Alimentación
Así es la dieta que provoca gases peligrosos para el intestino
El tipo de alimentación se asocia con la mayor producción de sulfuro de hidrógeno, responsable de cáncer y enfermedades digestivas
Sufrir gases es una incómoda molestia en el día a día, pero que forma parte de la rutina natural del organismo. De hecho, se estima que una persona sana puede eliminar gases entre diez y 20 veces al día. Sin embargo, según el origen de esos vapores, pueden esconder tras de sí un peligroso daño. Es el caso de la producción de sulfuro de hidrógeno colónico, un gas tóxico para el organismo de un olor muy fuerte y que resulta dañino para el intestino, tal y como confirma un reciente estudio realizado por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Minnesota, en Estados Unidos, publicado en la revista científica «Clinical Nutrition».
Este gas tóxico ha sido objeto de gran interés por su posible rol en el desarrollo de diversas enfermedades graves, como la colitis ulcerosa, el cáncer colorrectal o la obesidad. Ahora, este estudio defiende la hipótesis de que el sulfuro de hidrógeno producido por la microbiota intestinal aumenta según la dieta que se siga. En concreto, este grupo de investigadores ha identificado por primera vez una serie de patrones nutricionales que se relacionan con una mayor producción de este gas, llegando a la conclusión de que «la dieta basada en productos animales (incluyendo carne, pescado, huevos, lácteos...) aumentaba considerablemente la producción de sulfuro de hidrógeno en la mayoría de los participantes, mientras que si el menú predominante estaba basado en productos vegetales esta producción se reducía», tal y como detalla el estudio.
Por ello, «la recomendación para reducir la producción de sulfuro de hidrógeno sería fomentar dietas completas y saludables, ricas en vegetales, frutas y legumbres, evitando un consumo excesivo de productos de origen animal. De este modo, aseguramos un adecuado aporte de fibra, y decimos adecuado porque un exceso de la misma también puede provocar molestias digestivas y gases, aunque no necesariamente estos tienen por qué ser de sulfuro de hidrógeno», aseguran María Miguez y Almudena Seijido, miembros del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas.
De hecho, tal y como puntualiza Carmen Aragón, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), «la dieta basada en vegetales se asocia a menor producción de sulfuro de hidrógeno que la de tipo occidental rica en carnes y derivados. Sin embargo, las variaciones interindividuales en la microbiota intestinal son las responsables de una mayor o menor producción de gas ante un mismo alimento».
En este sentido, «el presente trabajo nos muestra el impacto que tiene la alimentación en la sobreproducción de sulfuro de hidrógeno y, como consecuencia, en la salud. Pero los resultados no son concluyentes, puesto que se observó una gran variabilidad. Son necesarios más estudios», advierten desde el Consejo de Dietistas-Nutricionistas.
¿Cómo reducir los gases?
La producción de gas en el tubo digestivo es fisiológica, es decir, normal en el funcionamiento de este. «La cuantía de esta producción es variable de un individuo a otro, pero hay alimentos que tradicionalmente se consideran flatulentos. Este es el caso de las legumbres, cuya tolerancia digestiva puede mejorarse aumentando a más de 24 horas el tiempo de remojo previo a cocinarlas», aconseja Aragón, quien insiste en que «cuando el gas es excesivo y produce síntomas muy frecuentemente o que interfieren con la vida diaria hay que consultar con un profesional sanitario».
Y es que, según Miguez y Seijido, «el exceso de gases puede ser un signo de que exista algún problema digestivo, como un síndrome de intestino irritable, algún tipo de malabsorción o el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado. Sin olvidar que sufrir un exceso de gases intestinales está muchas veces relacionado con el tipo de alimentación, pero también hay otros factores que lo favorecen, como el consumo de bebidas carbonatadas, comer demasiado rápido, el estrés o algo tan simple como masticar chicle».
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