Salud mental

Dévora Kestel, directora del área de Salud Mental en la OMS: ''cada muerte por suicidio es una tragedia y hace falta hacer mucho más para fortalecer la prevención''

Hoy, 10 de octubre, se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, un día para poner el foco en políticas, recursos y redes de apoyo que eviten tragedias evitables

Dévora Kestel, directora del área de Salud Mental en la OMS: ''cada muerte por suicidio es una tragedia y hace falta hacer mucho más para fortalecer la prevención''
Dévora Kestel, directora del área de Salud Mental en la OMS: ''cada muerte por suicidio es una tragedia y hace falta hacer mucho más para fortalecer la prevención''istock

Hoy, 10 de octubre, se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, una jornada destinada a recordar que la salud mental es un componente ineludible del bienestar general y a poner el foco en políticas, recursos y redes de apoyo que eviten tragedias evitables. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha elegido para 2025 centrar la campaña en la salud mental en situaciones de emergencia humanitaria, un recordatorio de que los conflictos, desplazamientos y catástrofes dejan secuelas psicológicas tan profundas como las físicas.

La realidad en España muestra que las cifras no son anecdóticas: los datos oficiales y los observatorios especializados coinciden en que miles de vidas se pierden cada año por suicidio, y que la problemática tiene perfiles y tendencias que requieren respuestas concretas. Según informes oficiales relacionados con las estadísticas de mortalidad por causa, en 2023 se registraron alrededor de 4.116 defunciones por suicidio en España (una media de más de 11 muertes diarias), cifra que supuso un ligero descenso respecto a años inmediatos pero que no oculta aumentos en subgrupos de edad como los jóvenes. Al mismo tiempo, algunas notas de prensa y revisiones posteriores han manejado cifras algo diferentes por ajustes o recálculos (por ejemplo, comunicados que citan 3.952 muertes): esas discrepancias explican la necesidad de consultar siempre la fuente original y la fecha de la estadística.

¿Por qué importan estas cifras?

Porque cada muerte es un punto extremo en una cadena de señales evitables: ideación, tentativa, aislamiento, falta de acceso a atención psicológica o farmacológica, consumo de sustancias, desempleo, violencia y estigmas que impiden pedir ayuda. En palabras de la profesora Danuta Wasserman —psiquiatra y experta en suicidología nacida en Polonia y portavoz académica de la prevención del suicidio—, “en un cerebro con ideación suicida hay mucha ansiedad, mucha ambivalencia y mucha rabia”. Se trata de una observación clínica que explica por qué la contención, la escucha y la intervención rápida pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte; la cita fue publicada en una entrevista en prensa especializada.

A escala europea y mundial, la OMS y organizaciones afines insisten en que el suicidio es prevenible si se abordan factores socioeconómicos y se invierte en sistemas de salud mental accesibles. Dévora Kestel, directora del área de Salud Mental en la OMS, ha subrayado que “cada muerte por suicidio es una tragedia y hace falta hacer mucho más para fortalecer la prevención” —una llamada que aparece en las comunicaciones de la organización cuando lanza recursos sobre reporte mediático responsable y despenalización.

En España existen iniciativas y herramientas que apuntan en la dirección correcta: la Línea 024 es un servicio estatal de atención a la conducta suicida que ofrece escucha y derivación profesional; además, el Ministerio de Sanidad ha impulsado planes de acción específicos para la prevención del suicidio (2025–2027) y ha ido incorporando medidas orientadas a la detección precoz, la coordinación intersectorial y la formación de profesionales. También organizaciones no gubernamentales, como la Fundación Española para la Prevención del Suicidio y la Fundación ANAR (especializada en infancia y adolescencia), aportan datos y programas dirigidos a jóvenes y a la postvención.

Un reto particular en España es la brecha de género en las cifras: en la mayoría de los años recientes 3 de cada 4 suicidios corresponden a hombres, mientras que las tentativas y la ideación son relativamente más frecuentes entre mujeres y jóvenes; esto exige estrategias diferenciadas (intervenciones en entornos laborales masculinizados, accesibilidad de recursos para jóvenes y campañas que reduzcan la vergüenza de pedir ayuda). Además, los datos muestran que aunque la cifra total pueda bajar en un año concreto, hay grupos (por edad o comunidad autónoma) que registran incrementos, por lo que las políticas deben ser locales y sensibles al perfil demográfico.

¿Qué acciones concretas pide la evidencia y que pueden servir de eje para este Día Mundial?

  • Invertir en atención primaria y en profesionales de la salud mental: reducir tiempos de espera y aumentar la ratio de psicólogos/psiquiatras por población.
  • Formación en detección precoz: capacitar a docentes, personal sanitario y a quien trabaja con jóvenes para identificar señales de alarma.
  • Líneas de ayuda y apoyo comunitario: reforzar servicios como la Línea 024 y las redes de ONG que ofrecen intervención inmediata.
  • Comunicación responsable: los medios deben seguir guías que eviten la glamurización o los detalles que provoquen efecto de imitación.
  • Políticas intersectoriales: abordar desempleo, vivienda, violencia de género y exclusión social como factores que influyen en el riesgo suicida.

Para terminar, y volviendo al sentido de la jornada: más allá de los datos, este 10 de octubre es una oportunidad para hacer que la conversación sea segura, empática y efectiva. Hablar de salud mental no es solo política pública; es preguntar a alguien “¿estás bien?” y escuchar sin juzgar.