Salud
Así es la personalización que revolucionará el cribado de cáncer de mama
Participar en un programa de screening reduce un 40% la mortalidad por cáncer de mama, pero los expertos coinciden en que el futuro pasa por usar criterios individuales
El cribado poblacional de cáncer de mama copa todos los titulares y se ha convertido en un arma política. Craso error, pues eso puede poner en riesgo la confianza de las mujeres en esta herramienta tan valiosa. Frente a ello, la evidencia científica no deja lugar a dudas: las mujeres de 50 a 69 años que participan en los programas de screening mediante mamografía reducen su riesgo de morir por este tumor en un 40% en comparación con las que no son evaluadas, mientras que en las mujeres en general, sin rango de edad definido, los programas con mamografía logran una reducción en el riesgo de muerte por este motivo de un 23%, según la última revisión sobre la eficacia del cribado en cáncer de mama realizada por la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC) y publicada en «The New England Journal of Medicine» en 2022.
«La mamografía es una herramienta clave para reducir la mortalidad por cáncer de mama, una oportunidad que no hay que desaprovechar, pues nos permite detectar lesiones en la mama hasta dos años antes de que sean palpables y, en la mayoría de los casos, antes de que haya afectado a los ganglios u a otros órganos», asegura José Carmelo Albillos, presidente de la Sociedad Española de Radiología Médica (Seram).
Una idea en la que insiste César Rodríguez, presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), quien recalca que «la mamografía de cribado permite diagnosticar en etapas más precoces, tratar los tumores con estrategias que impacten menos en la calidad de vida de los pacientes y, además, en algunos estudios ha demostrado una reducción de la mortalidad y, con ello, un aumento de la supervivencia en la población general».
Controversia
A pesar de esa evidencia, el presidente de la SEOM reconoce que «ha existido siempre controversia porque la realización de mamografías como prueba de cribado poblacional no en todos los trabajos ha demostrado que tenga un impacto en la supervivencia global de la población, es decir, en que se produzcan menos muertes directas por cáncer de mama. Lo que sí es cierto es que hay estudios que sí demostraron este beneficio. Por ello, lo más importante es que está confirmado que el diagnóstico se realiza en etapas más precoces y, por tanto, se puede acceder a unas tasas de curación significativamente altas con mucha menos comorbilidad, efectos secundarios y consumo de recursos sanitarios que si el diagnóstico se hiciera en etapas más tardías».
En España, la recomendación en vigor para la realización de mamografías de cribado en población asintomática es para mujeres de 50 a 69 años de forma bienal. Sin embargo, algunas autonomías ya han optado por ensanchar ese rango de edad desde los 45 hasta los 74 años. «En este momento se está valorando desde la Ponencia de Cribado Poblacional, coordinada por la Subdirección General de Promoción de la Salud y Prevención del Ministerio de Sanidad, la recomendación emitida por la Comisión Europea, en el sentido de ampliar la población objetivo del cribado de cáncer de mama por encima y por debajo de la edad en este momento vigente, pero la decisión a nivel ministerial no está tomada todavía», confirman desde el Grupo de Trabajo de Cribados de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).
En este escenario, el programa de cribado de cáncer de mama en nuestro país puede presumir de una gran aceptación. Buena prueba de ello es que, según datos de la Red de Cribado de Cáncer de España, la cobertura del cribado de cáncer de mama en España alcanza el 86%. En cuanto a la participación, el promedio nacional es 70%, con rango entre 50,46 y el 87,7%. Por ello, lejos del ruido mediático que pueden provocar algunos errores graves, el presidente de la SEOM insiste en que «la realización de mamografías, tal y como se hace en nuestro medio, no supone un riesgo para la salud. Y este aspecto es muy importante destacarlo, porque si no se dice de una manera adecuada puede generar informaciones que en algún momento provoquen alarma entre las pacientes».
Procedimiento exhaustivo
La seguridad y la eficacia del programa de cribado de cáncer de mama en nuestro país no está en tela de juicio. «El sistema funciona muy bien y es una oportunidad para salvar vidas sin riesgos para las pacientes, pues la dosis de radiación resulta mínima y se considera segura», afirma Myriam Montes, radióloga de mama y miembro de la Seram, quien hace hincapié en que «la mamografía permite detectar aproximadamente el 90% de los tumores, aunque su sensibilidad baja hasta algo más de un 60% en mujeres con mamas densas, lo que suele ser más habitual en jóvenes».
