
Revolución terapéutica
Estos son los beneficios inesperados para la salud de fármacos antiobesidad
Además de perder peso, los análogos GLP-1 presentan otros beneficios importantes para la salud

No es un mero asunto estético para acabar con los incómodos michelines. La obesidad es un verdadero problema de salud pública que desequilibra la balanza del bienestar del 23% de la población española y de más de un 65% que vive con sobrepeso. Y va a más, pues para el año 2030 el World Obesity Atlas estima que el 30% de los españoles serán obesos.
A pesar de este negro horizonte como telón de fondo, la reciente llegada de los primeros fármacos antiobesidad que regulan el control de la glucosa se ha convertido en un rayo de esperanza capaz de impulsar el engranaje de una auténtica revolución sanitaria, ya que, además de lograr importantes pérdidas de peso, están demostrando inesperados efectos beneficiosos que van a más allá de los kilos de más.
Evidencia científica
«Hay ya mucha evidencia científica que confirma que no se trata solo de perder peso, sino de ganar salud. En ese sentido, los nuevos fármacos que ya están disponibles, más allá de su mayor o menor eficacia sobre la pérdida de peso, están demostrando que tienen un efecto directo en otras comorbilidades de la obesidad tan importantes como algunas patologías respiratorias, enfermedad cardiovascular, problemas osteoarticulares, hepáticos e incluso algunos tipos de cáncer», asegura María del Mar Malagón, presidenta de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), en el marco del 32º Congreso Europeo sobre la Obesidad (EASO2025), celebrado esta semana en Málaga.
En concreto, una nueva investigación avanzada estos días, y que se publicará en la revista «eClinicalMedicine», ha descubierto que los medicamentos de primera generación para bajar de peso, como liraglutida y exenatida, parecen mostrar beneficios contra el cáncer más allá de la pérdida de peso. «Nuestro estudio halló una incidencia similar de cáncer relacionado con la obesidad entre pacientes tratados con agonistas del receptor del péptido similar al glucagón 1 (GLP-1) de primera generación y con cirugía bariátrica durante un seguimiento promedio de ocho años, a pesar de la relativa ventaja de la cirugía para maximizar la pérdida de peso», explicó Yael Wolff Sagy, coautora principal y miembro de Clalit Health Services de Tel Aviv, en Israel. Sin embargo, tal y como detalló, «al considerar esta ventaja, se reveló que el efecto directo de los agonistas del receptor del péptido similar al glucagón 1 (GLP-1AR) más allá de la pérdida de peso es un 41% más eficaz en la prevención del cáncer relacionado con la obesidad».
La «guerra» de eficacia entre los fármacos aprobados frente a la obesidad copa todos los titulares. Sin embargo, los médicos no se quedan ahí. «Cualquier opción es más que satisfactoria porque logran la pérdida de kilos, pero sobre todo mejoran la salud de las personas. Y eso se alcanza porque son capaces de modificar la composición de la grasa corporal para que sea menos inflamatoria y menos aterogénica, es decir, menos dañina para el organismo. Y ahí es donde debemos fijarnos», advierte Juana Carretero, médico internista del Hospital Universitario de Badajoz y miembro del Grupo de Diabetes, Obesidad y Nutrición de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).
Así lo ratifica Albert Lecube, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Arnau de Vilanova de Lleida y miembro de la junta directiva de la Seedo, quien insiste en que «no es tan importante cuánta grasa tienes sino dónde y cómo actúa, ya que si es más disfuncional y fabrica más factores que favorecen la inflamación se tiende a la fibrosis, lo que complica el pronóstico, pues tenemos la hipótesis de que cuando más inflamado está un tejido va a ser más fácil que el paciente desarrolle enfermedades metabólicas graves».
Otros beneficios
Por ello, la gran revolución de los nuevos fármacos está en los beneficios añadidos que promueven al modificar el tejido adiposo. «Sabemos que, a mayor obesidad, más severa es la apnea del sueño y ahora se ha visto que con estos medicamentos se reduce hasta un 50% el índice de apneas e hipoapneas, llegando, en casos moderados, a que el paciente deje de utilizar la CPAP, con la implicación que eso tiene en su calidad de vida», explica la médico internista.
A esto se añade que, según una nueva investigación publicada hace un par de semanas en la revista «The New England Journal of Medicine (NEJM)», estos fármacos también tienen un efecto positivo para tratar estadios avanzados de la enfermedad hepática metabólica e incluso revertirla. «Además de disminuir la cantidad de grasa que tiene el hígado y reducir la esteatosis, también disminuye la fibrosis, que son las cicatrices que deja esa inflamación y el paso previo a la cirrosis. Esto es clave, pues ni siquiera la cirugía bariátrica lo logra», matiza Carretero.
Otra cuestión es el impacto que producen en la salud reproductiva, principalmente de la mujer, ya que «al mejorar la resistencia a la insulina y lograr la pérdida de peso, disminuye el ovario poliquístico, las tasas de infertilidad y aminora el riesgo de cáncer de mama hormonodependiente», añade la especialista de la SEMI. Sin olvidar que la semaglutida puede brindar protección temprana contra enfermedades cardíacas en pacientes de alto riesgo hasta en un 40%, incluso antes de una pérdida de peso clínicamente significativa y antes de la dosis objetivo completa.
Sin embargo, a pesar de tantas prometedoras bondades, no son la panacea y «siempre deben ser los profesionales especializados quienes deben prescribir estos fármacos en aquellos casos en los que se cumplan las condiciones autorizadas, con un estricto control y seguimiento médico. Su uso se está popularizando y, en cierta medida, banalizando, pero eso puede traer riesgos para la salud», advierte Malagón, quien insiste en que «hay que empoderar a los pacientes, erradicar el estigma y facilitar el acceso equitativo a los tratamientos disponibles. Debemos aprovechar la oportunidad que tenemos para frenar esta epidemia».
La obesidad sigue infravalorada
A pesar de que se habla de ella como la verdadera epidemia del siglo XXI, la obesidad todavía no está reconocida como una enfermedad crónica en nuestro país, a pesar de que sí fue declarada así por la Organización Mundial de la Salud en 1997 o por la Unión Europea en 2021. «A pesar de su creciente prevalencia y su impacto en la salud pública, la obesidad sigue siendo infradiagnosticada y no correctamente tratada, en parte, por la falta de reconocimiento institucional real de su naturaleza crónica y recidivante, lo que se traduce en un impacto para la salud, pero también en el sistema sanitario, debido al incremento de costes, la necesidad de más recursos y la mayor complejidad que conlleva en la gestión eficiente de la salud pública», advierte la presidenta de la Seedo, quien insiste en que «para revertir esta situación, es urgente garantizar el acceso equitativo a la prevención, el diagnóstico precoz y el tratamiento continuado de la obesidad».
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