Reportaje

El embarazo no termina con el parto: la herencia celular del bebé

A pesar de que el microquimerismo está rodeado aún de interrogantes, algunos estudios sugieren que las células del feto contribuyen a la reparación de tejidos o que sirven de protección frente a ciertas enfermedades de la madre

 El microquimerismo empezó como una sospecha, pero hoy es una de las áreas más prometedoras de la investigación biomédica
A pesar de que el microquimerismo está rodeado aún de interrogantes, algunos estudios sugieren que las células del feto contribuyen a la reparación de tejidos o que sirven de protección frente a ciertas enfermedadesDREAMSTIMELA RAZÓN

Durante mucho tiempo, se creyó que la placenta era una barrera infranqueable entre la madre y el feto, una especie de escudo que protegía a ambos de cualquier intercambio celular. Sin embargo, con el tiempo, la ciencia ha demostrado que esa barrera es permeable. A través de ella, algunas células del feto cruzan al cuerpo de la madre y permanecen en el torrente sanguíneo de esta durante años, incluso de por vida. Este fenómeno se conoce como microquimerismo fetal. Para muchos expertos, representa un vínculo tan profundo como insospechado, una forma de maternidad que persiste más allá del parto, más allá del lazo emocional que une a la madre con su bebé y que demuestra que el embarazo es una transformación en todos los niveles.

«El microquimerismo fetal es un fenómeno fascinante y aún poco conocido pues empezó a estudiarse cuando comenzaron los estudios de técnicas de diagnóstico prenatal no invasivo, algo relativamente reciente. Los métodos de diagnóstico prenatal permiten buscar alteraciones cromosómicas del feto analizando una simple muestra de sangre materna. Si encontramos ADN fetal en la madre es que esas células han pasado a su organismo. Y eso abre una puerta enorme a nuevas preguntas: ¿por qué algunas se quedan? ¿Qué función cumplen? ¿Cómo las tolera el cuerpo materno sin rechazarlas?», indica Miriam Al Adib, ginecóloga y directora de Clínicas Miriam Gine, escritora y divulgadora.

Un legado celular duradero

Las células provenientes del bebé comienzan a circular por el cuerpo materno desde las primeras semanas de gestación. «Se cree que este paso de ADN fetal a la madre puede comenzar a producirse a partir de la semana 10 del embarazo, o incluso antes, según algunos estudios», explica Ramón Salinas, especialista en Hematología y Hemoterapia de Quirón Barcelona. De la circulación materna, migran a distintos órganos de la madre y se integran con ellos. Hablamos de la piel, los pulmones, los huesos, el corazón e incluso el cerebro.

Pese a que este fenómeno aún está rodeado de interrogantes que despiertan tanto asombro como nuevas líneas de investigación, estudios recientes han ido arrojando evidencia sobre las implicaciones de esta transferencia celular. Algunos sugieren que las células del feto contribuyen a la reparación de tejidos o que sirven de protección frente a ciertas enfermedades. Por ejemplo, ante una lesión como un daño cardiaco, estas células fetales pueden migrar al sitio afectado y colaborar en la reparación del tejido transformándose en células especializadas según la necesidad.

Incluso en casos de aborto puede que el material genético fetal permanezca en la madre

Otras investigaciones se centran en su posible relación con enfermedades autoinmunes, muy prevalentes en mujeres, como el lupus, la esclerosis múltiple o la tiroiditis. «El microquimerismo podría estar implicado en el desarrollo o modulación de estas enfermedades. Lo que aún no sabemos es si estas células las desencadenan o si, por el contrario, aparecen como respuesta adaptativa para intentar compensar o reparar el daño», matiza Salinas. Y añade: «En algunos casos parece que pueden atenuar la respuesta inmunitaria, y en otros, todo lo contrario: estimularla. Todavía no tenemos una respuesta clara».

Tampoco se descarta su influencia en el estado emocional de la madre. Un estudio, realizado en el Hospital del Mar de Barcelona en 2023, encontró células con ADN fetal en el epitelio olfativo de algunas mujeres –una región conectada directamente con el cerebro– y observó que aquellas con mayor presencia de estas células presentaban menos síntomas de depresión. «Aunque es solo un estudio preliminar, abre una línea muy interesante sobre cómo ese vínculo celular con el bebé podría tener incluso un efecto protector sobre la salud mental materna», apunta Salinas. Se trataría, en definitiva, de una forma de conexión invisible pero persistente, que no solo deja huella física, sino también inmunológica y emocional.

Todas estas investigaciones han obligado a la ciencia a replantearse qué significa realmente la maternidad a nivel biológico, más allá de lo emocional. «Durante mucho tiempo hemos concebido la maternidad como una etapa limitada en el tiempo, ligada al embarazo y al parto. Pero el microquimerismo nos revela que esa experiencia deja un legado celular duradero, como si una parte del bebé se quedara físicamente en la madre, acompañándola silenciosamente a lo largo de su vida», señala Al Adib.

El paso de ADN fetal a la madre puede darse la semana 10 de embarazo
El paso de ADN fetal a la madre puede darse la semana 10 de embarazoDREAMSTIMELA RAZÓN

Y esta huella puede permanecer incluso si la gestación no llega a término. «Incluso en casos de aborto espontáneo o interrupción del embarazo, existe la posibilidad de que parte del material genético fetal permanezca en el cuerpo de la mujer durante años», explica el doctor Salinas. Para muchas mujeres, esta idea puede ofrecer consuelo durante el duelo neonatal. «En consulta, cuando abordamos procesos de duelo por pérdida gestacional, compartir esta información puede tener un impacto muy profundo –comenta Al Adib–. El hecho de saber que, a pesar de todo, hay una parte física del bebé que permanece en ellas, ayuda a algunas mujeres a resignificar su experiencia. No es solo un recuerdo: es un vínculo tangible», indica.

