos tres ámbitos estrechamente ligados que son el sanitario, el económico y el social.

Trabajemos todos juntos en una estrategia adecuada que aproveche el liderazgo de nuestro país en investigación clínica para convertirnos en un verdadero polo internacional de atracción de inversiones en el campo biomédico. Nuestra salud, nuestra economía y, en suma, nuestro bienestar nos lo agradecerán.