Salud

¿Qué es la espasticidad y a quién afecta?

Este trastorno motor provocado por enfermedades del sistema nervioso produce rigidez en los músculos, lo que dificulta la vida cotidiana de quien lo sufre

De izquierda a derecha, Susana Moraleda, Aránzazu Vázquez, Claudia Tecglen, Alberto Giménez y Eva López
De izquierda a derecha, Susana Moraleda, Aránzazu Vázquez, Claudia Tecglen, Alberto Giménez y Eva LópezGonzalo Pérez MataLa Razón

La Covid-19 ha copado toda la atención sanitaria escondiendo tras de sí otros graves problemas como el ictus, considerado la pandemia silenciosa del siglo XXI, ya que, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), cada año 120.000 personas sufren un ictus en nuestro país, de las cuales un 50% queda con secuelas discapacitantes o fallece.

Cuando se actúa a tiempo es posible salvar la vida en la mayoría de los casos. Sin embargo, pueden aparecer secuelas como la espasticidad muscular, un trastorno motor que deteriora la calidad de vida de quien lo padece, pero que puede tratarse de manera eficaz a través de un trabajo multidisciplinar adecuado, tal y como se puso de manifiesto el pasado 26 de mayo en Madrid durante el «Encuentro con Expertos» impulsado por la Fundación Casaverde en colaboración con Merz Therapeutics. Bajo la batuta de Susana Moraleda, médica rehabilitadora del Hospital Universitario La Paz de Madrid, quien actuó como moderadora, participaron en este encuentro Eva López, neuróloga del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, Aránzazu Vázquez, médica rehabilitadora del Hospital Universitario La Princesa, de Madrid, y Claudia Tecglen, presidenta de la Asociación Convives con Espasticidad, psicóloga y recientemente Premio Fundación Princesa de Girona Social 2022 por su «impacto social para impulsar la igualdad de oportunidades en sus acciones, su calidad en la gestión y transparencia».

La espasticidad no es una enfermedad en sí misma, «sino un trastorno motor que puede afectar tanto a niños como a adultos. No existen estudios epidemiológicos recientes, pues los últimos datos corresponden a 2007, cuando se estimó que se trata de un problema que afecta a unas 400.000 personas en nuestro país», explicó Moraleda, quien lamentó que estamos ante un problema poco conocido y al que se dedica poco espacio en los medios de comunicación.

Limitaciones diarias

Moraleda destacó la «repercusión de la espasticidad sobre extremidades que incide en las complicaciones para realizar actividades cotidianas por la dificultad o imposibilidad de relajar la musculatura. En este sentido, interfiere en muchos aspectos de la vida diaria: posicionamiento, higiene, calzado, vestido-desvestido, deambulación y causa dolor. Si no se trata, aparecen complicaciones derivadas de la alteración del músculo y de las estructuras adyacentes, como retracciones, deformidades articulares, dolor, trastornos del desarrollo en la infancia, etc.». Todos estos ejemplos sirvieron para evidenciar la importancia del tratamiento de este problema.

Siguiendo este hilo conductor, la doctora López hizo hincapié en que «la espasticidad post ictus es una secuela importante en estos pacientes. Da lugar a rigidez en los músculos, lo que lleva a producir posturas anormales, dolor, deformidades y espasmos. Todo esto supone una repercusión en la vida diaria de los afectados, tanto a nivel psicológico como físico por las dificultades en la realización de sus cuidados básicos y problemas para caminar». De ahí que la detección precoz sea fundamental: «Es clave reconocer los primeros síntomas porque eso evitará complicaciones futuras. Un paciente joven que ha tenido un ictus con lesiones extensas o que desde el principio tiene afectación motora, presenta más riesgo de desarrollar esta rigidez, por lo que debemos estar muy vigilantes en las primeras dos o tres semanas», advierte López.

Una vez que aparece la espasticidad, «el tratamiento debe ser precoz, para evitar contracturas y deformidades a largo plazo, mejorando así el proceso de recuperación funcional», añadió López, quien destacó que «el abordaje tiene que ser realizado por un equipo multidisciplinar, siempre personalizándolo a cada paciente, y puede requerir de combinaciones de diferentes modalidades de tratamiento entre las que se encuentran la rehabilitación, diferentes fármacos e infiltraciones con toxina botulínica entre otros».

La espasticidad no se trata de una secuela exclusiva del ictus, ya que «es un síntoma muy prevalente en enfermedades del sistema nervioso central, además del ictus, que puede afectar a todas las edades, con una característica común que será la disminución de la calidad de vida y la funcionalidad de los pacientes que la padecen, siendo la edad adulta de la vida el tramo que más se ve afectado», detalló Vázquez. En concreto, las patologías más frecuentes que la producen son la parálisis cerebral infantil y el daño cerebral adquirido tras un ictus, hipoxia, traumatismo craneoencefálico y lesión medular, aunque también puede darse a raíz de enfermedades neurodegenerativas, como esclerosis múltiple y la esclerosis lateral amiotrófica.

Ante la aparición de la espasticidad «actualmente disponemos de múltiples terapias para minimizar sus consecuencias y aunque, desgraciadamente, no hemos encontrado un tratamiento curativo, la multimodalidad y multidisciplinariedad en las terapias ha maximizado la mejoría de nuestros pacientes. La incorporación de las nuevas tecnologías abre una nueva ventana de esperanza para estos pacientes, de cara a nuestro objetivo común de controlar la espasticidad», reconoció Vázquez.

Buen ejemplo de ello fue el testimonio aportado por Claudia Tecglen, quien recordó que «la espasticidad conlleva limitaciones diarias, por lo que es vital el diagnóstico precoz y el tratamiento transdisciplinar, integral y personalizado a lo largo de la vida para alcanzar el mejor pronóstico. A pesar de que la espasticidad es causada por diferentes etiologías, las personas con espasticidad comparten necesidades y es esencial considerar todo el contexto familiar y personal para aumentar la adherencia al tratamiento. Así como fomentar su bienestar psicológico y social para una mayor participación e inclusión social». Y puestos a mejorar, Tecglen insistió en que «se requiere un registro nacional de la espasticidad para cuantificar los casos que hay en España, pues los últimos datos son de 2007 y solo tienen en cuenta las cinco principales patologías».

Cerró el acto el presidente de la Fundación Casaverde, Alberto Giménez, quien recordó a esas 400.000 personas afectadas por espasticidad y destacó a quienes sufren discapacidades por esta patología. «El 90% sufre incapacidades y como siempre ocurre se echa en falta fijarse en el problema. Y esto es endémico. El Sistema Nacional de Salud está excesivamente centrado en lo agudo y somos buenos, pero no lo somos tanto en la prevención primaria o secundaria y en la cronicidad. Esto nos cuesta mucha salud, mucha calidad de vida y mucho gasto. Hay pocos recursos, pero necesitamos un sistema que garantice la continuidad y la atención. Hemos conseguido avanzar en la fase aguda, salvar las vidas, pero eso genera un problema de discapacidad y atención. Hay que incidir en lo social e ir más allá de lo sanitario. Es necesaria la actuación coordinada. El 9 junio presentamos en el Senado un modelo de atención sociosanitaria con un documento elaborado por el comité científico y más de 30 profesionales, un modelo de continuidad asistencial», concluyó Giménez.