
Alimentación
Así es la dieta científicamente demostrada para perder peso sin necesidad de pasar hambre
No es magia, es bioquímica. Y, aunque genera debates, los beneficios que empiezan a revelarse van más allá de la báscula

Pocas dietas han causado tanto revuelo como la cetogénica, también conocida como dieta keto. Aplaudida por celebridades como Kim Kardashian y respaldada por cada vez más estudios científicos, esta forma de alimentarse propone algo que a muchos les suena a contradicción: comer grasa para quemar grasa. Y, sorprendentemente, funciona.
¿La clave? Entrenar al cuerpo para que obtenga energía de las grasas en lugar de los carbohidratos.
Qué es exactamente la dieta cetogénica
La dieta keto se basa en un principio simple: reducir drásticamente los carbohidratos (a menos de 20 g al día) y aumentar el consumo de grasas saludables, con una dosis moderada de proteínas. Al privar al cuerpo de glucosa —su fuente habitual de energía—, el organismo entra en un estado llamado cetosis, donde comienza a usar las grasas como combustible principal.
Este cambio metabólico puede generar resultados visibles en poco tiempo: pérdida de peso, mayor energía, menos sensación de hambre… Pero también efectos profundos en la salud metabólica. Según expertos como Oriol Roda y Néstor Sánchez, este enfoque puede incluso revertir el sobrepeso, reducir inflamación y tener un impacto positivo en enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer o el párkinson.
Durante años, las grasas fueron las grandes villanas de la nutrición. Hoy, con más estudios y matices, se sabe que no todas las grasas son iguales y que muchas de ellas son esenciales para el buen funcionamiento del cuerpo.
Lo que se come (y lo que se evita) en una dieta keto
En la práctica, una dieta cetogénica incluye alimentos como:
- Aceite de oliva virgen extra, aguacate, mantequilla o ghee.
- Carnes, pescados grasos, huevos y mariscos.
- Verduras de hoja verde y hortalizas bajas en carbohidratos (como brócoli, coliflor o espárragos).
- Frutos secos, semillas y lácteos fermentados.
Lo que queda fuera del plato son los clásicos de muchas mesas: pan, pasta, arroz, cereales, azúcares y frutas muy dulces. El objetivo es claro: evitar que el cuerpo vuelva a usar la glucosa como fuente principal.
Más allá de la pérdida de peso, esta dieta tiene otros posibles beneficios metabólicos: ayuda a estabilizar los niveles de insulina —la hormona que convierte el exceso de glucosa en grasa—, mejora el enfoque mental y puede reducir el apetito de forma natural. Incluso hay investigaciones preliminares que exploran su uso complementario en tratamientos contra el cáncer, ya que algunas células tumorales parecen ser más vulnerables en un entorno bajo en glucosa.
Una dieta con defensores, resultados y polémica
Como toda tendencia potente, la dieta cetogénica también tiene críticos. Algunos expertos advierten sobre los riesgos de eliminar grupos enteros de alimentos y sobre posibles déficits nutricionales si no se lleva con supervisión. Por eso, antes de lanzarse de lleno a este cambio, es recomendable consultar con un profesional de la salud o un nutricionista especializado.
Dicho esto, la experiencia de muchos usuarios, y una creciente cantidad de estudios clínicos, sugieren que la keto no es solo una moda pasajera. Es una herramienta real, que bien aplicada, puede ayudar a transformar la relación con la comida y con el cuerpo.
La dieta cetogénica propone una forma distinta de alimentarse y de entender cómo el cuerpo obtiene energía. Para quienes buscan perder peso, reducir la inflamación o mejorar su salud metabólica, puede ser un camino eficaz… sin pasar hambre.
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