Tribuna
Estilo de vida y consumo de procesados
Su ingesta elevada está detrás del aumento de obesidad y diabetes tipo 2
Existe un grupo de enfermedades que, pese a tener relación con la genética, están altamente influenciadas por las condiciones en las que se desarrollan las personas, como son la diabetes mellitus tipo 2, la obesidad, la hipertensión arterial y las enfermedades cardiovasculares.
Es un conjunto de patologías denominadas enfermedades no transmisibles ligadas al estilo de vida (ENT). La inactividad física y el consumo de alimentos poco saludables son dos de los factores de riesgo más importantes para su aparición, así como el tabaco y el alcohol.
El consumo de alimentos procesados no tiene por qué ser una desventaja. De hecho, este procesado ha conseguido garantizar la aparición de nuevos alimentos, el aprovechamiento de coproductos y el aumento de la vida útil de muchos de ellos.
No todos los procesados son iguales y por tanto no deben eliminarse completamente de la dieta. Pero, hay muchos procesados que son totalmente superfluos y que sustituyen a otros más densamente nutricionales y menos densamente calóricos. Estos sí deberían ser relegados a la cúspide de la pirámide. Entre ellos están los snacks a base de harinas refinadas, algunos tipos de embutidos de baja calidad y las bebidas azucaradas.
Para realizar la clasificación de los alimentos según su grado de procesado se ha propuesto el sistema Nova, el cual los califica del 1 al 4. En el grupo 1 se encuentran aquellos mínimamente procesados y en el 4 los ultraprocesados, que deberían ser los menos consumidos. Nova es un método útil que se podría emplear complementado con el Nutri-Score, o semáforo nutricional, para brindar información al consumidor.
En general, estos productos procesados y ultraprocesados se caracterizan por aportar ingentes cantidades de energía, ser altamente palatables, producir sonidos característicos al consumirlos, no necesitar ningún tipo de preparación y tener un período de vida útil largo. Todos estos factores hacen que sean productos idóneos para los niños y adolescentes, grupos poblacionales de baja concienciación con la salud y que persiguen en la comida una fuente de satisfacción.
El problema surge cuando los jóvenes, debido a la facilidad de acceso y al atractivo de estos productos ultraprocesados, los consumen en exceso. Esta tendencia ha llevado a un incremento en la prevalencia de ENT entre esta población.
Las ENT están fuertemente vinculadas a patrones dietéticos pobres donde los alimentos ultraprocesados juegan un papel central. Estos productos suelen ser ricos en azúcares añadidos, grasas saturadas y sodio, mientras que son pobres en nutrientes esenciales como vitaminas, minerales y fibra.
La relación entre su consumo y las ENT no es meramente casual. Estudios epidemiológicos han mostrado que dietas ricas en alimentos ultraprocesados están asociadas con un mayor riesgo de obesidad, hipertensión, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Por ejemplo, se ha hallado en numerosos estudios que el aumento en su consumo está relacionado con un incremento en los casos de obesidad entre adolescentes. Otros, indican que los jóvenes que consumen mayores cantidades de bebidas azucaradas y snacks procesados tienen mayores probabilidades de desarrollar resistencia a la insulina y dislipidemias.
Además, su consumo habitual en la juventud puede establecer patrones dietéticos incorrectos persistentes en la vida adulta y perpetuar el riesgo de desarrollar ENT.
Los hábitos alimentarios adquiridos durante la infancia y la adolescencia suelen mantenerse, lo que implica que una dieta alta en ultraprocesados durante estas etapas críticas puede tener consecuencias a largo plazo para la salud.
La promoción de hábitos alimentarios saludables en la población joven es crucial para prevenir la aparición de ENT. Esto incluye no solo la educación nutricional en las escuelas y comunidades, sino también la implementación de políticas que regulen la publicidad de ultraprocesados dirigidos a los jóvenes, y que promuevan el acceso a alimentos frescos y mínimamente procesados.
Pero también los padres y los cuidadores tienen un papel esencial al modelar comportamientos alimentarios saludables y proporcionar opciones de alimentos nutritivos en casa.
Un enfoque integral para abordar este problema debería incluir la promoción de la actividad física regular. La combinación de una dieta saludable y el ejercicio resulta esencial para mantener un peso corporal adecuado y reducir el riesgo de estas patologías ligadas al estilo de vida.
Es importante que los jóvenes desarrollen una relación positiva con la comida, que entiendan el valor nutricional de los alimentos y así ser capaces de tomar decisiones informadas sobre su dieta. Por eso es vital crear programas educativos que no solo enseñen sobre nutrición, sino que también promuevan habilidades prácticas, como la cocina y la planificación de comidas.
En conclusión, el consumo de procesados y ultraprocesados en la población joven está estrechamente relacionado con el aumento de ENT. Abordar este desafío requiere un enfoque integral que incluya educación, políticas públicas y un entorno que apoye las elecciones alimentarias saludables. Solo así se podrá mitigar el impacto de estos alimentos en la salud de los jóvenes y fomentar un futuro más saludable para las próximas generaciones.
Anxo Carreira es nutricionista y profesor de la Universidad Carlemany, en Andorra
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