Alimentación
Explican el porqué del círculo vicioso entre el estrés crónico y la comida basura
Investigadores australianos demuestran que el cerebro se acostumbra a las recompensas en forma de "antojos", y que el estrés anula la señal de saciedad
Las pizzas de la cena de los viernes - como inició del fin de semana- la bolsa de patatas fritas que deboramos frente a una película o una serie o el desayuno hipercalórico de los domingos tienen bastantes en común. Se trata de recompensas en forma de calorías que nuestro organismo parece demandar como parte de un ritual para desestresarnos. Pero la realidad es todo lo contrario, ya que la mala combinación entre estrés y comida hipercalórica crea cambios en el cerebro que impulsan a comer más, aumentan los antojos de alimentos dulces y muy apetecibles y conducen a un aumento excesivo de peso, según un estudio de investigadores australianos publicado en la revista Neuron.
Los científicos descubrieron, en un ensayo en ratones, que el estrés anulaba la respuesta natural del cerebro a la saciedad, dando lugar a señales de recompensa ininterrumpidas que, a su vez, fomentan la ingesta de alimentos más apetitosos. "Nuestros hallazgos revelan que el estrés puede anular una respuesta natural del cerebro, que disminuye el placer obtenido al comer, lo que significa que éste es recompensado continuamente por comer", afirmó el profesor Herzog, autor principal del estudio y científico- visitante del Instituto Garvan de Investigación Médica, en Sídney (Australia).
Para entender qué impulsa estos hábitos alimentarios, el equipo investigó en modelos de ratón cómo respondían distintas zonas del cerebro al estrés crónico bajo diversas dietas. La parte del cerebro cuyo funcionamiento se ve influido cuando nos exponemos al estrés es la denominada 'habénula lateral'- estructura reguladora de respuestas emocionales diana en tratamientos para dolor crónico y depresión- que, cuando se activa, suele amortiguar las señales de recompensa.
"Descubrimos que una zona conocida como habénula lateral, que normalmente interviene en la desconexión de la respuesta de recompensa del cerebro, se activaba en ratones sometidos a una dieta de corta duración y alta en grasas para proteger al animal de comer en exceso", explicó el primer autor, Kenny Chi Kin Ip, del Instituto Garvan. "Sin embargo, cuando los ratones sufrían estrés crónico, esta parte del cerebro permanecía en silencio, lo que permitía que las señales de recompensa siguieran activas y fomentaran la alimentación por placer, dejando de responder a las señales reguladoras de la saciedad -añadió-. Los ratones estresados con una dieta rica en grasas ganaban el doble de peso que los ratones con la misma dieta que no estaban estresados".
Una dieta sana, el elemento disuasorio
Para los científicos, la unica fórmula eficaz para romper el círculo vicioso entre el estrés y la comida basura es optar por una dieta sana en momentos de estrés. Cuando la situación o situaciones que nos generan estrés se vuelven permanentes, el estrés interfiere sobre el proceso natural con el que el cerebro advierte de la sansación de saciedad, y este deja de funcionar. Esta especie de 'avería' o 'cortocircuito' también afecta a los mecanismos que regulan el aumento de peso, como la molécula NPY- un neuropéptido que produce el cerebro como respuesta al estrés-. Cuando los investigadores impidieron que el NPY activara las células cerebrales en ratones estresados sometidos a una dieta rica en grasas, éstos consumieron menos comida reconfortante, lo que se tradujo en un menor aumento de peso.
A continuación, realizaron una "prueba de preferencia por la sucralosa", en la que los ratones podían elegir entre beber agua o agua endulzada artificialmente. "Los ratones estresados que seguían una dieta rica en grasas consumían tres veces más sucralosa que los que sólo seguían una dieta rica en grasas, lo que sugiere que el estrés no sólo activa una mayor recompensa al comer, sino que impulsa específicamente el deseo de comer alimentos dulces y apetitosos- destacó Herzog-. Y, lo que es más importante, no observamos esta preferencia por el agua azucarada en los ratones estresados que seguían una dieta normal".
Los investigadores afirman que sus hallazgos identifican el estrés como un regulador crítico de los hábitos alimentarios que puede anular la capacidad natural del cerebro para equilibrar las necesidades energéticas. "Esta investigación pone de relieve hasta qué punto el estrés puede comprometer un metabolismo energético sano. Es un recordatorio para evitar un estilo de vida estresante y, sobre todo -si se trata de un estrés prolongado-, intentar seguir una dieta sana y dejar a un lado la comida basura".
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