Opinión

Miopes

La miopía ha crecido un treinta por ciento con el uso de las pantallas

Tres niños con diferentes pantallas: tableta, móvil y un mando de videojuegos
Tres niños con diferentes pantallas: tableta, móvil y un mando de videojuegosDreamstimeLa Razón

Me pusieron gafas a los tres años, algo que ha marcado mi vida hondamente. En lo artístico, mi afán por el realismo siempre se ha visto matizado por esa mirada medio abstracta de las cosas. En la vida cotidiana he sufrido lo indecible con mis ojos enfermos, pues la miopía en la niñez suele ir progresando hasta afectar el fondo del ojo.

Cuando era pequeña me llevaban al oftalmólogo para revisiones que consistían en aumentarme la graduación cada año, siendo, con catorce, una adolescente con gafas de culo de vaso. Algo muy traumático para cualquiera. Enseguida supliqué que me pusieran lentillas. Así lo hicieron, y dentro de los ojitos llevé espejuelos hasta que mis córneas no los soportaron. Entonces comencé con las cirugías, aunque no todas exitosas. Pero lo peor era la amenaza de mi retina siempre despegada por los bordes.

Con cuarenta años me diagnosticaron cataratas. Mi oftalmólogo se negó a quitármelas tan temprano, por lo que hube de vivir con niebla durante diez años más. Fue entonces cuando me quitaron el cristalino y la bruma. Sin embargo, el ojo izquierdo no quedó bien, y he tenido que sobrevivir a un desequilibrio de visión y a una incapacidad espinosa. Ahora me duelen los ojos y me cuesta escribir durante más de una hora, y aún lo celebro.

La miopía ha crecido un treinta por ciento con el uso de las pantallas. Los niños, al no tener los ojitos desarrollados, son aún más vulnerables. Vivir sin ver bien resulta cruel. Y una sociedad miope, tanto en sentido figurado como literal, es una sociedad desorientada y enferma.