En un principio, «solo existe contraindicación para hacerse una mamografía en una población muy pequeña, que son pacientes portadores de una mutación en P53, pero que tienen contraindicado hacer cualquier tipo de prueba radiológica. Salvo esa excepción, la mamografía no tiene contraindicación en la población general», advierte Begoña Bermejo, oncóloga médico del Hospital Clínico Universitario de Valencia, quien explica que «lo que buscamos en este tipo de prueba es cualquier alteración de la densidad, simetrías, área de microcalcificaciones, retracciones, es decir, algún signo que está tipificado desde el punto de vista radiológico que nos haga sospechar de que puede haber alguna lesión maligna o premaligna en la mamá».
Tal y como detalla Montes, «cada mamografía que se realiza en el programa de cribado es revisada por dos radiólogos que, de forma independiente, realizan un informe, tal y como marcan las guías de calidad a nivel europeo. Si hay diferencias entre ambos, siempre prevalece aquel que tenga más sospecha, pues eso garantiza la mayor sensibilidad posible, y se emite el informe conjunto». De todas esas mamografías, «se estima que entre un 5% y un 8% requerirá una prueba complementaria. Para ello contamos con la ecografía (que usa ultrasonidos), la tomosíntesis (que ofrece imágenes en tres dimensiones) o la mamografía con contraste (usada en casos complejos al aportar información morfológica y funcional). Son procedimientos que nos ayudan a ver la mama desde otro punto de vista, por lo que es importante entender que pedir una segunda prueba forma parte del proceso habitual, y no significa que haya un cáncer. Hay que perder el miedo a esa segunda prueba. De hecho, en menos de la mitad de las mujeres acabará diagnosticándose el cáncer a través de una biopsia, que es el tercer paso del procedimiento», explica Montes.
Conscientes de la ansiedad que supone este proceso, los expertos defienden la idoneidad del mismo y la necesidad de que las mujeres tengan toda la información a su alcance. «En las más jóvenes la posibilidad de que aparezca un falso positivo y de biopsiar es mayor, con el impacto psicológico que eso implica, pero eso siempre es mejor que el hecho de que no se detecte un cáncer a tiempo. El posible sobrediagnóstico no es un problema, sino el infradiagnóstico, pues incluso cuando se detectan lesiones premalignas que no llegan a desarrollarse, ganamos en garantías y basta con hacer un seguimiento estrecho», defiende Montes.
Hacia la personalización
Dado que los recursos son escasos, existe el debate sobre la necesidad de «apostar por cribados dirigidos en función de otros factores de riesgo más allá de la edad, como el tabaquismo, los antecedentes familiares, la obesidad o el estilo de vida. Algunos estudios están intentando comparar el cribado poblacional frente al personalizado, pero faltan resultados concluyentes», asegura Marta Redes, miembro de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), quien añade que «el objetivo es disminuir las mamografías que se hacen indiscriminadamente para centrarse en aquellas mujeres que tienen mayor riesgo y así optimizar los recursos disponibles».
Una idea en la que también coinciden los oncólogos, ya que, tal y como apunta Bermejo, «todos tenemos claro que estos cribados, según están planteados a día de hoy, hay que actualizarlos, porque probablemente no todas las pacientes necesiten una mamografía cada dos años. Habrá algunas que requieran una anual u otras que necesiten alguna otra exploración. Es decir, que habría que hacer un cribado personalizado y no englobar a toda la población con los mismos criterios de screening, de la misma manera que hacemos una medicina personalizada». De hecho, existen determinados proyectos a nivel europeo tratando de analizar este cribado y ver de qué manera es posible actualizarlo en función de los conocimientos de la patología mamaria y de las técnicas disponibles a día de hoy. «La tendencia es que estas herramientas y los avances tecnológicos, como la IA, nos puedan ayudar a hacer un cribado más personalizado según el riesgo y el tipo de mama y, por tanto, más eficiente y certero», avanza Redes.
Mientras eso llega, la gran tarea pendiente es la ampliación de los recursos: «El coste-beneficio del cribado de cáncer requiere una inversión en tecnología y en profesionales. Hay escasez de radiólogos porque la exigencia de pruebas no va en consonancia con la formación ni con la contratación de este tipo de personal, lo que se traduce en pruebas radiológicas con listas de espera que están por encima de lo que sería recomendable. Hay que actuar ya», demanda el presidente de la Seram.