Día Mundial contra el Cáncer
Encarna Salazar tiene la mirada indescifrable, la historia de España agarrada en la garganta y los andares de quien ha pisado el asfalto desde bien pequeña. Cada vez que habla, pone música a su presente continuo. Cada vez que canta, relata la memoria de su pretérito perfecto. Y cada vez que respira, ratifica su incansable lucha profesional y personal. Respecto a la primera, poco hay que añadir: sabe a Azúcar Moreno y lo luce con orgullo. Respecto a la segunda, aún hay episodios que le siguen erizando la piel. Ella es una artista de raza, de tacón grueso y de zapateo profundo. Tiene mucha mili y todo el prestigio que le han dado los escenarios. Pero, sobre todo, cuenta con el tesón de quien se enfrenta a la muerte, la torea con gracia y le dedica algún que otro verso. Su cáncer de mama no ha apagado esa luz que le sigue a todas partes, sino que la ha embellecido tanto que hoy se ha propuesto contagiarla. “Yo no soy más valiente que cualquiera. Es la situación que me ha tocado vivir, un mazazo brutal”, se sincera. “Cuando no te queda otra, hay que echarle dos narices a la vida”.
A su lado, la psicóloga Paloma Romero. La escucha con calma, revive viejas dudas. La bondad que transmite la artista es un acto revolucionario y su receptora lo sabe. “Cuando te pasa algo así, te exiges estar siempre bien, pero caerse y llorar forman parte del proceso”, relata Encarna, bajo la atenta mirada de su compañera. Le propone su mano, la misma que hace justo once años le ofrecieron cuando le diagnosticaron la enfermedad. Ambas se miran fieles a sí mismas y, entonces, la sede de la Asociación Española Contra el Cáncer, donde tiene lugar este encuentro, se vuelve un lugar muy pequeño, casi íntimo. Los miedos vuelven a aflorar, pero esta vez con la garra de todas aquellas personas que perdieron su vida para que hoy este diálogo sea de mujer a mujer. “Este parón es una toma de tierra enorme: vida solo hay una y no hay nada garantizado. Tenemos que ser coherentes con los que buscamos y con lo que somos”, subraya Paloma, para quien las dudas no pueden contaminar las ansias de superarse.
Su relato es una sinestesia entre el sonido ambiente de la calle y la corpulencia de los días cubiertos de color esperanza. El cáncer es su gran capítulo cerrado, pero continúa abierto para algunos de sus seguidores. “Cuando acabo un concierto, vienen a saludar para que les orientes. Yo les digo que éste es un proceso que tienen que vivir. No es agradable, pero se supera”. Para Encarna existe una conexión especial entre todas las que han pasado por lo mismo. Se emociona cuando reivindica su feminidad, se acuerda de quienes ya no están y enfatiza el poder sanatorio de la familia. “Si yo no estoy bien, ellos tampoco pueden estarlo. Te tienes que cuidar, te necesitan”. Lo logró sola, pero supo cuándo tenía que pedir ayuda a profesionales como Paloma. “Necesitaba llorar, descargar toda la información que había recibido. Fue la única vez que necesité la intervención de una psicóloga”, recuerda la cantante, que venció la “bicha” en 2009. “Cuando pasa, te sientes muy solo. Tener a una persona que te pueda dar tres puntos básicos ayuda muchísimo”, responde Paloma, que ahora trabaja en InfoCancer, un servicio previsto las 24 horas de los 365 días para informar, apoyar y dar asesoramiento médico, psicológico y social sobre cualquier aspecto relacionado con la enfermedad.
Y la verdad es que Encarna, que en sus canciones mantenía las conversaciones que no terminaba de abordar en la vida, hoy le canta a la esperanza, al orgullo y a la pasión. “Mi misión es vivir, trabajar y hacer feliz a la gente que quiero”.