Este fenómeno también plantea preguntas importantes sobre cómo puede influir esa presencia celular en embarazos futuros. Aunque todavía no hay evidencia concluyente, los expertos no descartan que el microquimerismo derivado de un embarazo anterior –incluso no llevado a término– pueda interactuar con un nuevo feto. «Es una hipótesis en estudio, pero se investiga si estas células podrían tener algún tipo de influencia en la respuesta inmunológica del cuerpo materno ante un nuevo embarazo», añade Salinas.

Tolerancia materna al feto

El microquimerismo fetal, aunque aún plagado de incógnitas, está cambiando la manera de entender la maternidad, la inmunidad, e incluso la forma en que se transmite la memoria biológica entre generaciones. Este fenómeno plantea también una reflexión médica relevante en el ámbito del sistema inmunológico y la tolerancia materna al feto, especialmente en situaciones como la incompatibilidad del factor Rh entre madre e hijo, uno de los ejemplos más claros y antiguos que se relacionan con el microquimerismo. El sistema Rh es uno de los 49 sistemas de grupos sanguíneos, junto al AB0 o el Kell, y cobra especial importancia en mujeres embarazadas Rh negativas que gestan a un bebé Rh positivo.

«En estos casos, si la madre entra en contacto con células del feto Rh positivo, su sistema inmunitario puede generar anticuerpos contra ese tipo de sangre, lo que puede derivar en complicaciones graves en un segundo embarazo», explica Salinas. «Es lo que conocemos como enfermedad hemolítica del recién nacido, una reacción del cuerpo materno contra los glóbulos rojos del feto que, sin tratamiento, puede ser mortal». Esta reacción se produce porque las células fetales han pasado a la madre, generando una respuesta inmune. Y es precisamente esa capacidad de traspaso de células lo que hace que la ciencia observe hoy con tanto interés este tipo de interacciones.

Se investiga si estas células podrían tener alguna influencia en la respuesta inmune del cuerpo materno

Actualmente, gracias a los avances en diagnóstico prenatal, es posible detectar el grupo sanguíneo del feto a través de la sangre de la madre a partir de la semana 14 o 16 de embarazo, sin necesidad de técnicas invasivas. «Lo hacemos porque sabemos que en la sangre materna circulan células fetales. Es una técnica sencilla y relativamente barata que permite evitar riesgos, por ejemplo, administrando inmunoglobulina anti-D si hay incompatibilidad, y evitando así una respuesta inmunitaria grave», señala el hematólogo.

Este tipo de diagnóstico no solo previene complicaciones, sino que pone de manifiesto de forma tangible cómo el embarazo es mucho más que un intercambio de nutrientes: es un diálogo celular permanente entre dos organismos distintos que conviven durante meses y que, en algunos casos, seguirán vinculados de forma biológica durante años. Así, lo que comenzó como una sospecha científica hoy se perfila como una de las áreas más prometedoras de la investigación biomédica.

El microquimerismo materno

El microquimerismo no solo implica que células del feto pasen al cuerpo de la madre; también ocurre en sentido inverso: algunas células maternas pueden migrar al organismo del bebé durante la gestación y permanecer en él por años. Es lo que se conoce como microquimerismo materno, un fenómeno menos estudiado, pero igualmente fascinante. «En este caso, son células de la madre las que cruzan la placenta y se integran en distintos tejidos del feto, permaneciendo en su organismo incluso en la edad adulta», explica Salinas.

Estas células maternas pueden encontrarse en órganos del hijo como el corazón, el pulmón o el cerebro, y se han detectado tanto en embarazos a término como en los que no llegaron a completarse. «El microquimerismo materno podría desempeñar un papel en el desarrollo del sistema inmune del bebé, ayudando a su maduración y a tolerar la presencia de células no propias», apunta Salinas. Sin embargo, también se investiga si podría estar implicado en algunas enfermedades inflamatorias o autoinmunes infantiles.

Células masculinas en mujeres sin hijos varones

►Uno de los hallazgos más intrigantes del microquimerismo fetal es la presencia de células con ADN masculino en mujeres que nunca han tenido hijos varones. «Este descubrimiento desconcertó a la comunidad científica, porque lo lógico sería pensar que el ADN con cromosoma Y procede de un hijo varón», explica Ramón Salinas. Sin embargo, los análisis genéticos han confirmado que hay mujeres con células masculinas en sangre u órganos sin que conste un embarazo de varón.

Hay varias hipótesis que podrían explicar este fenómeno. Una de ellas es que la mujer haya experimentado un embarazo muy temprano, y posiblemente no detectado, de un embrión masculino, que se perdió en las primeras semanas. «Muchas veces no somos conscientes de que hemos tenido un aborto. Puede ocurrir antes de que la mujer llegue siquiera a saber que estaba embarazada», apunta el experto.

La otra hipótesis, aún más fascinante, sugiere una posible transmisión celular en cascada a través de generaciones. Es decir, que una mujer podría portar células masculinas heredadas de su madre, si esta tuvo previamente un hijo varón. «Estaríamos hablando de células del hermano que pasaron a la madre y de la madre a la hija, creando una suerte de legado celular intergeneracional. No es ciencia ficción, es una línea de investigación real que está empezando a explorarse», sostiene el hematólogo. Para él, esta posibilidad «nos obliga a repensar los límites de la herencia biológica».