Pechos que florecen y tinta que cura cicatrices

Pechos que florecen y tinta que cura cicatrices

El día que Ana terminó la quimioterapia, su hijo cumplía cinco años. Hasta entonces, habían transcurrido más de 48 meses, tres intervenciones y decenas de sesiones de hasta 10 horas

El día que Ana terminó la quimioterapia, su hijo cumplía cinco años. Hasta entonces, habían transcurrido más de 48 meses, tres intervenciones y decenas de sesiones de hasta 10 horas. Por eso, aquel 3 de diciembre, sonreía por partida doble: había ganado la partida y, lo más importante, lo había hecho con la persona que más quiere en el mundo. Su “renacuajo” ha sido el faro que le ha guiado en la ardua tarea de sonreír cuando le dolía hasta el último músculo del cuerpo, de levantarse de la cama cuando no era ni capaz de recuperar el aliento o de jugar en el parque cuando la luz de sol le machacaba con solo rozarle. Él ha sido su ilusión diaria antes, durante y después. De hecho, uno de los días más felices de su vida fue cuando le tatuaron el pezón y la areola en su mama derecha. “Aquella tarde, mientras me miraba en el espejo, lloraba como una magdalena y daba gracias por volver a ser yo. Casi sin darme cuenta, entró el “peque” en la habitación saltando directo hacia mí y, como si de un timbre se tratase, apretó mi pezón. Se sorprendió al ver que estaba plano y eso me alegró muchísimo. Está tan bien hecho que casi no se nota la reconstrucción mamaria”, relata. Ganar la batalla al cáncer de mama puede dejar marcas en el cuerpo, tantas que a veces las mujeres sienten que éste ya no les pertenece. Entonces, empieza el momento de reapropiarse de él. Como ya ha conseguido Ana.

Esa mezcla de colores anaranjados y marrones ha devuelto la confianza a esta madre madrileña, que ahora mira con ojos vidriosos su futuro. De alguna manera, gracias a esos tatuadores que embellecen las cicatrices que deja esta enfermedad y que brindan la esperanza de volver a sentirse completas. Algo que también comparte Mercedes. Le diagnosticaron cáncer de mama con 52 años en uno de sus senos, le descubrieron ocho ganglios cancerosos en la axila y le despidieron precisamente por este motivo. Al llegar a final de mes, le entregaron el finiquito, le colaron alguna que otra trola y nunca más supo de sus jefes. En cambio, con su “bicha” ha aprendió a convivir. “Yo estaba muy a gusto con lo que me había tocado en la vida, hasta que me di de frente con la realidad”, recuerda. Por suerte, nunca pasó miedo. “De hecho, he sido yo la que he tenido que animar a mi familia. Lo he llevado todo lo mejor que he podido”. Con ese mismo optimismo afrontó su mastectomía y su posterior reconstrucción. Sin embargo, aún había algo en ella que le perturbaba. “Los pechos nunca quedan igual, por eso opté por tatuármelos”. Pero sobre ellos no solo dibujó un pezón y una areola, sino todo un entramado floral que hoy luce que orgullo. Miles de pétalos colorean ahora su pecho, el mismo que acoge en su piel el dolor de la incertidumbre y la esperanza del futuro.

Tanto Ana como Mercedes decidieron trasformar sus cicatrices en arte. Cada una a su manera, pero ambas con ese cosquilleo en el estómago propio de quien avanza en la vida a golpe de ilusiones. Ahora, al despertarse cada mañana, son capaces de reconocer la creación de arte corporal más bonita que han visto nunca: a sí mismas. “Las primeras veces llegaban muy nerviosas porque no sabían muy bien dónde se metían. Ahora, todo lo contrario: vienen recomendadas por el cirujano o por amigas que han pasado por lo mismo”, explica Juanjo Naranjo, dueño del estudio La Cheli Horror Vacui. Él es tan solo uno de los integrantes de la plataforma “Tatuaje Solidario con el Cáncer de Mama”, destinada a ayudar a las mujeres enfermas de forma gratuita, y también el responsable del adorno floral que ha devuelto la alegría a Mercedes. Ella fue una de sus primeras clientes en dibujarse algo parecido; las réplicas corporales, en cambio, tienen de referencia el Hospital Universitario de Torrejón, el primero de España que fusionó el arte corporal con la unidad de mama. “Para ellas, supone cerrar una dura etapa. Verse de nuevo completas les ayuda mucho psicológicamente”. Los testimonios de lucha y superación son una constante en su estudio y acompañan al tintineo de su aguja mientras introduce sombras en sus creaciones. Pero no es lo único: con cada puntada también regala nuevas oportunidades pues, aunque sea simplemente tinta, ésta cura muchas cicatrices.