Salud
La verdad sobre la "bacteria carnívora" que infectó a la modelo Jennifer Barlow y le hizo perder una pierna
Expertos en enfermedades infecciosas de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias despejan todas las dudas sobre las bacterias "come carne"
En los últimos días hemos podido conocer la noticia de las "trágicas vacaciones", como recogen algunos medios de comunicación en español, de la modelo norteamericana Jennifer Barlow. La infección derivó en una fascitis necrotizante que la mantuvo, según la paciente, tres meses ingresada en un hospital. No solo eso. Según se recogió en agencias informativas, había sufrido la amputación de una pierna tras la infección causada "por una bacteria carnívora mientras nadaba en el océano".
La noticia ha dado la vuelta al mundo, siempre bajo el contexto de esa letal bacteria "come carne" que vive en el mar. Pero ¿existen realmente? Según los expertos del Grupo de Trabajo de Enfermedades Infecciosas y Sepsis (Gteis) de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias... no, las bacterias carnívoras no existen.
Sin embargo, sí hay microorganismos que provocan infecciones severas, como la fascitis necrotizante, cuyo caso extremo es lo que conllevó a la amputación de la pierna de la modelo Jennifer Barlow.
Para evitar alarmas innecesarias en la población" y "con el objetivo de evitar incertidumbre sobre este tipo de bacterias y sus consecuencias sobre los humanos", esta sociedad médica ha compartido un comunicado. En él explican qué son realmente las "bacterias come carne" que provocan este tipo de infecciones y qué hay detrás de la fascitis necrotizante, ya que el desconocimiento "suele ser origen de controversia".
El doctor David Andaluz, coordinador del Gteis y médico Intensivista del Complejo Asistencial Universitario de Palencia, indica que "es importante conocer el alcance de una infección, pero igualmente lo es saber las posibilidades y el contexto en el que se pueden dar, así como las herramientas que tenemos actualmente para tratarlas y evitar que vayan a más".
En primer lugar, el Gteis despeja las dudas en cuanto a la existencia de las bacterias carnívoras e inciden en que no son una realidad. "Lo que existe es un variado grupo de bacterias de diferentes géneros que, entre otros focos, pueden causar infecciones que afectan a la piel, a los tejidos subyacentes y, en los casos más graves, a la fascia (la membrana que rodea al músculo)". Según el comunicado, en este último caso es cuando hablaríamos de fascitis necrotizante.
En segundo lugar, el equipo de expertos explica cómo atacan a nuestro organismo bacterias de estos géneros, como la Vibrio Vulnificus. "El proceso se inicia generalmente en la piel, a partir de una puerta de entrada como una herida o un traumatismo local".
A partir de ahí, las bacterias proliferan "produciendo toxinas y enzimas que favorecen la extensión de la infección en profundidad, generando necrosis de los tejidos subyacentes y de la fascia, además de la formación de coágulos de los microvasos". Te puede interesar: Detectan dos superbacterias que contaminan la carne de supermercados españoles
Esto favorece el daño orgánico, no solo a nivel local, sino también a distancia (riñón, hígado, pulmones, etcétera). "En esta situación, hablaríamos de una sepsis con evolución a fracaso multiorgánico, que es lo que podría llegar a producir la muerte del paciente", especifican los expertos.
No obstante, ¿son infecciones frecuentes? De hecho, no. Se calcula que se dan de 0,3 a 15 casos por 100.000 habitantes, según la cifra que aporta el comunicado. Además, se distinguen dos tipos. El Tipo I, que suele ser polimicrobiana (producida por diferentes bacterias) y que suele afectar a pacientes con enfermedades crónicas como hepatopatía, diabetes o inmunodepresión.
La Tipo II, que suele ser monomicrobiana (producida generalmente por una única bacteria, habitualmente del género Streptococcus o, menos frecuentemente, Staphylococcus) que afecta a gente más joven, con pocos problemas de salud documentados, pero que pueden tener antecedentes de uso de drogas por vía intravenosa, traumatismo o cirugía reciente.
¿Infectarse por estas bacterias implica sufrir una fascitis necrotizante?
No. "La evolución a fascitis necrotizante solo se da en un porcentaje pequeño de pacientes con los factores de riesgo ya mencionados, en los que dichos patógenos producen una infección en la piel", añade el comunicado. El retraso en el diagnóstico y tratamiento de dicha infección puede favorecer el cuadro, aunque en ocasiones este puede producirse incluso a pesar de un tratamiento inicial adecuado.
Por otro lado, la fascitis necrotizante tampoco obliga a la amputación del miembro infectado. Esto solo sucede, cuentan los expertos, en "casos extremos y con mala evolución". El tratamiento inicial se basa en cirugía (apertura, limpieza y desbridamiento* amplio de la zona afectada) y antibióticos. Además, es recomendable realizar revisiones quirúrgicas de la zona de forma periódica (24-48 h.), con lavado de los tejidos afectados y desbridamiento, según sea necesario.
Por último, ¿cuál es el grado de mortalidad de un infectado con fascitis necrotizante? Esto dependerá de diferentes factores, tales como las características del paciente o del germen causante. En general se habla de una mortalidad que oscila entre el 15 y el 30%.
"El pronóstico depende en gran medida de un diagnóstico precoz y de un tratamiento agresivo temprano", según pone de relieve el Gteis. Más allá de la mortalidad, esta patología asocia además una elevada morbilidad por la gravedad de las lesiones que produce, tanto a nivel local como a distancia en otros órganos.
Por ello, el manejo de estos pacientes debe realizarse en un Servicio de Medicina Intensiva, ya que requieren de una estrecha monitorización, curas y cuidados de enfermería frecuentes, sedoanalgesia intensa y, frecuentemente, técnicas de soporte orgánico (como ventilación mecánica o diálisis). Todas estas circunstancias están disponibles únicamente en el entorno de estas unidades.
*Retirada del tejido muerto o dañado para mejorar el proceso de cicatrización.
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