Estudio

Hacer ejercicio físico previene la infección por Covid-19 y reduce su gravedad

Un estudio español impulsado por la Clínica Universidad de Navarra demuestra los beneficios de la actividad física frente al SARS-CoV-2

Las hormonas producidas por el músculo durante el ejercicio físico disminuyen la posibilidad de infección y las complicaciones
Las hormonas producidas por el músculo durante el ejercicio físico disminuyen la posibilidad de infección y las complicacionesAna EscobarAgencia EFE

No hay ninguna duda de que hacer ejercicio físico es muy bueno para la salud. De hecho, está demostrado que la actividad física es capaz de frenar el desarrollo de algunos tipos de cáncer y también hay evidencias de que resulta muy beneficioso para prevenir el deterioro cognitivo en personas mayores. Y , por supuesto, ayuda a frenar el sobrepeso y la obesidad. Y a toda esa retahíla de beneficios se suma ahora una nueva ventaja clave en tiempos de pandemia, ya que las hormonas producidas por el músculo durante el ejercicio físico disminuyen la posibilidad de infección por el SARS-CoV-2 y las complicaciones asociadas a la Covid-19, además de reducir la inflamación y la muerte celular provocada en caso de infección, según un estudio de la Clínica Universidad de Navarra.

Los pacientes con obesidad presentan un mayor número de receptores para el SARS-CoV-2 en la grasa corporal y, además, las células grasas de estos pacientes son capaces de producir más moléculas inflamatorias que los individuos con peso normal. En este sentido, la doctora Amaia Rodríguez Murueta-Goyena, investigadora del Laboratorio de Investigación Metabólica de la Clínica Universidad de Navarra y del Centro de Investigación Biomédica en Red Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CiberOBN), explica que «a medida que aumenta el grado de obesidad, mayor será la inflamación y es más probable que se desencadene una tormenta de citoquinas, que son proteínas que controlan la actividad de las células del sistema inmune. Esto supone uno de los mayores riesgos de la persona diagnosticada con Covid-19 severo».

Una de las múltiples alteraciones endocrinas que padecen las personas con obesidad es la sufrida en las mioquinas, ya que no están bien reguladas. Estas hormonas (en concreto, FNDC4 y FNDC5) aumentan durante el ejercicio físico y, además de mediar su efecto beneficioso sobre múltiples órganos y patologías, reducen la posibilidad de infección por el SARS-CoV-2 y las complicaciones de la Covid-19.

Un paciente con obesidad tiene menos concentraciones en sangre de las mioquinas FNDC4 y FNDC5. Por tanto, si desarrollan Covid-19, estarán más expuestos a una inflamación grave y a este tipo de muerte celular, causante del daño multiorgánico, una de las principales causas de muerte de los pacientes con Covid-19 severo. «En estudios ‘in vitro’ comprobamos que estas mioquinas son capaces de reducir los receptores del SARS-CoV-2 en los adipocitos. Por tanto, si una persona sana hace ejercicio físico tendrá más mioquinas y, por ende, disminuirán esos receptores del coronavirus en su grasa», explica la doctora Rodríguez Murueta-Goyena.

Obesos con más riesgo de hospitalización

De acuerdo con las investigaciones realizadas desde el inicio de la pandemia en el Laboratorio de Investigación Metabólica de la Clínica Universidad de Navarra, los pacientes con obesidad cuentan con una mayor predisposición a padecer la enfermedad. Su directora y codirectora del Área de Obesidad, la doctora Gema Frühbeck, explica que «tienen mayor riesgo de requerir hospitalización y, al mismo tiempo, de ingresar en la UCI, donde es más probable que necesiten ventilación mecánica invasiva».

De hecho, «hay suficientes evidencias científicas que demuestran que la obesidad en pacientes jóvenes dispara el riesgo de sufrir un peor pronóstico de la Covid-19 e incluso de aumentar la mortalidad», asegura Francisco Tinahones, presidente de la Sociedad Española de Obesidad (Seedo), quien advierte de que «hay estudios que han confirmado que las personas con exceso de peso tienen un 46% más riesgo de contagiarse de coronavirus, un 113% más de hospitalización, un 78% más posibilidades de ingreso en UCI respecto a la población con normopeso, y el peligro de mortalidad asciende hasta un 48%. Y esta cifra resulta incluso superior cuando baja la edad, ya que la obesidad más extrema, es decir, con un índice de masa corporal por encima de 40, en pacientes menores de 50 años que presentan Covid-19 multiplica por 15 el riesgo de tener una mala evolución de la enfermedad, por eso resulta esencial que estos jóvenes sean considerados prioritarios en la actualización del plan de vacunación. Es lógico que los ancianos vayan primero, pero cuando se trata de población general, hay que tener en cuenta estos números».