20 Aniversario
Retos en la evolución y el tratamiento de la insuficiencia cardiaca
El principal desafío consiste en retrasar el empeoramiento de los afectados y evitar así los reingresos hospitalarios
La insuficiencia cardiaca (IC) es una enfermedad crónica y degenerativa que consiste en la incapacidad del corazón para bombear la sangre suficiente, de forma que no se cubren las necesidades de otros órganos.
En España, entre el 4,7% y el 6,8% de personas mayores de 45 años padece este problema, llegando al 16% en los mayores de 75 años. A nivel general, la enfermedad afecta al 1,9% de la población adulta, lo que se traduce en alrededor de 800.000 pacientes con insuficiencia cardiaca actualmente en nuestro país. Se trata, además, de la primera causa de hospitalización en pacientes mayores de 65 años, llegando a suponer el 3% de todos los ingresos hospitalarios.
Factores tales como la edad, el sexo femenino, una peor clase funcional, mayor comorbilidad y el ingreso reciente por insuficiencia cardiaca crónica descompensada son factores directamente relacionados con una peor calidad de vida relacionada con la salud.
El diagnóstico de insuficiencia cardiaca conlleva un riesgo clínico intrínseco de hospitalización y muerte para el paciente, que se va agravando con la progresión de la enfermedad. Asimismo, con cada hospitalización que se produce, aumenta el riesgo de reingresos hospitalarios y de muerte.
Supone también la progresión de la enfermedad, que conduce a un deterioro irreversible de la calidad de vida, genera situaciones de estrés, nuevas hospitalizaciones y más muertes, entrando en un círculo vicioso de deterioro clínico-funcional, y su enfermedad empeora progresivamente a lo largo del tiempo.
En este contexto, es crítico evitar nuevos ingresos hospitalarios y reducir la mortalidad después de un episodio de empeoramiento, contribuyendo en la mejora de la calidad de vida, ya que aquellos pacientes con insuficiencia cardiaca que sí se logran estabilizar y alcanzan un buen control de la enfermedad son capaces de evitar hospitalizaciones y prevenir el deterioro irreversible de su calidad de vida. Por tanto, es fundamental desarrollar estrategias y pautas de acción para estabilizar a los pacientes desde el momento del alta y evitar reingresos hospitalarios, poniendo el foco además en la labor de enfermería en cuanto a la educación del paciente y otorgando a la atención primaria un papel esencial en el manejo de estos pacientes.
Retrasar el empeoramiento del paciente con insuficiencia cardiaca desde el alta del primer ingreso puede suponer la diferencia, tanto en ingresos evitados, calidad de vida y mortalidad, como en promoción de la sostenibilidad de los recursos disponibles. Así, un adecuado seguimiento de los pacientes en centros especializados que permita su estabilización, reducción de ingresos hospitalarios y mejora pronóstica son claves para mejorar la calidad de vida de estos pacientes.
Este proceso de cambio requiere de diferentes fases para ser tratado de forma eficiente, por lo que el objetivo primordial debe ser abordar la situación de los pacientes con mayor porcentaje de reingresos. Invertir en estrategias que eviten hospitalizaciones por insuficiencia cardiaca implica muchos beneficios, empezando por la mejora de la percepción del paciente de su estado de salud y la mejora de la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud.
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