Opinión

La cultura de la dieta

La alimentación saludable no se basa en una disminución del consumo de alimentos ni en la repetitividad ni en el exhaustivo conteo de calorías

Una buena dieta debe ser variada, perdurable en el tiempo y atractiva organolépticamente, y ha de tener como objetivo la salud por encima de la imagen
Una buena dieta debe ser variada, perdurable en el tiempo y atractiva organolépticamente, y ha de tener como objetivo la salud por encima de la imagenDREAMSTIMELA RAZÓN

El sentido de la palabra dieta ha ido perdiéndose poco a poco pasando del concepto amplio de patrón de alimentación y estilo de vida, a la idea confusa de pauta dietética para personas enfermas o pacientes con necesidades especiales. Y este hecho se ha materializado tanto en la jerga coloquial como en el ámbito formal, puesto que la RAE lo define como «régimen que se manda observar a los enfermos o convalecientes en el comer y beber».

«Dieta» es un término que generalmente se ha asociado a nombres propios, a promesas rimbombantes y a denominaciones estrafalarias de jugos, frutas y todo tipo de productos y complementos (generalmente innecesarios), además de algún que otro apellido o nombre propio como la dieta de la piña, la dieta de la alcachofa, ‘‘low carb’’ (baja en carbohidratos), détox...

Muchas veces es el resultado de la inventiva de algunos y de la desesperación de otros, que se agarran a promesas cortoplacistas y poco sostenibles casi siempre asociándose a una búsqueda de la pérdida ponderal o a motivos estéticos.

Una buena dieta debe ser variada, perdurable en el tiempo y atractiva organolépticamente, y, por supuesto, debe tener como objetivo la salud por encima de la imagen, además de ceñirse a las necesidades individuales de cada persona, puesto que no siempre es válido el mismo patrón para todos.

Lo que a priori podría parecer un error de términos sin importancia resulta de gran relevancia a la hora de acercar a la población general a los profesionales de la alimentación y al cuidado de sus estilos de vida. La alimentación saludable no debería basarse en una disminución del consumo de alimentos ni en la repetitividad ni en el exhaustivo conteo de calorías o de nutrientes.

Las antiguas listas de alimentos permitidos o prohibidos carecen de validez práctica para el consejo nutricional de la población general, y las recomendaciones para las diferentes poblaciones y patologías han ido evolucionando con el paso del tiempo. Actualmente ya se ha superado la limitación del consumo de verduras en pacientes anticoagulados y se ha sustituido por un control dietético de la ingesta de vitamina K; también se ha aceptado el consumo de huevos en pacientes con dislipemias, y ahora se recomienda consumir frutas con moderación (que no jugos o néctares) a pacientes con diabetes mellitus, por no hablar de las nuevas tendencias en alimentación infantil. Y estos son solo algunos ejemplos.

No obstante, todavía siguen en la memoria de muchos pacientes que son reacios a renunciar a sus costumbres habituales. A muchos les da miedo realizar un cambio radical en su estilo de vida dado que la alimentación constituye, además del sustento energético y de nutrientes, un importante componente lúdico y social, especialmente en los países de la cuenca mediterránea donde reunirse alrededor de un plato de comida es más que habitual.

Frente a la cultura de la dieta han surgido corrientes «antidieta» que abogan por la no restricción alimentaria, tendencia con muchos aspectos positivos en el trasfondo pero que, desde mi punto de vista, redundan en el antiguo concepto que reivindican, pues el cambio del patrón dietético que buscan realizar también es una modificación de la dieta.

Creo que no hay que persistir en una batalla de terminología alimentaria. La palabra «dieta» debe ser entendida en su sentido amplio y no debe ser temida dado que el objetivo de todas las personas, incluidas las sanas, es llevar un patrón alimentario saludable, y para ello ya existen unas directrices alimentarias que dan alternativas. Existe la posibilidad de seguir una alimentación vegetariana, omnívora, según la dieta mediterránea, o según el patrón japonés, puesto que es conocida la elevada esperanza de vida del país nipón, y todos ellos son patrones válidos para la población general. Todos siguen las directrices que brindan las sociedades de prestigio: un bajo consumo de productos procesados y ultra procesados, el uso de agua como bebida principal y el consumo ocasional de productos azucarados, snacks y otros alimentos ligados al ocio y el entretenimiento.

La nutrición del futuro debería alejarse de la disputa y el comercialismo para acercar a los pacientes los mejores criterios según la evidencia científica, dando consejos nutricionales adaptados tanto al estilo de vida de las personas como a sus creencias y rutinas. En la sociedad actual, donde los estilos de vida cada vez son peores y donde día tras día aumenta la prevalencia de enfermedades ligadas a él (obesidad, sobrepeso, hipertensión, diabetes mellitus, enfermedades cardiovasculares), nadie debería tener miedo a la mejora de los patrones alimentarios. Se debe recuperar la antigua acepción de la palabra «dieta» y así acercar a todos a un formato de vida saludable, no solo en lo que respecta a la alimentación, sino también a los grandes olvidados de la salud: la actividad física y el adecuado descanso.

Anxo Carreira es nutricionista y profesor de la Universidad Carlemany, en Andorra